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El spa de la imperfección

El colectivo Mujeres Imperfectas abre ‘delegación’ en Sevilla como un espacio de encuentro para liberarse de las presiones que impone la sociedad y aprender a ser una misma y aceptarse

el 28 jul 2014 / 10:30 h.

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No son un club, ni una secta, ni un grupo de meditación o terapia. Simplemente son mujeres que se pasan las 24 horas del día siendo la madre, la hija, la esposa, la nuera, la jefa, la empleada y necesitan tomarse un respiro para ser ellas mismas y liberarse de las presiones que la sociedad les impone para «llegar a todo, hacerlo todo bien» y que desemboca en una «frustración continua». Hace cinco años, un grupo de mujeres de Bilbao decidió rebelarse y simplemente empezó a reunirse en lo que denominan «espacios de exigencia cero» donde nadie pide ni da explicaciones, cada una va cuando quiere y decide si habla o escucha pero, sobre todo, hace un parón en esa vida de cara a los demás para liberarse y ser ellas mismas, a veces enfrentándose al reto de ponerse ante un «espejo» y preguntarse si se reconocen y si les gusta lo que ven. Se autodenominan Mujeres Imperfectas (cabría añadir y a mucha honra) y a través de internet y las redes sociales (http://mujeresimperfectas.wordpress.com/mujeres-imperfectas-sevilla), el fenómeno se extendió a Madrid y acaba de llegar a Sevilla a modo de «un Spa en el que vienes a dejar de ser la madre la jefa, la hija, la esposa o la nuera... a olvidarte del mundo y a ser simplemente tú y a respetarte a ti misma» . María Martínez de Carvajal, madre de dos hijos, trabajadora y cabeza de una familia monoparental, es la promotora de Mujeres Imperfectas en Sevilla, que acaba de echar a andar tras la presentación que a principios de julio realizó la iniciadora del fenómeno en Bilbao, May Serrano, y la primera reunión celebrada la semana pasada en la librería Relatoras, que de momento les cede su espacio para sus encuentros gratuitamente. Su próxima actividad, el martes a las 19.00 horas, será el primer Café para madres, un espacio para las mujeres con hijos para hablar «de la maternidad real y no la que sale en los anuncios», esa en la que no siempre «se puede estar guapa durante el embarazo ni recuperar la figura nada más parir» y en la que «quieres a los hijos más que a nada en el mundo pero a veces los quieres matar y te sientes mala madre». Es una de las actividades que inició la asociación pionera de Bilbao, junto a sesiones de desmaquillaje y despeinado como rebelión a las presiones estéticas o bodas de mujeres con ellas mismas frente al ideal romántico de los cuentos de hadas con príncipe azul. Mujeres Imperfectas no es una asociación al uso. No hay que apuntarse ni pagar cuota de socio. Quien quiera puede acudir a sus actividades cuando quiera, sin ningún compromiso. La clave es esa: nadie juzgará a nadie. María Martínez de Carvajal asegura que el perfil de las mujeres que se acercan es muy diverso, desde chicas de 20 años a abuelas de 65, mujeres trabajadoras que viven solas, profesionales liberales con hijos... y el nexo común es que «todas son mujeres que sienten que en su día a día están muy presionadas y condicionadas para ser lo que otros deciden que deben ser». María deja claro que no hay ningún contenido ideológico pues «no convencemos a nadie de nada» ni es un grupo de autoayuda pues «no viene cada una a contar su problema». Se habla de lo que cada una quiera, sin dar explicaciones si se marchan o no hablan. La transgresión está precisamente en esa anarquía «porque si logras liberarte aquí empiezas en tu vida diaria a exigirte menos y vas educando a tu entorno a que si haces algo mal o no llegas a todo no pasa nada». El objetivo es trasladar esa filosofía de vida a la sociedad porque «si todos nos queremos tal como somos, imperfectos, seremos más felices». Por ello, no están cerradas a hacer grupos mixtos en los que participen hombres pues reconocen que, en lo que a cánones estéticos se refiere, es curioso que «estamos reivindicando que nos dejen respirar a nosotras y la sociedad de consumo está atrayendo a los hombres a esta vorágine» de depilación, cosméticos y cremas y cuerpos moldeados de gimnasio. Con todo, aunque admite que «en una sociedad que se empeña en querernos convencer de que seamos perfectos, los hombres tienen también mucha presión pero objetivamente, las mujeres tenemos más» y, sobre todo, «ellos pueden estar insatisfechos pero rara vez se sienten culpables. Si se están quedando calvos no sienten que sea culpa suya como para nosotros la celulitis».

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