Cultura

Tradición musical revalidada

El director artístico de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla se puso anoche por primera vez frente a la misma para ofrecer a la afición hispalense su visión del Miserere de Hilarión Eslava. El reto quedó coronado con el entusiasmo del público, agradecido también con las aportaciones del coro y los solistas.

el 16 sep 2009 / 00:55 h.

El director artístico de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla se puso anoche por primera vez frente a la misma para ofrecer a la afición hispalense su visión del Miserere de Hilarión Eslava. El reto quedó coronado con el entusiasmo del público, agradecido también con las aportaciones del coro y los solistas.

El Miserere de Hilarión Eslava constituye una tradición irrenunciable de la capital hispalense. Aunque ya el Viernes de Dolores desfilaran por nuestras calles seis cofradías aún no integradas en el calendario oficial, es la música que el maestro de capilla de la Catedral escribió para los Santos Oficios en 1835 la que marca el principio de la Pasión Hispalense.

Halffter ha recogido el testigo de Luis Izquierdo, que lo dirigió durante cuarenta y tres años casi ininterumpidos, y del director de la Banda Municipal, Francisco Javier Gutiérrez, que lo dirigió el año pasado. Para ello ha recuperado la versión que todos conocemos, libre de los cantos gregorianos añadidos el año pasado que recreaban la liturgia decimonónica. Prueba evidente del fervor con el que el público sevillano se rinde a su Miserere es la afluencia de público en el recinto catedralicio, en claro contraste con la tibia taquilla que presentó La Pasión según San Juan en el Maestranza tan sólo unas horas antes.

Es menester que en próximas ediciones el Protocolo de la Catedral deje en manos de los responsables de prensa del Ayuntamiento o de la Orquesta las facilidades para que podamos hacer nuestro trabajo sin tener que recurrir a ejercicios de imaginación. Ellos están más acostumbrados.

En lo musical Halffter imprimió de energía, vigor y voluptuosidad la melódica partitura de Eslava, aunque debería haberse permitido alguna licencia para mejorar sus defectos de orquestación y suavizar agunas de sus imperfecciones, como la ridícula intervención de los metales en el Auditui. El Coro de la Asociación de Amigos de la Maestranza abordó sus numerosas intervenciones con sutileza y elegancia, en un tono elegíaco que lo distingue de las partes solistas, más próximas al bel canto de Bellini o Donizetti. En este apartado repitieron dos de las voces del año pasado, la del tenor tinerfeño Jorge de León y la del barítono Federico Gallar, ambos curtidos en el mundo de la zarzuela. Flavio Oliver, el más familiarizado con la obra, que además la grabó con Izquierdo, fue el encargado esta vez de cantar el Amplius, con su voz de contratenor sedosa y su gran dominio técnico. La concertino le acompañó con un sensacional solo. El tenor ostenta un hemoso timbre pero exhibe torpeza en las modulaciones, con sobreagudos muy forzados. Gallar cumplió dignamente, con una potente proyección y un flexible fraseo. Como simpática anécdota, el llanto de un bebé, que obligó a alargar la pausa antes del Tibi soli, para desesperación de la madre. Otros niños, los de la Escolanía de Los Palacios, se lucieron en el Redde, con unas voces tersas y seguras.

Otra curiosidad: las entrañables aportaciones gráficas de este periódico al muy completo y documentado programa de mano de Ramón María Serrera.

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