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La catedral oculta de San Bernardo

La Fábrica de Artillería abre sus puertas a las visitas guiadas hasta el día 27.

el 20 jun 2010 / 19:16 h.

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Convertida en zona de aparcamientos, la ‘Catedral’ es el punto álgido de la visita a la fábrica.
Si no fuera por las fotografías en blanco y negro que, al principio del recorrido, muestran a unos disciplinados trabajadores alineados en los tornos de una cadena de producción en serie, al visitante le costaría trabajo hacerse una idea de la incesante actividad fabril que este grandioso conjunto arquitectónico encerró durante siglos (1565-1991).

Casi dos décadas después de que en su interior cesara el último aliento de actividad industrial, la antigua Fábrica de Artillería abre sus puertas para que decenas de sevillanos curioseen por entre sus naves y descubran los valores históricos de un magno edificio declarado Bien de Interés Cultural en 2001 y hoy día abandonado a su propia suerte.

Las jornadas Luces sobre la memoria, que hasta el próximo día 27 combinan desde un seminario científico a un concurso de fotografía, un curso-taller sobre patrimonio industrial y una exposición histórica con visitas guiadas a la Fábrica de Artillería, pretenden abrir el debate sobre el inmenso potencial de este espacio industrial histórico considerado, por sus valores patrimoniales, uno de los grandes tesoros desconocidos de la ciudad.

La primera parada del recorrido guiado por el interior de la fábrica es en la única galería que aún se mantiene en uso, con oficinas y despachos a ambos lados. Después de un itinerario por los planos del edificio que ocupó la fábrica, Priscila Campos, licenciada en Arquitectura y guía del recorrido, conduce a los visitantes al antiguo laboratorio, lugar donde se conserva una joya de la tecnología industrial, una máquina de 1886 construida en la famosa fábrica francesa de Le Creusot y utilizada en su época para comprobar la resistencia y la torsión de los materiales metalúrgicos empleados para la fundición.

El paseo guiado por las entrañas de la que originariamente nació como Fábrica de Bronces de Sevilla -en torno a 1565 como iniciativa privada de la familia Morel- depara al visitante la oportunidad de admirar la grandiosidad arquitectónica de un conjunto poco conocido por la ciudadanía debido a su recientísimo pasado militar.

Una calle empedrada, por la que cada mes de septiembre transita la Custodia del Corpus Chico de la hermandad de San Bernardo, divide en dos la fábrica que en un principio (una idea que ahora se quiere retomar) se encontraba abierta al vecindario del barrio, que accedía a ella para tomar agua de una fuente que había en su interior.

Cruzadas por los raíles de las vagonetas que se empleaban para trasladar el pesado material, las inmensas naves que antaño acogieron los talleres de artillería o de montaje aparecen hoy día completamente desmanteladas, con sus muros desconchados, condenadas al olvido y convertidas en zona de aparcamiento indiscriminado para los vehículos de los empleados.

Estas señales de abandono no impiden, sin embargo, disfrutar al visitante de la monumentalidad de espacios como la nave de fundición antigua (1735), cuya planta de tres naves, parecida a una iglesia, se organiza mediante pilares cruciformes que sostienen altísimas bóvedas vaídas que culminan en lucernarios que dejan entrar cañones de luz en el techo.

El horno primitivo de la fundición de bronce, con su portezuela metálica para introducir el carbón, deja paso al espacio más monumental de la visita, la nueva fundición, construida en 1759 y también conocida como la Catedral, apelativo bien ganado gracias a sus nueve naves y a la altura de sus bóvedas.

La veleta con el miguelete -el soldado con el mosquetón y la bayoneta- visible desde el exterior del edificio marca el lugar donde hasta 1759 se encontraba la capilla erigida en honor de Santa Bárbara. La visita toca a su fin, pero antes merece la pena apreciar el alarde arquitectónico de la llamada sala de la barrena vertical, en la que se encontraba la máquina de sangre, movida por caballería, y la cubierta de madera a dos aguas de la denominada sala de grabería.

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