Economía

"Se deben dar ayudas para ascensores pero no pagarlo todo, que los precios se inflan"

La barriada de La Paz de Sanlúcar La Mayor fue la primera en implantar ascensores gracias a su gestión. Lo que comenzó como una ayuda a su suegra se ha transformado en Praysa, que ofrece un servicio integral llave en mano.

el 28 jun 2014 / 23:53 h.

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JOSÉ LUIS MONTERO JOSÉ LUIS MONTERO Francisco Vázquez (Barcelona, 1970) dejó el mundo de la banca –«era bancario, que no banquero», aclara– para desarrollar un proyecto que se inició para cubrir una necesidad, la de su suegra que, tras rechazar una prótesis de cadera, perdió la movilidad. En ese momento, recuerda, «solo 16 escalones le separaban de la calle», los suficientes para no poder salir de casa, así que se puso manos a la obra para conseguir que el bloque en el que residía instalase un ascensor. Y lo que comenzó como horas extra por las tardes se convirtió en una empresa, Praysa, que ofrece proyectos integrales, desde los estudios de viabilidad a la ejecución y mantenimiento, pasando por la financiación. Una idea empresarial que surge para cubrir una necesidad concreta. Buscar una solución para mi suegra implicaba una solución para el resto de los vecinos. Ella vivía en una barriada de 16 bloques y al final se beneficiaron unas 100 familias. Hacía falta convencer a un colectivo de personas mayores de nivel cultural medio bajo y con un poder adquisitivo bajo de que había una solución viable que pasaba por tramitar una subvención, buscar la financiación, y conseguir hacer la obra con el menor precio posible. ¿Cuál fue la primera reacción? Hablé con el alcalde, le conté el proyecto y le dije que necesitaba que presentara el proyecto. Fue la fórmula que pensé mejor para evitar el recelo. En esa primera ocasión conseguí que llegaran 2,5 millones de euros de la Junta de Andalucía, que era el 95 por ciento de subvención a cada bloque. ¿Y de ahí a montar la empresa? Acabé creando mi empresa constructora y haciendo la obra porque me di cuenta de que en ese colectivo tenías que ofrecer un proyecto llave en mano que les garantizara el menor precio y la menor cantidad de problemas. Además de la mentalidad empresarial se requiere también empatizar con los vecinos, conocer su problemática y ayudarles a superar todas las trabas. Lo más complicado es que no hay que convencer a una persona, sino a una mayoría. Lo difícil es lograr esa confianza. ¿Con qué solución técnica? La época dorada fue cuando la Junta prácticamente lo pagaba todo. Con los niveles tan altos de subvención y con una despreocupación tan grande sobre los precios finales, estos se disparaban. Lo que siempre he pensado es que racionalizando ese proceso, industrializándolo al máximo porque el volumen lo permite, ya que hablamos de más de 200.000 edificios en España, se podía llegar a un sistema que permitiera con menos dinero llegar a muchos más vecinos. Si contamos diez viviendas por bloque y tres personas de media por vivienda, el resultado es 6 millones de personas. De ahí nace una patente hace seis meses, que desarrollamos en los últimos siete años. La idea es industrializar: que todo se haga en taller, que los tiempos de mano de obra y montaje sean menores, por lo que la repercusión económica final es menor. Pero todo eso tiene sentido cuando trabajas a escala, con grandes volúmenes. En Sevilla hay 4.000 bloques sin ascensor, en el Polígono San Pablo, 700. En Jerez, hay barriadas con más de 1.000. Un informe del Defensor del Pueblo Andaluz de 2010 sobre el parque residencial estimaba que podía haber más de 165.000 personas en Andalucía prisioneras en sus casas. Eso que suena muy frío, es una auténtica barbaridad. ¿Qué es lo que ofrecen? Aparte de la patente, ofrecemos un producto integral que pasa por un estudio previo de viabilidad, otro económico, un estudio financiero, la patente que abarata los costes, la ejecución de forma industrializada de la obra y la instalación y el mantenimiento, para lo que tenemos un acuerdo con MP. Al final, eso se traduce en una cifra y es que somos un 40 por ciento más económicos que el resto. Este producto lo seguimos comercializando a nivel individual, por comunidades, y también lo hemos ofrecido a las administraciones. ¿Qué cambiaría en las ayudas? El dinero que cuesta poner en marcha las subvenciones hace que no llegue a la gente que tiene que llegar. Se deben dar ayudas pero no todo, que la gente tenga que poner algo, que tenga que valorarlas de alguna manera y poner de su parte porque habrá mas a repartir entre más gente y no se infla todo tanto. El Ayuntamiento acaba de anunciar una línea de ayudas que apenas llega para una decena de bloques. Por primera vez en la historia un Ayuntamiento, en este caso el de Sevilla, convoca subvenciones para ascensores. Siempre había sido a nivel autonómico. Esta línea, que se publicó el 10 de junio, abarcaría una subvención del 40 por ciento con un máximo de 40.000 euros. Me acaba de llamar una comunidad diciendo que si no está segura la subvención no saben si hacerlo. Ese temor viene porque de las últimas 5.000 solicitudes  de la Junta solo se han pagado 2.000. Eso ha generado desconfianza. ¿Cuál es la inversión media? ¿Han constatado mayor interés tras el anuncio municipal? El promedio puede estar en torno a los 60.000 o 70.000 euros. Hemos notado una mayor inquietud. Que se haya dado solo el plazo de un mes para presentar la documentación es una criba importante pero necesaria porque para esta primera convocatoria el número de ayudas se va a restringir a unas doce, muy poco. El año que viene el Ayuntamiento valorará la respuesta y puede plantear acometer algo mucho mayor. Entiendo que la filosofía ha sido de una prueba piloto. ¿Todos los bloques que no tienen ascensor son susceptibles de incorporarlo? En un noventa y mucho por ciento. Por desgracia hay un porcentaje, del 1 o el 2 por ciento, que no tienen solución viable a su problema. Lo que pasa es que muchas veces las soluciones son más costosas en unos casos: si hay que tirar la escalera y hacerla de nuevo más pequeña... ¿No es la misma para todos? Hay siete u ocho patrones o bloques tipo. Durante la época de Franco se hizo mucha vivienda social concentrada en barriadas. Para hacerlo escalable hay que hacerlo igual en todos: solución técnica, proyecto, acabados, financiación... porque los agravios comparativos es lo peor que hay. Esa es mi apuesta, industrializar. Eso no existe que yo conozca hasta hoy, y llevo ocho años trabajando en esto. ¿Cómo ha afectado al negocio la restricción presupuestaria de las administraciones y la morosidad de las comunidades de vecinos? Ese dato hay que matizarlo. Los bancos son los dueños de la mayoría de viviendas vacías que no pagan la comunidad porque es más barato hacerlo cuando alguien reclame una cantidad grande que tener a un departamento que esté pendiente de mandar transferencias. Lo decía además de por la banca por el impacto de la crisis... En Sanlúcar pusimos 24 ascensores, han pasado tres años de crisis y ninguno se ha quedado parado. Pedimos en 2012 a MP que hiciera un muestreo entre 2.000 ascensores de toda España, y el resultado es una morosidad del 0,2 por ciento. ¿Cómo han logrado sobrevivir? Ha sido muy duro. Siete años de trabajo con rentabilidades a muy largo plazo. Son personas con poco recursos pero clientes muy fiables a los que les preocupa no poder pagar.

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