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Los últimos de Astilleros

Daniel, Sebastián, Ignacio, José Antonio. Cuatro vidas vinculadas a la factoría y ahora carne para el desempleo

el 21 oct 2011 / 21:28 h.

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De iezquierda a derecha, Daniel Camacho, Sebastián Carmona, Ignacio Sánchez y José Antonio Sánchez García.

Su infancia son recuerdos de unos astilleros en sempiterna crisis, de este padre, apodado El Indio, que salía, "día sí, día también", en los telediarios, la mayoría de las veces para mal, minoría fueron los momentos alegres, entre ellos las botaduras de barcos, mole de metal deslizándose hacia las aguas del Guadalquivir. El pequeño que entonces asistía pasmado con carita de inocencia al acontecimiento más festivo de la factoría naval sevillana camina hoy, ya treinteañero, hacia Madrid, lo hace a pie, es la última protesta en una empresa que agoniza.

Mira el padre al hijo, el hijo al padre, ambos con los ojos del orgullo sindical, de la lucha por los empleos, por los derechos de los trabajadores. Se llaman ambos Ignacio Sánchez, ambos barbudos, ambos de Comisiones Obreras, el palo fue durante muchos años el presidente del comité de Astilleros de Sevilla, la astilla, de 31, acumula cuatro en plantilla más diez en la industria auxiliar, "y esta factoría es mi vida y lo ha sido de mi familia".
Habla Sánchez jr. "Desde que tengo uso de razón, Astilleros ha sido una constante en mi casa. El Indio llegaba siempre tarde cuando había problemas en la planta. De él he aprendido a luchar, y yo sigo creyendo en esto". Es soldador y montador, su última nómina la percibió el pasado día 10, "sabemos que no hay dinero para más". Lanza críticas a la Junta de Andalucía, que asumió la gestión de la empresa hispalense tras fracasar la de sus anteriores dueños, los mismos que llevaron a la ruina a Astilleros de Huelva, y la acusa de falta de profesionalidad, "pues por ella estamos como estamos". ¿Cómo? En este rosario: concurso de acreedores (o suspensión de pagos), expediente de regulación de empleo (o despido de todos los trabajadores), cerrojazo a la factoría, liquidación de los activos y tres barcos aún por terminar muriéndose de pena y abocados a ser pasto de chatarra.

51 años, de ellos 30 empleado en la industria auxiliar de los astilleros, los primeros 22 "siempre a bordo de buques que se estaban construyendo", tareas de mantenimiento y limpieza, y el resto con las mismas labores pero en tierra. "Despedido no sólo de mi trabajo, sino también de la que era mi casa". Este relato es de Sebastián Carmona.

El próximo mes su hija le hará abuelo. Lágrimas que afloran, voz quebrada, "será mi primer nieto". No está bien de ánimos, admite. De tripas, corazón. Su padre trabajaba en una empresa de fabricación de válvulas para barcos, la crisis de los noventa se cebó con ella. Ya llueve sobre mojado. "No, definitivamente no hay futuro para Astilleros de Sevilla, pero hay que luchar para que los compañeros no se vayan con una mano atrás y otra delante". El jueves fue a sacarse la tarjeta del paro. Uno más para la millonaria estadística del desempleo.

Sonríe al recordar "anécdotas bonitas". Como a primeros de los ochenta, cuando se sentía miembro de una "gran familia" de cuatro mil trabajadores, "había hermandad y solidaridad, alimentada con la lucha". ¿Lucha? "Sí, ahí quedaron los compañeros heridos por los palos de la Guardia Civil en la esclusa del Puerto de Sevilla, las cargas policiales frente al Ayuntamiento, las detenciones en el puente del Quinto Centenario, la movilización masiva de la ciudad, allá por mediados de los noventa, bajo la pancarta Astilleros no se cierra. Han sido tantas, tantas protestas".

Daniel Camacho, 22 años, dos pendientes diríase que de aros en la misma oreja y piérdese la cuenta de sus tatuajes, entró en los astilleros en épocas de vacas gordas, 2007, cuando abundaban los encargos y la planta rebosaba actividad. Un impasse en medio de innumerables crisis. "Con algunos problemillas, aunque sí, las cosas iban bien".

En su casa no había tradición laboral en la industria de barcos. Bueno, sí, matiza, su padre era el que surtía a las máquinas de vending de la instalación naval hispalense. Trabajar allí era, entonces, una oportunidad, hacía falta gente. La ruina, ni se atisbaba. Al salir del instituto, qué hacer, pues aprender un oficio, el de montador, después soldador. "El sueldo era bueno desde el principio, estabas aprendiendo y te pagaban 800 euros mensuales. Para lo que había en la calle..."

Con cargo a Astilleros ha percibido ya la última nómina. "Nos han comunicado, a través de bureau fax, que no tenemos que acudir más a la factoría, que estamos exentos de ir, pero haremos caso omiso, no nos fiamos de nada". La Junta de Andalucía, lamenta, "se comprometió a reactivar la planta y ahora nos da largas. Fueron falsas promesas y hoy es cuando nos damos cuenta. ¿El futuro? "¿Qué futuro, si no hay nada? A echar currículum".

Para José Antonio Sánchez, casado, dos hijos y una hipoteca, el mañana es también sombrío. Lo es para él y para los miembros de su familia, todos en paro, el de Astilleros era el único sueldo, ya ni eso, fue despedido el verano pasado de una empresa auxiliar. No actividad en los astilleros, no trabajo en el tejido industrial que de ellos depende.

Lo suyo, comenta, eran las tareas de mantenimiento, de la maquinaria, las centrales eléctricas, los vehículos, todo aquello que necesitara de un vistazo, de una revisión. Pero ya lo único que revisa es el día en que le toca actualizar la tarjeta del paro.
Tres décadas, 30 años justitos, suma su matrimonio laboral con la factoría. "¿Y con 55, dónde me voy? Seré carne del desempleo hasta que me pueda jubilar". Qué remedio. La costumbre hace que se despierte cada noche a eso de las cuatro. Los ojos, como platos hasta amanecer.

Pero la lucha no es la de antes. En tiempos pasados, los motivos de la reivindicación sindical eran dos: aumentar la carga de trabajo cuando faltaba y mejorar las condiciones laborales de la plantilla. "Nosotros hemos conseguido doblarle el pulso a la administración pública en múltiples ocasiones y no entendemos cómo hay trabajadores que no presentan pelea a sus empresas cuanto los echan", lamenta Sánchez. Pero el caso es que la marcha a pie hacia Madrid -25 trabajadores- no busca tanto devolverle la vida a Astilleros de Sevilla como arrancar una salida económica "digna" para aquellos empleados que han quedado con escasas coberturas. Pues, aunque se resistan a reconocerlo, esta empresa naval ha muerto. Fin.

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