Cultura

El Ministerio de Cultura asume las competencias en materia taurina

El Gobierno aprueba el Real Decreto que consagra el traspaso desde Interior tal y como demandaba el propio sector.

el 29 jul 2011 / 15:15 h.

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El ansiado paso de competencias taurinas, con su alto valor simbólico, ya es una realidad. En el mismo Consejo de Ministros que precedía al anuncio de las próximas elecciones generales se aprobaba un Real Decreto que sancionaba el traspaso. Se ponía así un punto y aparte en el trabajo iniciado el pasado año por las principales figuras del toreo, el denominado G-10, que propició el acercamiento definitivo con los ministros Alfredo Pérez Rubalcaba -entonces al frente de Interior y hoy candidato del partido socialista- y Ángeles González-Sinde , responsable del Ministerio de Cultura, que facilitaba ayer un comunicado en el que se recogía que "la incardinación más correcta para las competencias en materia de tauromaquia y actividades taurinas que aún permanecían en el Estado debía ser Cultura".

En el mismo documento se recalca la condición de "disciplina artística y producto cultural" del mundo de la Tauromaquia que, sin embargo, tiene ya transferidas en la práctica la mayor parte de sus competencias organizativas a las distintas comunidades autónomas. En esa tesitura, el traslado de competencias oficializado ayer se limita a las cuestiones relacionadas con la promoción y fomento de la Fiesta, los estudios, estadísticas y análisis sobre la materia y también el registro de profesionales del sector además de la transferencia de la Comisión Consultiva Nacional de Asuntos Taurinos al propio ministerio.

Sin embargo, más allá de la literalidad del comunicado, este traslado podría tener dos consecuencias de mayor calado. De un lado, la rebaja de la altísima fiscalidad que soporta la Fiesta, que tendría que pasar del actual 18% de IVA al 8% propio de las actividades culturales. El traspaso también tendría que reflejar un blindaje de la Tauromaquia de cara a futuros y posibles ataques abolicionistas . Precisamente, fue el desenlace irremediable de la prohibición catalana el que puso en pie de guerra al senado de la torería consiguiendo los objetivos que otros organismos de pretensiones federativas -como la fallida Mesa del Toro- no habían logrado hasta entonces. La deseada transferencia, a la que hay que sacar rédito, es una victoria de las grandes figuras, que tienen razones para estar satisfechos.

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