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La llamada del corazón

Soumia Ben Taleb tiene 18 meses y una cardiopatía congénita empeñada en que no cumpla muchos más. Los 58 grados centígrados bajo los que suele vivir en los campamentos de refugiados saharauis no constituyen la temperatura más adecuada para sus ahogos.

el 15 sep 2009 / 07:26 h.

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Soumia Ben Taleb tiene 18 meses y una cardiopatía congénita empeñada en que no cumpla muchos más. Los 58 grados centígrados bajo los que suele vivir en los campamentos de refugiados saharauis no constituyen la temperatura más adecuada para sus ahogos. En una de las visitas al desierto de su padre, Mustapha Yahia, que vive y trabaja en Los Palacios y Villafranca desde 2002 y manda dinero a aquellas arenas levantiscas, pensó con su mujer en llevarla a un médico.

Los escasos medios de los hospitales de Argelia hicieron dudar no sólo al padre, sino a los propios médicos. Saben que la niña padece una cardiopatía congénita que le produce fiebres y un cansancio que le impide andar más allá de unos pasos. Por eso, han luchado desde Tinduf por reunirse en España con su hija y buscar un médico solidario. Llevan dos semanas en este pueblo del Bajo Guadalquivir.

Después de acudir al hospital de Valme en varias ocasiones durante los últimos días, han conseguido una cita con un cardiólogo el día 9, pero temen que la misma burocracia que impide al padre reagrupar a su familia en España, donde trabaja de vigilante de seguridad, aunque es maestro, graduado en Cuba, impida ahora operar a la niña.

En la Subdelegación del Gobierno les han asegurado que, en el caso de operarse antes de que cumpla el visado, la madre y la hija tendrán que regresar a Tinduf. El padre está desesperado. "¿No hay ninguna solución?", se pregunta.

Desesperación . "Yo trabajo todos los días y no quiero que mi familia siga viviendo en aquel infierno: quiero llevar una vida normal", se queja este saharaui que ya es conocido y querido por muchos vecinos del municipio donde vive.

Entre ellos destaca el secretario de la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui en el municipio, Julio Mayo Troncoso, quien le ha conseguido contactos, dinero y muebles para acoger a su familia en una vivienda del pueblo, donde ahora juguetea inocente la pequeña sobre la alfombra, mientras su futuro todavía no está decidido.

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