Cofradías

Viernes de Dolores: Los barrios anticipan los días de la Pasión

Seis hermandades y una agrupación parroquial abren los días del gozo. Los primeros nazarenos de las vísperas se asomaron en Palmete.

el 12 abr 2014 / 00:57 h.

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Hermandad de Pino Montano. / Foto: J.M.Paisano Hermandad de Pino Montano. / Foto: J.M.Paisano Los primeros nazarenos, las primeras saetas, los primeros rezos por los que ya no están... Sevilla vivió ayer el mejor anticipo de los días del gozo. Seis hermandades y una agrupación parroquial descorrieron ayer los cerrojos de la Pasión en otros tantos barrios de la ciudad para los que no hay mejor catequesis pública que la de acompañar a sus devociones particulares.   PADRE PÍO-PALMETE Rumbo al Cerro, su particular Catedral Los primeros nazarenos en pisar suelo sevillano lo hacían desde la barriada de Padre Pío-Palmete, todo un timbre de gloria para su hermano mayor, Antonio Castillo, que momentos antes de que se abrieran las puertas de la parroquia de San Juan de la Cruz se dirigía así a sus hermanos: «Vamos a ser la hermandad que abra la Semana Santa de Sevilla. Nuestra Cruz de Guía será la primera que se pondrá en la calle». Y así fue como, puntualmente, a las 17.20 horas, los nazarenos de sotana y capa cremas y antifaz burdeos ponían rumbo un año más hasta la parroquia de los Dolores del Cerro, simbólica Catedral para esta sencilla corporación que ayer presentó una muy apreciable evolución en la estética de sus pasos: el del Señor de la Salud y Clemencia con su canasto barnizado y el de la Virgen de la Divina Gracia, más trianera que nunca –cómo se nota la mano de su vestidor, Antonio Bejarano– luciendo los antiguos respiraderos de otra Virgen de Gracia (y Esperanza) de San Roque, cuyo hermano mayor, Antonio Barrero, ocupó ayer de paisano un puesto en la presidencia del palio a la salida. Un crespón negro en el varal delantero derecho recordaba la memoria de Ana Rivas Vázquez, hermana fundadora fallecida hace dos meses.   PINO MONTANO Un barrio a la sombra del Arco Pegaba fuerte el sol cuando empezaba a llenarse la plaza de la parroquia de San Isidro Labrador. Había vecinos apostados en las vallas que delimitaban el discurrir de la cofradía y un goteo incesante de nazarenos que llegaba como afluentes devocionales procedentes de todas las calles del barrio. Todos estaban expectantes, con ganas de estrenar vísperas y saborear el día grande de Pino Montano. En silencio y con lágrimas en los ojos, Ana trataba de pasar desapercibida entre el bullicio, aunque su vestimenta de negro riguroso delataba su reciente pena: «Hace poco que falta mi marido, pero tenía que venir a ver a mi familia». Los hijos de Ana –hoy ya hombres– formaron parte de los niños del colegio Félix Rodríguez de la Fuente, germen de la actual cofradía de Nuestro Padre Jesús de Nazaret y María Santísima del Amor: «Sacaban unos pasitos con imágenes de cartón piedra. Qué de ilusiones. Qué de trabajo, pero también qué satisfacción viendo ahora en lo que ha derivado con los años», reconocía mientras lloraba al ver salir el paso de misterio. El barco como se refería Patricia, otra vecina, arrancó los primeros aplausos en una tarde que vistió su mejor traje de fiesta y buscó el cobijo macareno tratando de olvidar los apuros que ha traído la crisis. Para ello, nada mejor que echar mano de la historia. Hace seis años, la hermandad del Arco amadrinó la primera estación de penitencia de la cofradía de Pino Montano. Como entonces, allí estaba el estandarte de la Macarena con una representación de nazarenos de capa. Era el primer gesto del programa de hermanamiento entre ambas corporaciones que se espera llevar a cabo en los próximos meses. Pepe Hidalgo, alma mater de la banda de la Centuria Macarena –la juvenil iba en la cruz de guía–, daba en el clavo al asegurar que esta zona que se levanta al otro lado de la SE-30 «está bendecida por la Esperanza». Y tanto. Si no que se lo digan a estos jóvenes cofrades que han ido ganándose un sitio en las vísperas y en la Semana Santa de Sevilla a base de unir hermandad-parroquia-barrio. «Son todo el año, ayudando al barrio a través de Cáritas parroquial y tantas obras sociales», apuntaba Emi, otra madre de costalero. Quizás por eso la salida de la Virgen del Amor vino acompañada de una lluvia de pétalos de rosas desde lo alto del campanario de la parroquia, que alfombraron los primeros metros y colorearon el ya singular exorno floral. Los vecinos habían contribuido a esta petalá, así como al enjoyamiento de la corona, como dijo el vestidor de la dolorosa, José Antonio Grande de León. «Se ha vuelto a la tradición de adornar la corona, con joyas que han entregado las hermanas». Pero hay más sentimiento encerrado entre esos doce varales. La saya que portaba la dolorosa ha sido bordada también por un grupo de hermanas. Y para colmo, en la entrecalle del palio, brillaba una Esperanza en plata mientras sonaban las marchas Coronación Macarena y Esperanza Macarena. Con una madrina así, la sombra estaba más que garantizada.   LA MISIÓN Haciendo hermandad por Heliópolis El Viernes de Dolores del pasado año comenzó con negros nubarrones, presagio de todo lo malo que luego regó el cielo. Por fortuna, aquella tarde abrió y La Misión pudo celebrar con su barrio sus primeros 25 años de historia. Ayer, el rito volvió a repetirse, añadiendo un año más, un nuevo peldaño al relato de la devoción de Heliópolis por el Santo Cristo de la Misión. La Banda de Las Cigarreras acompañó la salida del misterio con Cristo del Amor, celebérrima marcha que habitúa a sonar en el primer tramo de la cofradía. Salía el Nazareno con una túnica burdeos, como también resultó novedoso el vestuario de las Santas Mujeres que lo acompañan. La de La Misión es una salida cómoda y familiar, en la que se respira una comunión muy cercana con la hermandad, propia de las hermandades ligadas a un colegio, como es esta, cuyas filas de nazarenos –500 y creciendo– forman en el patio del Colegio Claret. Hablamos de ritos que se reanudan una y otra vez, ya tan pronto, cuando toda la Semana Grande está por empezar. Pero la hermandad claretiana comenzó a cumplir muy pronto con los suyos, revirando hacia el vecino Colegio Nuestra Señora de las Mercedes, casa de las Misioneras de la Doctrina Cristiana, desde cuyo balcón principal una sencilla pero bien impostada saeta preludió las marchas Cordis Mariae y Dulce Nombre de María. Luego, en una larga chicotá saludada con aplausos y cámaras flamantes La Misión buscó Reina Mercedes, conquistando corazones, arremolinando juventud a su paso, haciendo hermandad.   BELLAVISTA «Coronando a su Virgen a base de platos» Cómo vibra Bellavista con la salida de su cofradía, ésa que está intentando «coronar a su Virgen a base de platos de comida para quienes carecen de ella», como bien subrayó hace seis días el pregonero de la Semana Santa, Francisco Berjano, desde el atril del Maestranza. El pregonero fue precisamente uno de los protagonistas de la mañana del Viernes de Dolores en Bellavista. Tras sus cariñosas palabras hacia esta corporación realzando la labor que cada día realiza en el comedor social del barrio, ayer quisieron agasajarle con la entrega de un cuadro y una placa donde se podía leer este pasaje de su pregón. Berjano se conmovió cuando, en lugar de que el hermano mayor, Alfonso Lozano, diera lectura a la placa, por los altavoces de la iglesia retumbaron sus palabras pronunciadas en este fragmento hace seis días. Y es que el mayor estreno de esta corporación de vísperas sigue siendo, año tras año, ese milagro de la multiplicación de los panes y los peces para dar de comer diariamente a 200 personas. El año que viene, Dios mediante, habrán acabado las apreturas con las que salen del templo sus casi 500 nazarenos. Medio siglo se cumple de la hechura del Señor de la Salud y Remedios, obra póstuma de Castillo. El «Moreno de Bellavista», como lo llama su capataz, vestía ayer una túnica de tisús bordada en oro del Señor de la Redención. Extraordinariamente ataviada por las manos de Paquili, la dolorosa del Dulce Nombre salió del interior de la parroquia con el trío de Encarnación Coronada.   PASIÓN Y MUERTE Triana se viste de ruan y flores silvestre Con el sonido de fondo del chirrido de los hierros, del arrastre del metal, la levantá mecanizada del Cristo de Pasión y Muerte obró el milagro. La única hermandad trianera de Silencio salió puntual desde Virgen de Fátima para demostrar que no hay salida más difícil. Quince minutos de tensión y pasión, de un trabajo milimetrado y organizado para que el paso del Santísimo Cristo haga estación de penitencia en Santa Ana. Sale tumbado, rozando el techo, pero, una vez alzado, su robusta espalda es la protagonista, junto con su sufrido rostro y sus piernas casi reposando en el monte de espinos, cardos, rosas lilas, calas, alhelíes y hiedras. Un monte silvestre de un paso que ayer estrenó dos cartelas: un corazón con siete puñales y un navío en el mar en alusión a la Virgen del Buen Aire. Vecinos y hermanos disfrutaron de una tarde perfecta, de un cortejo silencioso y de una entrega digna de elogiar.   CRISTO DE LA CORONA Un Silencio repentino, maravilloso Alguien decía viendo avanzar, evolucionar, levitar por Placentines al Cristo de la Corona que esta iba a ser su hermandad del Viernes de Dolores. Devociones intransferibles a un lado, lo cierto es que esta corporación baña la tarde-noche en un aroma característico de las horas clásicas de la Semana Santa. Con él, y con Pasión y Muerte en Triana, la jornada se tiñe de tinieblas y su personalísimo contrapunto con otras cofradías del día no hace sino embellecer de contrastes una tarde de gozo indisimulado. Nazarenos de ruán morado de cola, con esparto y capirote alto, apenas un centenar, discurrieron desde la Parroquia del Sagrario de la Catedral en sepulcral silencio, protegiendo al Cristo de la Corona, una de las tallas más antiguas de cuantas transitarán estos siete días por las calles de Sevilla. Cuatro londinenses de entusiasmo contagioso se alzaron en las sillas de su velador para llevarse a casa una postal fotográfica de la hermandad. A pie de tierra, un políglota sevillano les instruyó espontáneamente sobre lo que veían. Los ojos de los ingleses brillaban, de repente ya eran como nosotros y como aquellos otros que preludian al nazareno que abraza la cruz al revés, una suerte de Silencio repentino, maravilloso.  

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