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El manual de instrucciones del niño

Salud enseñará a los padres cómo afrontar la crianza desde el embarazo a la adolescencia

el 06 feb 2011 / 19:35 h.

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Los niños deben sentirse protegidos y acompañados en su día a día.

Todo padre quiere ser bueno para su hijo. Pero con las intenciones no basta. No todos los padres saben cómo hacer bien su trabajo. El nuevo rol que tienen que desempeñar con la llegada del hijo se convierte en una fuente de estrés y de problemas de convivencia en el seno de la familia. ¿Cómo comportarse cuando el bebé llora sin parar? ¿Cómo conseguir que el niño obedezca a los padres? ¿Cómo...? Son tantas las preguntas a las que tienen que contestar los padres en su día a día que, a veces, lo que uno ha escuchado o ha aprendido de sus mayores no es, ni de lejos, suficiente. ¿Cuál es, entonces, el ABC de la crianza?


La Consejería de Salud se ha propuesto contestar a estos interrogantes y ofrecer a las familias andaluzas información adecuada y, lo que es más importante, "científicamente avalada". Por eso, ha encargado un estudio a la Facultad de Psicología de Sevilla que sirva para ayudar a los padres andaluces a "mejorar el apego" a los hijos, explica Manuel Rodríguez, jefe de Promoción de la Salud de la consejería. En definitiva, se trata de darles a los padres un manual de instrucciones de sus hijos con el que conseguir lo que los expertos denominan "una parentalidad positiva".


El Consejo de Europa aprobó en 2006 un documento con las recomendaciones para conseguir dicha parentalidad positiva y la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) otro con orientaciones para que los ayuntamientos faciliten a los padres su tarea. En este último se alude a que la gran variedad de familias que hay, la existencia de horarios laborales "muy extensos" y las dificultades, por tanto, de "supervisar y acompañar a los menores" lastran el trabajo de los padres.


E incluso se apostilla: "Estas situaciones están degenerando en actitudes de desánimo en muchos padres y madres que perciben una escasa influencia educativa sobre sus hijos". La FEMP da algunas claves para lograr ser buenos padres: crear vínculos afectivos (el niño debe percibir que está protegido y que es aceptado tal y como es), desarrollar un entorno estructurado y estimular el desarrollo del niño, así como reconocérselo.


Desde la Consejería de Salud lo que se busca no es tanto decirle al padre cómo ser el mejor sino enseñarle pautas para que detecte las necesidades de su hijo y pueda satisfacerlas correctamente. Y como en todas las etapas de la vida del niño hay un momento vulnerable, Salud quiere que el futuro código de buenas prácticas abarque desde el embarazo hasta la adolescencia. Por ejemplo, en la etapa de bebé hay que dejarle a éste que explore, pero "haciéndole saber que está protegido". Aunque no es exceso. "No debemos dejar al niño llorar en su cuna desconsoladamente pero tampoco tenerlo todo el día en brazos", ejemplifica Manuel Rodríguez. ¿Y en la adolescencia? Quizás es una de las etapas más complicadas.

Sobre ella se han fijado muchos clichés, muchos de ellos a través de los libros especializados que, en algunas ocasiones, hacen que los padres se predispongan en contra de sus hijos. "Se crea una cierta hostilidad. La sociedad, además, al culpabilizarlos, los presenta como unos monstruos", destaca el jefe de Promoción.


La investigación que la Facultad de Psicología elaborará para la Junta y que servirá de base para redactar el manual del buen padre estará lista dentro de dos años. Con él, el Gobierno andaluz volverá a lograr un hito en materia sanitaria, ya que no hay en España una estrategia tan completa de atención a los padres. Los referentes habría que buscarlos en los países nórdicos y en Reino Unido (aunque allí esa estrategia de intervención se ha centrado en familias en situación de riesgo social).


La Consejería de Salud quiere que, desde el embarazo, los padres cuenten con las herramientas para lograr una crianza saludable que desmonte, además, las falsas creencias sobre ésta. "Queremos prevenir situaciones de estrés y que los padres tengan unas expectativas correctas hacia sus hijos", apostilla Manuel Rodríguez, que deja además claro que esta actuación no tiene nada que ver con la prevención o tratamiento de situaciones como la depresión postparto, "sobre la que no hay evidencias científicas".


Autoridad, no imposición. Las orientaciones de la FEMP aclaran, no obstante, que la parentalidad positiva se refiere "al comportamiento de los padres fundamentado en el interés superior del niño, que cuida, desarrolla sus capacidades, no es violento y ofrece reconocimiento y orientación que incluye el establecimiento de límites". Es decir, autoridad que no imposición, porque "frente a la llamada crisis de autoridad que instiga a recobrar el control autoritario de los padres sobre la base de la obediencia rígida ante sus normas, la parentalidad positiva plantea un control basado en el afecto, el apoyo, la comunicación, el acompañamiento y la implicación en la vida cotidiana de los hijos".

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