Cultura

Sevilla debuta con Botero

Fernando Botero no había recalado nunca en Sevilla. Cajasol lo remedia con la exposición Botero. Una mirada diferente, un recorrido por 70 piezas de su pintura más comprometida, con la que regresa a la época más sangrienta de Colombia. (Foto: El Correo)

el 15 sep 2009 / 03:46 h.

A pesar de ser el artista latinoamericano más influyente del globo, con su obra repartida por los cinco continentes, Fernando Botero no había recalado aún en Sevilla. Cajasol lo remedia con la exposición Botero. Una mirada diferente, un recorrido por 70 piezas de su pintura más comprometida, con la que regresa a la época más sangrienta de Colombia, su país natal.

Botero. Una mirada diferente podría catalogarse como el prólogo, o el despertar del artista colombiano en la pintura comprometida después de unos primeros años de arte complaciente. Y es que, este pintor y escultor nacido en Medellín -durante las décadas de los 80 y 90, una de las zonas calientes por excelencia del país más violento del globo- fraguó su estilo característico con esos personajes rotundos de mejillas coloreadas, presentados en su vida cotidiana, seres despreocupados que habitan en un mundo apacible y amable.

Pues bien, las imágenes que podrán verse en el Centro Cultural Cajasol del 6 de mayo al 30 de junio se alejan de esa mirada hedonista para dar un testimonio de la barbarie que se ha cernido sobre su país, donde los secuestros, torturas y masacres fueron algo cotidiano en los años 90.

El mismo artista lo ha explicado así en más de una ocasión: "Yo estaba en contra de ese arte que se convierte en testigo de su tiempo como arma de combate. Pero en vista de la magnitud del drama que vive Colombia, llegó el momento en que sentí la obligación moral de dejar un testimonio sobre un momento irracional de nuestra historia".

Bajo esta premisa, la comisaria de esta exposición en España, Marta Franch, ha realizado una selección de 70 obras, entre ellas 27 dibujos y 23 óleos que el pintor Fernando Botero realizó entre 1999 y 2004 para ser donadas posteriormente al Museo Nacional de Colombia, y que se completó el pasado año con una colección de 15 dibujos y dos óleos.

A través de sus pinturas y dibujos, Botero recuerda unos episodios que el pintor muestra retratando la sensibilidad de un pueblo del "que no se puede vivir de espaldas", como explica el propio pintor en el catálogo de la muestra, titulado Testimonios de la barbarie. Así, refleja la masacre en Ciénaga Grande o pueblos completos arrasados y destruidos. De ello hablan algunos de sus títulos: Carro bomba, Matanza de los inocentes, Mujer llorando, Viva la muerte, Agonía o La muerte en la catedral, entre otros.

Por su parte, Botero donó estas dolorosas piezas a Colombia "porque considero que con esta obra no podía comercializar, ya que son producto de una reflexión sobre la situación colombiana. Lo importante es que se vea como un momento determinado, no que esa es la situación actual, porque es un país apacible, que lucha por salir de una crisis", ha explicado recientemente el autor, que ya ha paseado esta exposición por más de una decena de ciudades españolas.

Las guerras. No obstante, aunque ésta fue su serie más conocida dedicada a la denuncia política y social -luego vendrían otras, como la reciente dedicada al maltrato a presos de la cárcel de Abu Ghraib en Irak-, no era la primera vez que Botero se acercaba al tema. Lo había hecho con anterioridad, por ejemplo en los murales Masacre de los inocentes y El secuestro, o cuando acude a las páginas de sucesos de los periódicos para extraer temas relacionados con la violencia cotidiana, como en Teresita la descuartizada o El asesinato de Ana Rosa Calderón. Pero, es a partir de 1999 cuando centra toda su atención en recrear la dramática situación por la que pasan sus conciudadanos.

No obstante, a pesar de su alejamiento del mundo apacible e idílico que parecen habitar sus personajes anteriores, Botero se mantiene firme en las formas y en el peculiar tratamiento al que somete a la figura humana, así como esa simbiosis que hace del indigenismo, la tradición pictórica mural mexicana -a donde emigró de joven y donde se forjó como artista- y el surrealismo europeo. A través de esta colección, "desaparece la concepción singular de la pintura de Fernando Botero para dar la bienvenida a un pintor entregado, capaz de mostrar su personalidad".

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