Local

Estampito manía

Todo comenzó, hace ya años, cuando a alguien de los Panaderos se le ocurrió envolver un pico de pan en vez de un caramelo; desde entonces lo que no era más que el simple gesto de quitarle a un niño el miedo al capirote con una golosina...

el 16 sep 2009 / 01:08 h.

Todo comenzó, hace ya años, cuando a alguien de los Panaderos se le ocurrió envolver un pico de pan en vez de un caramelo; desde entonces lo que no era más que el simple gesto de quitarle a un niño el miedo al capirote con una golosina, comenzó a convertirse en merchandising cofrade que después fue diversificándose hasta entrar en el terreno del marketing. Ahora nos encontramos en plena efervescencia de la estampitamanía aunque también está en alza la medallamanía y se prevé que tenga aun mucho recorrido el pin. Todo ello, sin embargo, no es más que la continuación de durante siglos fue la industria del pliego de cordel.

Los romances, por un lado, y las seguidillas y cantares a Vírgenes y Cristos famosos daban trabajo a decenas de poetas, cientos de impresores y a no se sabe cuantos ciegos en los siglos XVII y XVIII; los primeros contaban en el papel las hazañas de los héroes populares y los segundos, predicaban en esas cuartillas ilustradas los milagros de las imágenes portentosas, cumplían el mismo cometido que los sermones de Fray Diego José de Cádiz: conseguir canaliar las limosnas. Todo entonces formaba parte de la economía de la decadencia, de la industria movida por las aspas de la hambruna.

Hoy esa industria la mueven otros vientos: los que surgieron del crack de la Bolsa en 1929 y que iban dirigidos a crear clientela y fidelizarla dándose primero a conocer. Un avispado industrial, en vez de desechar las tiras de papel sobrantes en el pliego que imprimía, puso allí los rostros de los titulares de las hermandades y creó un producto que podría estar muy bien entre los que lucen el I+D. ¿Cuántos millones de estampitas se reparten estos días? Echen las cuentan y les saldrán las mismas que al Walter Smith de la Hacienda y contabilidad de la emoción, de Núñez de Herrrera.

Antonio Zoido es escritor e historiador

  • 1