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¿Por qué Carmen no huyó de su agresor?

Las mujeres maltratadas desarrollan un vínculo enfermizo que las encadena a su agresor, denominado 'Síndrome de adaptación paradójica a la violencia'.

el 07 nov 2010 / 19:16 h.

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Carmen Redondo no abandonó a su compañero pese a que la maltrataba.

La crudísima historia de Carmen Redondo, que acabó degollada el miércoles por el que era su pareja desde hacía más de un año, ha dejado tras de sí una pregunta difícil de responder: ¿Por qué aguantó tanto una violencia tan evidente? Isidro Sacristán, que fue su compañero sentimental durante 14 años y quien encontró el cadáver de la mujer con el cuello rajado, sigue siendo incapaz de explicar, días después, por qué Carmen no sólo no abandonó a Issam M., sino que ni siquiera fue capaz de denunciarlo. "Le dije muchas veces: Carmen, yo te acompaño a la comisaría y pones la denuncia, te dan una orden de alejamiento y te libras de él", recuerda Isidro. "Ella me decía: sí, es verdad, tengo que echarlo de casa... pero nunca hizo nada, no sé por qué. Yo le preguntaba y no me decía nada".

La vida de esta mujer, asesinada a los 39 años, siempre fue complicada. Su padre murió cuando era niña y la familia de 11 hermanos sufrió numerosas visicitudes: algunos murieron jóvenes, otros sufren severos problemas de salud, según recuerda quien fuera su pareja durante más tiempo, y "su paño de lágrimas" hasta su muerte. Carmen tuvo un hijo a los 22 años, pero no vivía con ella. Trabajó en la hostelería, pero llevaba desde enero en el paro. Vivía de okupa porque, según Sacristán, la engañaron cuando alquiló la vivienda en la que vivía junto a su novio y a otro joven, también marroquí como Issam. Y arrastraba problemas con la bebida. Todo un cúmulo de desgracias que pudieron minar su autoestima hasta convertirla en la mujer "introvertida y callada" que describen sus vecinos, la que nunca acumuló valor para huir de una situación de malos tratos que era vox pópuli.

La abogada Amparo Díaz Ramos, responsable durante años del turno de oficio de Violencia de Género del Colegio de Abogados de Sevilla, asesora del Instituto de la Mujer y vecina de la calle Luis Cadarso, donde se produjo el crimen, asegura que no es una situación poco habitual: "En eso consiste el Síndrome de la Mujer Maltratada o Síndrome de adaptación paradójica a la violencia doméstica, tan difícil de entender: el hombre le come el coco y ella aprende que la mejor forma de mantener la tranquilidad en la pareja es ser sumisa".

Este proceso "patológico", enfermizo, de adaptación a la violencia puede durar "durante años, hasta que la mujer es capaz de reaccionar o uno de los miembros de la pareja muere", señala el profesor Andrés Montero Gómez, de la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid, en su informe Síndrome de adaptación paradójica a la violencia doméstica. Una encuesta sociológica del Instituto de la Mujer, que calcula que en más del 70% de los casos la víctima se aferra a la relación pese a sufrir abusos, cifra en cinco años el tiempo que la mujer puede aguantar esa situación, aunque Montero cita otros estudios clínicos que elevan el tiempo hasta diez años.

Por eso, aunque los vecinos escuchaban broncas a diario, Carmen no dejó a Issam ni lo denunció. Tampoco se lamentaba más que con Isidro, con quien tenía tan buena relación que los investigadores creen que ése fue el detonante del arranque de celos por el que su novio la mató.

"El comportamiento de la mujer afectada por dicho síndrome resulta muchas veces incomprensible para las personas de su entorno y los profesionales que la atienden", explica la abogada Díaz Ramos, que lo atribuye a una "baja autoestima, confusión, dependencia emocional del maltratador e incluso una culpabilidad mezclada con la fantasía de que el maltratador va a cambiar si ella se porta de forma sumisa".

Aunque a sus vecinos no les decía nada, ellos sí llegaron a la llamar a la Policía en abril, pero ella se acogió dos veces a su derecho a no declarar y él no fue procesado. La abogada admite que es difícil ayudar a una mujer que no ha llegado al punto en el que es capaz de pedir ayuda, porque su reacción, normalmente, será de negación. "A lo que se une que el dominador frecuentemente le dirá que nadie la va a creer, y a que la ayuda de la administración no siempre es suficientemente clara".
¿Qué hacer entonces para que las mujeres denuncien? Díaz Ramos cree que hay que facilitar a la mujer el acceso a los recursos. "La mujer que sufre la violencia a veces no sabe dónde se encuentran". En el caso de Carmen, había un Punto de Información a la Mujer a 50 metros de su casa, pero ella nunca lo había visitado.

En una conferencia reciente, la juez de Violencia contra la Mujer de Sevilla Eulalia Blat aseguraba que, junto al testimonio de la víctima, policías y jueces tienen recursos colaterales para adivinar un caso de maltrato, pero no siempre los utilizan, y pedía implicación a los profesionales para valorar las pruebas de forma integral y para que los procesos sigan adelante incluso si las mujeres retiran la denuncia. De hecho, uno de sus consejos era que nunca se cerrara un caso de violencia por falta de pruebas, porque "las mujeres maltratadas siempre vuelven, antes o después, pero vuelven", porque el maltrato no cesa. "Y ahí tiene que estar el expediente, esperando", afirmaba.

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