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Michelle tiene un sueño

Es un símbolo extraordinario que alguien como Michelle Obama haya inaugurado la Convención Demócrata en Denver. Con un discurso el mismo día, 45 años después, de las históricas palabras de Martin Luther King, sobre el sueño de una tierra prometida donde reinaría la igualdad entre los...

el 15 sep 2009 / 10:45 h.

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Es un símbolo extraordinario que alguien como Michelle Obama haya inaugurado la Convención Demócrata en Denver. Con un discurso el mismo día, 45 años después, de las históricas palabras de Martin Luther King, sobre el sueño de una tierra prometida donde reinaría la igualdad entre los hombres. Más de 4 décadas después, en una crisis que Barack Obama ha calificado, citando a Bobby Kennedy, como tiempos extraordinarios que exigen decisiones extraordinarias. Una nueva era de dificultades para la que el dirigente demócrata, Joe Biden, ha asociado, felizmente, la idea del sueño americano con el New Deal de Roosevelt. Ese vínculo indisoluble entre democracia y bienestar social. Una nueva época para la que ha exigido superar la pesadilla de la última ola conservadora. Esa que ha conseguido un mundo más frágil. Que ha empujado a millones de trabajadores a volver a sufrir la angustia de la incertidumbre. Michelle Obama preguntaba, a los miles de testigos directos y a los millones que seguíamos su discurso por todos los medios electrónicos disponibles, si el mensaje de su marido, su candidatura, no es el regreso al verdadero sueño americano.

Una contundente imagen de Michelle, con todo lo que representa, que nos recuerda el maldito espejismo que confunde reconocimiento legal de derechos con su verdadero goce. Que nos emplaza, tras las vanas ensoñaciones mercantiles que ahora condenan, de nuevo, a millones de personas a la pobreza, a recuperar el sentido real de los derechos. A volver a dar importancia a la discriminación que nos rodea cotidianamente. A recuperar el sentido del sistema democrático, A evidenciar, sin retórica hueca, la discriminación en el acceso a la vivienda, a la salud, al trabajo, a la seguridad familiar. A reconocer, activamente, la desigualdad que se fragua en la escuela. A denunciar los efectos de la desigualdad de oportunidades que nace en el propio origen social. Que se materializa en la sala de espera del consultorio médico, en el recibo de la nómina, en el color de la piel, en el tipo de contrato de trabajo, en la firma de la hipoteca, en la ayuda pública a la riqueza individual sin necesidades, en las diferentes formas de acceso a la riqueza colectiva, en la hipocresía de una sociedad satisfecha de falsa abundancia donde los ricos son más delgados y los pobres son más gordos.

Porque hablar de sueños, hoy, es tan oportuno como necesario. Porque 45 años después del sueño del doctor King, hay que preguntarse por la distancia que nos queda hasta la tierra prometida. A interrogarse acerca de si el mundo disfruta de mayor bienestar. Si la raza ha dejado de importar. Si contamos con los mejores instrumentos para garantizar el bienestar, para reducir las desigualdades, para superar discriminaciones. Si hemos conseguido evidenciar y corregir lo que el propio King calificaba como "socialismo para los ricos y capitalismo de libre empresa para los pobres". Ahora son los sueños de Michelle, de Barack, de Biden. Sueños que merecen la pena.

Abogado

opinion@correoandalucia.es

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