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Un camino fácil para Miguel

Nadie puso entre las cuerdas al autor confeso del crimen, que salió airoso de un interrogatorio. Con Samuel, en cambio, las acusaciones fueron mucho más agresivas.

el 22 oct 2011 / 20:55 h.

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Se acabó. La última oportunidad para interrogar a Miguel Carcaño, el autor confeso del crimen, era su declaración en el juicio que comenzó el lunes contra él y los otros tres adultos implicados. Carcaño salió airoso del mismo, reconociendo abiertamente ante el tribunal y las partes que había mentido y que se inventó "todos los detalles" que ofreció cuando contó que él y el Cuco violaron y asfixiaron a la chica.

Miguel también afirmó con toda tranquilidad, casi tres años después del crimen, que no sabe dónde está el cuerpo. Ni un titubeo, ni una vacilación, no se vio acorralado por sus mentiras.

Miguel llegó al juicio con la lección bien aprendida. Volvería a negar la doble violación, como ya hiciera en septiembre de 2009 y volvería a su primera versión de que la mató de un golpe. Además, mantendría que desconoce el paradero del cuerpo de Marta. El objetivo es claro. Por un lado, librarse de los 30 años que le reclaman por las dos agresiones sexuales, ya que prácticamente la única prueba que hay es su confesión; y de los 20 años que le piden por asesinato, pues si la mató de un golpe estaríamos ante un homicidio y, por tanto, la pena se rebajaría a la mitad. ¿Y por qué decir que no sabe dónde está el cuerpo? Para librarse de los delitos contra la integridad moral y de profanación de cadáver que le reclaman las acusaciones por no revelar su paradero. Dos años menos que rascar a los 52 que le piden.

"No sabría decirle", "no lo sé" repitió Carcaño cada vez que se veía ante una pregunta cuya respuesta podría afectar a sus intereses. La Fiscalía realizó un extenso interrogatorio que comenzó, como a todos los acusados, pidiéndole que se situara en el 24 de enero de 2009. Comenzó explicando desde cuando conocía a Marta y la relación que tenía con ella, para ir poco a poco adentrándose en las horas claves. Primero el golpe con el cenicero, luego la negativa a decir dónde está Marta.
Pensar que en el juicio conoceríamos dónde está el cuerpo de la chica era casi una ilusión. Pero, la sensación al presenciar la declaración es que faltó más presión en el interrogatorio. Se echó en falta, en especial, una acusación particular más agresiva, que buscara encerronas, ponerle nervioso y dejarle en evidencia. Está claro que aún así Miguel no iba a confesar, pero al menos lograr sacarle del guión que traía bien preparado y ponerle bajo de intentar no contar la verdad y hacerlo bajo la atenta mirada de su hermano, Javier Delgado, quien según la tesis del abogado de la familia es el "cerebro" de toda esta trama.

Es cierto que ante el acoso Miguel siempre podría haberse acogido a su derecho a no declarar y que el presidente del tribunal podría haber declarado improcedentes las preguntas, pero al menos se debería haber intentado. De hecho, el magistrado no invalidó ninguna pregunta por reiterativa, quizás sabiendo la peculiaridad del caso, y dejó que se le preguntara hasta cuatro veces por el cuerpo.

El interrogatorio del fiscal fue completo, le cuestionó sus respuestas, e introdujo hábilmente la versión de la violación con su respectiva reconstrucción, alegando contradicción entre lo declarado en el juicio y el 17 de marzo, por lo que el tribunal no tendrá más remedio que entrar a valorarla.


En cambio, la actitud de la acusación con Samuel Benítez fue más dura. Quizá la propia actitud del joven induce a ello, ya que es mucho más desafiante que Miguel, que se muestra más apocado. El joven comenzó seguro y arrogante su declaración y tuvo varios momentos de inseguridad, incluso de rabia. Con el hermano de Miguel, Javier Delgado, ocurrió lo mismo. "Supongo que es lo que quería escuchar la acusación", llegó a responder desafiante Javier ante el acoso a preguntas del letrado de la familia. De nuevo, con María García los tonos irónicos volvieron a desaparecer, probablemente también, por lo largo de la jornada. Sólo dudó con las horas, que nunca las dio con exactitud.

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