Cuando las aguas del océano Atlántico llegaban hasta La Puebla del Río

La marisma, hablando en términos históricos, nunca fue tal hasta hace unas centurias. La tradición habla del lago Ligustino, para los romanos, o del golfo Tartésico, un mar (océano Atlántico en este caso) que se adentraba más allá de lo que hoy es La Puebla del Río. De ahí al presente todo cambió, hasta el agua, convertida en tierra fértil.

el 25 jul 2010 / 18:47 h.

Y todo este pasado se recoge en el libro Miscelánea histórica, un trabajo coordinado por José Luis Escacena que acaba de ser presentado y en el que se reflejan desde las primeras ocupaciones neolíticas hasta el nacimiento oficial de este municipio del Aljarafe de manos de Alfonso X El Sabio, pasando por la exitosa colonización de las islas en torno al río Guadalquivir.


Se trata de un relato del desarrollo del municipio, y por extensión de la propia marisma y del Aljarafe, editado por la Universidad de Sevilla y la Diputación de Sevilla, y que fue presentado en el Ayuntamiento de La Puebla del Río en una cita presidida por el alcalde, Julio Álvarez (PSOE). Con la publicación de este libro se pretende contribuir a la difusión del conocimiento que se posee sobre las diversas etapas del devenir humano en esta parte del Bajo Guadalquivir. "Fue precisamente el alcalde el pionero en la idea, y yo recogí el guante", subrayó coordinador de la edición. Se trata de una obra divulgadora y aparejada a la calidad científica que cuenta con 10 capítulos y otras tantas firmas, entre ellas la suya y las del rector de la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA), Juan Manuel Suárez Japón, además de las de Manuel González, María Luisa Pardo, Mercedes Borrero, Antonio Aranda, Juan José Iglesias, José González Arteaga, Rocío Izquierdo y José Beltrán.

La sedimentación paulatina provocada por aquel río que se bifurcaba en múltiples brazos, y la actuación del ser humano, condicionaron la radical mutación de este espacio. De mar a marisma, de agua a tierra húmeda. Los primeros indicios de incursiones humanas se pueden encontrar en la salina prehistórica de La Marismilla y la ocupación neolítica de la paleodesembocadura del Guadalquivir. Otro vestigio notable es el asentamiento tartésico del Cerro de la Albina. Los primeros buscaban sal calentando el agua de la playa que podríamos encontrar hoy a pocos kilómetros al sur de la población, bajando por la carretera a Isla Mayor.

Los segundos, afincados en lo que ahora es pleno casco urbano, la plata proveniente sobre todo del yacimiento de Aznalcóllar y que tenía en el río Guadiamar a un firme aliado para su transporte.

Llegaron los fenicios, en busca también de la riqueza de la Sierra Sur, de sus preciados metales que encontraban perfecta salida para el comercio en esa embocadura. Y los romanos, asentados en todo el Aljarafe en ciudades como Italica, Laelia, Olontigi, Osset o Caura, al amparo del lago Ligustinus y de los ríos Baetis (Guadalquivir) y Maenuba (Guadiamar).

En cualquier caso, la fundación de la villa se fecha en la carta puebla otorgada por el rey Alfonso X El Sabio a La Guardia (que es la actual La Puebla del Río) en 1272, con lo que se inició el proceso poblador de estas tierras, sin interrupción hasta la actualidad. Como indica el coordinador de este trabajo, se trata "del pueblo donde más documentación de esa época se conserva (privilegios rodados)".

En el libro se hace un repaso también de la realidad económica y social del municipio en la Edad Media, de su desarrollo en la Edad Moderna, de esos ríos que mediante cortas dibujaron la fisonomía actual del Guadalquivir y, cómo no, de aquel movimiento colonizador de las marismas, una tierra dedicada hasta entonces al pastoreo de ganado y a tímidas explotaciones agrarias, y que dejó como herencia la que está considerada una de las mayores reservas de arroz de Europa.

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