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Jarre en la calle Arroyo

Se ha apagado en California, mientras el azahar se abría allí y aquí, el compositor Maurice Jarre, uno de esos franceses capaces de captar la esencia de nuestros días grandes sintiéndola fuera de ellos, lo mismo que Joseph Peyré podía sentirla -como si fuera...

el 16 sep 2009 / 00:40 h.

Se ha apagado en California, mientras el azahar se abría allí y aquí, el compositor Maurice Jarre, uno de esos franceses capaces de captar la esencia de nuestros días grandes sintiéndola fuera de ellos, lo mismo que Joseph Peyré podía sentirla -como si fuera sevillano- ante la simple visión de la mudá de un paso con sus figuras ensabanadas por una calle estrecha y escribir sin complejos que era una imagen que uno no olvida jamás. Jarre llegó por aquí a finales de los cincuenta o principio de los sesenta, escuchó sabe Dios cómo y dónde Soleá, dame la mano, de Font de Anta, y logró traducirla al idioma de Lawrence de Arabia.

A la Plaza de España le nació entonces su música lo mismo que había brotado la de la Cárcel del Pópulo cuando aún el barrio era el de la Cestería. Si la música comienza donde ya no hay palabras, a veces se queda cuando ha desaparecido el enclave que la inspiró o aunque el lugar rezume decadencia, incluso inspira recreaciones como las de Juan Lebrón y Fernando Olmedo en la película Sevilla clásica de hace unos años imaginando el semicírculo de Aníbal González con los acordes de la marcha penitencial.

Maurice Jarre fundió en Sevilla las líneas del pentagrama con las arquitectónicas de la Casa de Pilatos, la Plaza de América o el Casino de la Exposición; llegó hasta la calle Vicente Alanís en su esquina con Arroyo para dejar unos breves acordes, un visto y no visto como el de Perfidia en la Casablanca de Bogart y Bergman. Música para un paraje urbano anónimo, tan desconocido como aquel en el que Joseph Peyré se dejaba subyugar por la revirá de los costaleros de un paso fantasma. Jarré volvió después, a uno de aquellos Encuentros de Música de Cine de la Diputación pero merecería quedarse, que le diéramos algo: una esquina como la de la calle Arroyo, un detalle.

Antonio Zoido es escritor e historiador

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