Cultura

La emoción se quedó en la partitura

El Ballet Nacional de Kiev nos propone una nueva versión de El Lago de los Cisnes carente de sentimiento, a pesar de la genial interpretación en directo de la música de Tchaikovsky a cargo de la Orquesta Sinfónica de Sevilla.

el 09 ene 2014 / 09:18 h.

lago_cisnes Danza El lago de los cisnes ** Teatro de la Maestranza. 8 de enero. El lago de los cisnes, ballet de  Tchaikovsky. Compañía: Ballet Nacional de Kiev. Coreografía: Marius Petipa y Lev Ivanov. Director de escena: Valery Kovton. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Director musical: Mykola Diadiura. Intérpretes: Tatiana Goliakova, Serguei Sidorsky, Maxim Motkov, Irina Borisova, Olesai Makarenko, Yulia Trandasir, Anastasia Septifraz Dada su excelencia y calidad, podría decirse que El lago de los Cisnes es al ballet romántico lo que Hamlet es al teatro clásico. Aunque por desgracia en esta nueva versión del Ballet Nacional de Kiev el romanticismo brilla por su ausencia. De entrada nos sorprende  la pobreza imaginativa del vestuario y la escenografía, así como la tosquedad del diseño de iluminación. Esos elementos formales conforman un espacio escénico tan frío como neutro que resta espectacularidad a la obra. Aunque lo peor es que el baile, a pesar de su fidelidad a la coreografía de Marius Petipa y Lev Ivanov, no acaba de transmitir el potencial sentimental de la obra. Y eso que cuenta con una música tan delicada como rotunda, que provoca con facilidad el placer del reconocimiento en el espectador y que, por cierto, estuvo magníficamente interpretada en directo por nuestra Orquesta Sinfónica. Fue sin duda, lo mejor de la noche. Y es que, ya desde el primer acto el cuerpo de baile adoleció de una ejecución falta de coordinación y repleta de fallos técnicos. Daba la impresión de que no había comunicación entre los intérpretes, hasta el punto de que los números corales  carecían de la unidad necesaria en una pieza grupal. Por fortuna el pase a cuatro interpretado por Borisova, Makarenko, Trandasir y Septifraz, estuvo repleto de gracilidad y donosura, despertando la primera ovación del respetable. Por otra parte, cabe restaltar que los bailarines principales  mostraron una aceptable preparación técnica y algunos de sus números incluso llegaron a provocar algún que otro “bravo”  de un público entregado, sobre todo en los momentos de lucimiento individual del tercer acto. Así, Tatiana Goliakova se lució con su doble papel de Odette y Odile, el Cisne Blanco, al que colmó de delicadeza y vulnerabilidad, y  el Cisne Negro, al que imprimió un carácter endiablado y calculador. Lástima que se mostrara un tanto insegura en cuanto a la ejecución de los giros y las piruetas con este personaje. Aunque no fue la única en transmitir inseguridad. También el protagonista, Serguei Sidorsky parecía estar al borde del desequilibrio en algunos momentos. Todo lo contrario que Maxim Motkov, que nos ofreció un solo con una rotunda ejecución y limpieza técnica. Gracias a ello la obra fue adquiriendo una cierta dimensión espectacular que podría haber alcanzar su cenit al final si no fuera porque, inexplicablemente, se pervierte el espíritu romántico de la historia cambiando el destino trágico de los personajes por un final feliz que huele a cuento cinematográfico.

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