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Sevilla se refugió en San Bernardo

el 16 sep 2009 / 01:08 h.

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San Bernardo se quedó chico. La espera desde hacía dos años para ver al Cristo de la Salud y a la Virgen del Refugio sobre las calles de Sevilla hizo que antiguos y nuevos vecinos llenaran -aún más si cabe- no sólo las aceras colindantes a la parroquia, sino también la reja de ésta, las ventanas, los balcones, los zaguanes y las azoteas.

Quedaban sólo 15 minutos para que la Cruz de Guía de la hermandad hiciera su salida y los nervios estaban a flor de piel: los nazarenos rezagados corrían a formar, los padres de los pequeños cofrades les cargaban los bolsillos de estampitas y caramelos y los últimos en llegar a la calle Santo Rey intentaban hacerse un hueco alrededor de la rampa por la que, iba a pasar el cortejo, tarea difícil si se tenía en cuenta que los primeros espectadores estaban desde las 11 de la mañana. Aurora Ruiz y toda su familia, incluidos siete bisnietos, llegaron a primera hora. "Nos hemos traído el café y las tostadas para coger el mejor sitio y a la vuelta, desde las siete de la tarde, nos colocaremos aquí". Su sitio, junto a la verja de la parroquia no dejaba lugar a dudas de que esta antigua vecina del barrio había acertado. Como la de Aurora, eran muchas las familias que ya no vivían allí pero que cada año volvían a ver a su hermandad. "Aunque estoy lejos, me acuerdo todos los días de mi Cristo", contaba Carmen Figueras mientras señalaba la casa donde ella vivía antes. Como muchos del barrio, le ha transmitido a sus hijos la devoción por la hermandad. "Se lleva en la sangre". En las alturas, en un tercer piso, las nuevas generaciones de vecinos de San Bernardo también vibraban con esa hermandad que teñía las calles de negro y morado y cuyo Crucificado estaba a punto de salir.

Con lentitud, la cuadrilla de costaleros fue recorriendo la rampa de madera que les facilitaba la bajada de la Iglesia y encadenando dos marchas se fue alejando con el Cristo de la Salud sobre sus costales. Ante el paso de esta imagen los allí presentes no pudieron evitar ni los vítores ni las lágrimas ni conversaciones como la que mantenían dos pequeños subidos a la verja de la parroquia: "¿Tú sabes cómo murió?", "Lo cogieron los malos y le pusieron clavos". Los 2.400 nazarenos hicieron su salida y le tocó el turno a la Virgen del Refugio. Con maestría y delicadeza -los remates de los varales casi rozaban el arco de la iglesia- salió esta imagen dejando a su paso el aroma del azahar que la adornaba mientras se perdía por el barrio.

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