Hace dos días PSOE e IU mostraron en el Congreso de los Diputados lo difícil que es llegar a un acuerdo entre formaciones políticas de distinto signo. Después de una negociación apresurada, pactaron una reforma fiscal y cinco horas después deshicieron el acuerdo entre la incredulidad general. Ayer, el Parlamento andaluz se vivió una situación opuesta. PSOE, IU y, a ultimísima hora el PP, llegaron a soluciones conjuntas para la aplicación de medidas contra la crisis. El asunto no es menor. Las propuestas implican la dotación de 6.000 millones en planes de choque para la reactivación económica de la comunidad. El PSOE las podría haber aprobado sin el apoyo de las otras dos formaciones políticas con representación en la Cámara autonómica, pero es evidente que cuanto más consenso haya en torno a ellas, mejor. En cualquier caso, las discusiones previas a la aprobación también ha servido de barómetro para conocer cuáles son las estrategias de cada partido en torno a la crisis. El Gobierno ha buscado puntos de encuentro para dar una imagen de consenso de las fuerzas políticas andaluzas frente a este desafío. IU (excepto un Sánchez Gordillo que sigue en su papel de verso suelto alejado de la realidad mundana) se ha mostrado dispuesta a mantener una identidad y un discurso propio, pero por un principio de responsabilidad que les honra, ha encontrado lugares de entendimiento. El PP, al que tampoco se pedía que firmara los Pactos de la Moncloa, no ha dejado resquicios para el acuerdo y se ha limitado a propagar un cuaderno de recetas casi idénticas a las que le ofrecía al Gobierno y a deslegitimar cualquier intento de acercamiento bajo la premisa de que todo lo que dijera la Junta es una pantomima y un engaño que por supuesto no iban a apoyar. Ayer, in extremis y después de una intervención muy crítica de Esperanza Oña, rectificó y se sumó parcialmente al acuerdo para evitar quedarse en esa soledad de quien no es capaz de llegar a un solo acuerdo con sus vecinos de escaño. Bienvenidos sean.
