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Respeto, ese otro gran título

CONTRACRÓNICA | La afición del Sevilla disfrutó con el partidazo de su equipo, muy superior al Atlético, se desgañitó y le ovacionó al final.

el 02 mar 2015 / 11:06 h.

Un grupo de niños aficionados espera para hacerse la foto junto a sus ídolos. Foto: Manuel Gómez Un grupo de niños aficionados espera para hacerse la foto junto a sus ídolos. Foto: Manuel Gómez Ningún aficionado que se precie puede dejar pasar un duelo entre el Sevilla y el Atlético de Madrid a la hora de referirse a aquellos que tienen más chispa de cuantos existen. Da igual el estadio en el que se dispute. Siempre es mucho más que un partido, y en esta ocasión no iba a ser distinto. Y eso que dio la sensación de que el ambiente no fue el de anteriores ocasiones; al menos, en las horas previas. Eso sí: cuando el balón echó a rodar, la afición del Sevilla demostró por qué estos duelos son especiales, por qué son distintos. Ni un solo minuto de silencio, ni uno sin arropar a un equipo, el de Unai Emery, que se comió al de Simeone desde que saltó al césped gracias a su actitud y a su seriedad a la hora de idear y ejecutar el plan para imponerse a este gran Atlético. Sólo le faltaron fuerzas en la recta final y el premio del gol para redondear su partidazo. Fue noticia ver vacía la zona destinada a la afición visitante, presente a cuentagotas. Los seguidores radicales del Atlético se quedaron en Madrid. Las fuerzas de seguridad del Estado no tenían constancia alguna de su presencia. Fue lo mejor que podía pasarles, porque no es éste precisamente el mejor año para plantarse en el Sánchez-Pizjuán y echar leña al fuego. Lo que sí hubo fue cánticos contra el Frente Atlético, Javier Tebas, la Federación y hasta sobre los tristes cánticos contra la expareja de Rubén Castro: “Supporters alé, supporters alé, qué pasaría si le pegaran a Don Manué”.  Tuvo, desde luego, trabajo el encargado de redactar el informe que estudiará la Antiviolencia. Más allá de eso, el Sánchez-Pizjuán disfrutó de un auténtico espectáculo sobre el césped, de un Sevilla que se dejó el alma y evidenció algo importante: el respeto de sus rivales. Ganarse el que le tuvo el Atlético es otro título. Y no todo el mundo lo posee. Para conseguirlo hay que matarse en el césped, sudar hasta el pitido final y jugar a la pelota... Y esto fue justo lo que hizo el equipo de Emery, un técnico que, de paso, reivindicó sin palabras, sin aspavientos, su trabajo. En el Calderón, le sonrojaron; esta vez, fue quien sonrojó.

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