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"Irse de 'Aida' fue difícil, tardé dos años"

el 21 dic 2012 / 20:48 h.

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Foto de Joan Puig.

Carmen Machi es una Anna Magnani de Getafe. Una de esas actrices que se abren en canal en cualquier papel que les echen. Ya sea la baqueteada Aída --a la que ella tiene olvidada pero no la inmensa mayoría del país-- o la Helena de Troya que ahora pone en pie en Barcelona, con Juicio a una zorra, de Miguel del Arco.

-Le gusta lo que le remueve.

--Son papeles que me hacen estar viva. Y con Helena de Troya me ha pasado lo que nunca en mi vida: se apodera de mí un dolor y una indignación infinitos. Ella fue la culpable de la guerra de Troya. Pero al exponer los hechos, paso a paso, te preguntas: "¿Culpable por qué ".

-¿Por amar hasta el delirio?

-Yo soy una mujer bien tratada y muy querida, pero cuando Helena habla del amor a Paris, entiendo ese amor porque yo me he enamorado así, incluso con las palabras que ella dice. "Y le seguía como si fuera su sombra, me volvía líquida". ¡Eso de volverse líquida me parece lo más!

-¿Ha sentido el dolor que disuelve?

-No he perdido a muy cercanos. Lo he sentido cuando se murió un perro, que es un dolor que no entiende muy bien el que no lo tiene. Tampoco soporto la violencia física. Y tengo horror al fuego. Quizá en otra vida morí apaleada y quemada.

-Es asmática. Y los asmáticos suelen ser hipersensibles.

--Soy una asmática chunga. Se me declaró a los 25 años y he tenido crisis jodidas. Cuando hacía La tortuga de Darwin, se sentó un ciego con un perro guía en la primera fila y me dio un ataque. El papel me obligaba a una actitud corporal pésima, inclinada hacia abajo. No quería parar y, literalmente, me cagué y me meé encima. Pero seguí, con una peste que no vea... Mi médico homeópata dice que el asma viene de un abandono.

-No es su caso. ¿O sí?

-Bueno, confieso que viví algo parecido. Yo hacía una gira con Bajarse al moro y tardé un año en volver a casa. Cuando volví, mi casa ya no estaba.

-¿Cómo que no estaba?

-Mis padres habían tenido un problema económico y habían cambiado de casa y hasta de ciudad. Yo no tenía toda la información y, al llegar, fue todo muy extraño para mí. Al cabo de poco tiempo tuve una crisis de asma y un brote de acné, cuan s. Fue horrible. Estuve mucho tiempo tratándome la piel.

-Pues su imagen es la de una mujer de rompe y rasga.

-Igual es que me sale la sangre siciliano-genovesa que tengo por parte de abuelo... Quizá también tiene que ver con la vehemencia con la que hablo. O porque soy Capricornio. Aunque yo flipo con esa imagen porque soy muy tímida y pudorosa. Siempre temo que se me malinterprete. Por autoprotección, la timidez te lleva a crearte un personaje.

-Puede que la gente siga viendo a la paleta de la tele.

-¡Es que la paleta de la tele es muy difícil de hacer! Es el papel más difícil que me ha tocado. Hay una tendencia tremenda a creer que la comedia en televisión es fácil, antiartística. Y eso es de una ignorancia total. Pero es que la gente no piensa eso cuando viene a pedirme un autógrafo.

-¿A quién diría que piden un autógrafo, a Aída o a Helena de Troya?

-A Carmen Machi. Y no crea que la gente que se acerca a pedímelos sea gente paleta. Si se pegara un rato a mí, se caería de espaldas. Desde el presidente del Gobierno --no el de ahora-- a un banquero importante. La gente sí sabe desligar. Voy de gira con un drama y los teatros están llenos. Y así llevo toda la vida. Cuando la serie Aída estaba en pleno auge en la tela, yo hacía Roberto Zucco con Lluís Pasqual en el Centro Dramático Nacional.

-Aída le pesa...

--A mí no me entristece ni siento aversión a que me asocien a Aída. Nada más lejos de la realidad.

-De hecho, podría estar en deuda con ella.

--Por supuesto. Pero estuve 10 años en dos series con el mismo personaje, sentí un clash dentro y dije: "Basta", "ya está". Nunca hago tanto tiempo un personaje. A los dos años de hacer La tortuga de Darwin, que fue uno de los papeles que me ha dado más éxito, dije: "No más". De todos modos, el éxito no se perdona. Si aguantas en el papel, ¿lo haces por pasta Y si lo dejas, ¿es porque estás perdiendo protagonismo Lo dejé porque soy dueña de mis actos.

-Faltaría más.

-Tengo compañeros que llevan tres años sin trabajar, que no tienen para comer --y le daría nombres que fliparía en colores--, así que lo que le diré suena a frívolo: cuando tú entregas tu vida a un personaje te aburres mucho y a mí no me gusta aburrirme, que la vida es corta. Y no sabe lo difícil que fue irse de Aída. Desde que comuniqué mi decisión hasta mi partida, pasaron dos años. Fue jodido, porque tenía una relación estrecha con la casa y queríamos hacerlo bien. Y cuando rompí el vínculo con la serie, que no con la tele, a la que volveré dentro de poco --y no con Aída--, tenía tres pelis y dos funciones de teatro. No me dio tiempo a echar de menos, metida como estaba en estudiar textos nuevos y en viajar por el mundo. Esa es mi vida.

-En esa vida también fue mod, de las de ver 20 veces Quadrophenia...

-No me pega nada, ¿eh Ja, ja. Pues sí, Aída marca muchísimo. Se creen que soy así, con esa ordinariez, con su manera de vestir.

-En vivo, es delgada.

-Pero si me apretaba la cintura para regalarle a ella algún michelín... Pero me he despegado de ella como de mil personajes. Y no me interesa la fama para nada.

-Entonces, ¿por qué meterse en un anuncio de yogur?

-Por dinero. Ahí no interpreto.

-¿No? ¿Tiene problemas de tránsito intestinal?

-No. Tampoco los tiene Jamie Lee Curtis, que lleva haciendo el anuncio en Estados Unidos hace cinco años. Es una publicidad testimonial. Yo lo he tomado. Pero ya he dejado esa publicidad, y si le hablo de la cantidad de dinero que pagaban, se cae de espaldas... Danone hubiera seguido, el trato era exquisito, pero no me interesa más. Ya está.

-Oiga, ¿a usted la pareja le dura?

-Sí.

-Y Pedro Almodóvar también. Ha participado en cuatro de sus películas, incluida la última, Los amantes pasajeros.

-Siempre me tiene en cuenta. Pedro quería que estuviera en esta, pero me dijo: "No puedo creer que haga una comedia y no tenga dónde meterte". En el reparto estaban superamigos míos y al final hago un papel completamente anecdótico.

-Lo que no es anecdótico es que está al filo de los 50 años...

-Yo tengo un problema muy grande: no me puedo creer la edad que tengo. Con tal de no pasar por ciertas cosas que he pasado --y no diré cuales--, ¡qué bien! A partir de los 40 me fueron llegando papeles que me cambiaron el concepto de cómo interpretaba. Voy cumpliendo y los personajes cada vez tienen más verdad.

-Fuera del teatro, hay otra verdad.

-Desoladora. Por mucho que salga a gritar, a unirme contra el desastre, no puedo sentir lo que siente una persona a la que la han desahuciado, coño. ¡Y lo digo con rabia!

-Es de las que se apunta a las reivindicaciones.

-Sí. Pero el personaje público que pega un grito ahora importa un pimiento. Yo ayudo en ciertas causas, y lo hago de corazón, pero el grito más potente es el que está pegando la sociedad.

-Usted firmó hace unas semanas el manifiesto antisoberanista. ¿Me cuenta por qué?

-Lo firmé porque a mí me gusta formar parte de este país. Me gusta mucho Barcelona. Siempre me ha tratado muy bien. Suelo pasar cuatro o cinco meses al año.

-Los podría pasar igualmente si fuera un país independiente.

-Supongo que hay mucha gente aquí que no ha viajado fuera y cree que en Madrid se siente una especie de repulsión hacia el catalán, y eso no es mentira, es lo siguiente. Lo que me parece correctísimo es un estado federal, porque es merecidísimo. Cataluña tiene que defender su cultura y su lengua, por supuesto, y yo estaré ahí, la primera, para defenderlo.

-Defienda un gran cosa de Madrid.

-Las cañas. Están más ricas. Y eso lo admiten los catalanes, ¿eh?.

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