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Vázquez Consuegra

La antigua Roma celebraba a los triunfadores exponiendo sus trofeos; algunos de ellos siguen grabados en piedras como las del Arco de Tito. Ése es el sentido ciudadano que debe tener la exposición del Apeadero del Alcázar con que la Junta honra a Guillermo Vázquez Consuegra, sevillano y Premio Nacional de Arquitectura 2006, arquitecto en una Sevilla...

el 15 sep 2009 / 19:49 h.

La antigua Roma celebraba a los triunfadores exponiendo sus trofeos; algunos de ellos siguen grabados en piedras como las del Arco de Tito. Ése es el sentido ciudadano que debe tener la exposición del Apeadero del Alcázar con que la Junta honra a Guillermo Vázquez Consuegra, sevillano y Premio Nacional de Arquitectura 2006, arquitecto en una Sevilla de grandes arquitectos. En los años de su formación -que son los de la mía- considerábamos casi un deber rebelarnos contra quienes nos habían precedido aunque éstos fueran los que tenían la sartén por el mango. Por eso él también se rebeló.

Guillermo entonces hizo libros en vez de pisos para no someterse; hizo con papel aquellos Cien edificios de Sevilla o las Plazas de Toros de España y, con ladrillos, sólo una casa, la de Rolando, que dio la vuelta al mundo en papel de revistas. De la nada no sale nada, decían los maestros escolásticos sin saber nada de bioquímica y nosotros, sabiendo apenas nada, nos atrevíamos a contradecirlos y a decir que de aquella nada en la que vivíamos, sacaríamos algo. Después descubrimos lo mismo que aquel Gerberto de Aurillac que ahora llaman el Papa Mago, que habíamos ido montados sobre las espaldas de Cristobalones.

Mientras veía la exposición, me encontré ante la casa de Rolando y el pensamiento se me fue hasta los Beatles porque aquel proyecto revolucionario había sido como sus canciones, anatematizadas por todos los clásicos, tarareadas luego por todo el mundo, convertidas en clásicas. En aquellos años otro libro calificaba a los arquitectos del segundo tercio del XX de vanguardia imposible; el edificio rompedor con todo lo anterior, visto ahora, rezumaba clasicismo, era el clásico cortijo pero instalado en el paisaje de después de la batalla, la de la rebelión de esta vanguardia: era Yesterday.

Antonio Zoido es escritor e historiador.

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