Esta sección de El Correo inició su andadura con capítulo premonitorio. La ‘Sevilla Black’ que era tenebrosa hasta llegar a la impunidad del ‘Caso Los Galindos’, entre otros. Ahí hay una ‘manu militari’ que se movió hábil en los estertores del franquismo, Julio de 1975.
Este asunto criminal parece infinito, como Albert Einstein pronosticó del firmamento y la estupidez humana. Pensábamos que lo sabíamos todo del caso tras exhumarse cadáveres, rehacerse autopsias, editarse libros, cartas ‘anónimas’, reportajes de expertos, novelas o ver documentales y películas centradas en Los Galindos, tema hartible para los paradeños.
Los Galindos figura, con letras de oro, en la historia española de la impunidad. Quienes inspiraron y ejecutaron a cinco trabajadores forman parte de esa España que ‘hiela el corazón’. La que nítidamente describió Antonio Machado. O la de esa lucha insana entre ‘realidad y deseo’ que formuló Luis Cernuda. Pero, al cabo, en ese cortijo fue implacable el ‘sevillanismo’ rancio que acuñó Chaves Nogales. Eran otros tiempos.
Quienes se acercaron al sumario 20/75, finalmente ‘desaparecido’ en 2015 durante un traslado desde juzgados de Marchena a la Consejería en Sevilla, saben que muchas leyendas, mentiras y ‘frikis’ pululan por el caso desde su génesis investigadora. El marketing de la editorial Almuzara -en 2019- vende ‘toda la verdad’ sobre el magnicidio en un manuscrito del hijo de los dueños del cortijo, Juan Mateo Fernández de Córdova (1960)
El crimen que asesinó a José González, Asunción Peralta, Manuel Zapata, Ramón Parrilla y Juana Martín comparte verdades: las víctimas erraron lugar y momento, los asesinó alguien ajeno al cortijo, habían tejemanejes sobre cosechas y tierras, hubo militares -con y sin uniforme- en la plantilla (el capataz fue guardia civil; el administrador teniente), en sus dependencias (un pelotón legionario se asentó allí y hubo cónclaves de coroneles y generales ultrafranquistas) y gestión del cortijo (el marqués de la Grañina, padre del autor del libro, fue Comandante).
Sobre estas realidades objetivas, el autor de toda la verdad del ‘Caso Galindos’ construye una hipótesis ‘creíble’. La basa, casi exclusivamente, en testimonios orales de antaño de varios difuntos y pálpitos. Persigue honrar a las víctimas, trabajadores ‘de la casa’, de nobleza venida a menos.
Comenzamos. Don Juan Mateo sitúa como testigo del quíntuple crimen a una perra (Tundra). Sus claves probatorias serían esenciales, volcarían el sumario ¿Se prevaricó por no tomarle declaración? La perrita fue un regalo en la hípica del Club Pineda al autor del libro. Este la cedió a Zapata, cuya sangre –tras ser asesinado- ‘ordenó’ limpiar el hijo del marqués (página 60). La perra descansa junto a Juanita, otra perra. Imposible que aclare nada. Está muerta y cuando hablaba ladrando era complejo entenderla.
Si se licencia un coloquialismo, la obra que se comenta no tiene pies, ni cabeza. Sólo una pluma que relata entuertos que vulneran al ‘escritor’. Desahoga, de paso, conflictos domésticos lejanos de Los Galindos como escenario del múltiple crimen. Y difama a sus padres, primos, hermanos, la prensa, escritores, instrucción judicial y pesquisas policiales para que una disparatada tesis salga airosa...... Parece un pack del irrespeto. Un totum revolutum donde hasta se cuestiona el Caballo de Oro jerezano (página 124) otorgado al marqués tras abandonar a una familia que le pagó todo.
Resumimos, el collar de perlas e inexactitudes de un autor que oculta apellido materno y currículum en la cubierta del libro. Admite -al menos- que es bético, porque vive en un casoplón de Avenida de La Palmera. Se supone sabe perder ‘con mucho señorío’. No relata emprendimientos fuera de ‘la casa’ de papá y mamá, marqueses maestrantes grandes de España.
Lo primero que llama la atención de tan humilde escribidor es que la coartada del marqués para zafarse del banquillo la desmonta su hijo con un viaje en tren desde Málaga (dijo estar allí en el funeral de un familiar discapacitado) a El Arahal la mañana del 22 de Julio 1975. Retoma el tren en La Puebla de Cazalla esa misma jornada (Página 50). En La Puebla, señores y señoras, NO hay estación de tren: ¿Lo recogió –entonces- un helicóptero, el coche fantástico o uno de los OVNIs del cortijo de los líos?
Sobre el sicario que asesinó a las víctimas indicadas, al que apoda ‘Curro’, no da detalle excepto el mote y que creyó encontrarle en una plaza utrerana hace pocas fechas. Lo sitúa como parte de ‘trama delictiva’ de Utrera al servicio de CODUVA, ente desaparecido por ruina que regentó un General. Le endosa incontables delitos prescritos, marqués-papá incluido. Al final no nos enteramos, leyendo el libro, si Curro resucita la mascota de la Expo 1992, se cambió de sexo y cara o expía culpas en hornos infernales.
Item más. Si en 1990 la abuela materna del autor le confiesa (página 111) datos esenciales que volcarían la investigación ¿Por qué un empresario, acunado por la aristocracia, no fue a la policía o juzgados para lavar honra de las víctimas y compartir verdades con la autoridad competente? La nota por civismo, y obligación de denuncia, para Juan Mateo es ‘Cero’ patatero.
Una pregunta del millón, si persiste esa licencia coloquial, sería ¿Por qué en 2019, meses después de fallecer la madre del autor –su padre murió en 2015- decide publicar un libro que chorrea para ‘ajustar cuentas’ a sus padres e intuir que ‘Curro’ vive? Al marqués se le viste de limpio; su esposa de encubridora tras morir, no antes. Esto es, sin duda, una dosis de valentía como abogado de la honra de víctimas en Los Galindos
Flaco favor hace además el Sr. Fernández de Córdova a una desestructurada familia. La encabezó, antes de abandonarla, un patriarca hábil para vivir de lo ajeno y escurrir el banquillo. La marquesa sería, además, arbitraria testadora. Sigue la matraca de lo peor contra un notario heterodoxo, árbitros sobre laudo ‘vendidos’, hermanos beneficiados de la testamentaría. Nos preguntamos: ¿Es necesario airear tanto trapo sucio para proyectar una tesis, más o menos afortunada, sobre ‘caso Los Galindos’?
El matón de la ‘mafia utrerana’ exporta el estigma de sangre de Paradas. Una cuenta en la Caja Rural local ‘obsesiona’ al hijo del marqués con once millones de las antiguas pesetas (se citan casi 30 veces en el libro). La millonada sería fruto de trapicheos ocultos en Los Galindos, amén de pisos y fincas que habría atesorado el marqués al margen de negocios familiares que administraba. De esa rapiña sólo hay palabras.
El escritor-empresario, esquivo a colaborar con la justicia décadas atrás, no incluye ni una triste nota registral que documente el atraco paternal. Tampoco presenta prueba alguna de ‘Curro’, de nada, ni nadie sobre su tesis. Todo ello acredita que el papel es sufrido, lo aguanta todo. ‘Toda la verdad’ debe avalarse con documentos, no sólo la portada de un libro.
El atribuido sicario merece más. Si su intuido pagador (marqués) lo acompañó el día de autos y sangre en una imposible ruta ferroviaria ¿Por qué fueron al cortijo tras el magnicidio quienes lo planificaron aunque la monstruosidad se le fuera de las manos? A los matones se les paga para que hagan su faena lejos del cliente. Elemental, querido Watson-Fernández de Córdova. Esta línea de investigación hace aguas, se ahoga.
Si el autor del manuscrito admite haber visto al sicario y recibir un aura negativa de tal personaje ¿Por qué no lo paró, o denunció? La alergia a comisarías y juzgados del Sr. Fernández de Córdova parece evidente. Otro error del libro refrenda que ‘la policía científica vino desde Madrid’ (página 212) para indagar el caso. Replicar que en los 70s y 80s del pasado siglo no existía tal departamento policial. Estamos ante una nueva ‘perla’.
El Gabinete Regional de Identificación-GRI, con sede en Sevilla, hizo la primera inspección ocular del magnicidio en el cortijo y una pericial que, inexplicablemente, desapareció del sumario. Ese dictamen se sumó a otras incidencias, más el proceder del Cabo Raúl Fernández.
El Comisario-Jefe del GRI, José Arias Galán -padre de quien escribe esta reseña-, indagó con su equipo de expertos desde la Plaza de la Gavidia sevillana. Muy lejos de Madrid, y muy cerca de verdades que, entonces, se taparon desde Capitanía Militar. Para lectores que tengan menos de 50 años recordar que la cúpula militar, durante el tardo y posfranquismo, tuvo un poder relevante sobre otros establecidos en la Constitución de 1978.
Lo que trasciende la libertad de expresión y al desahogo son las injustas y gratuitas descalificaciones que Juan Mateo dedica a la prensa y autoridades que les tocó trabajar en caso ‘Los Galindos’. Quien suscribe no es periodista. Por esa razón sería neutral reivindicando la dignidad de una profesión que tiene gente seria o paparazzis e iluminados. También a mayoría de servidores públicos ¿Todos son malos porque no le convienen?
Mezclar en un saco infame a escritores y prensa para franquear la ‘tesis Juan Mateo’ es impropio, por usar un eufemismo. ‘Los invitados’ de Alfonso Grosso fue finalista del Planeta en 1978: ‘no le tocaba’ el galardón, según admitió José Manuel Lara en su día, antes del fallo. El gran editor sevillano sabía que Grosso no escribía insensateces sin sustento acreditado. El éxito de la novela invitó, sin embargo, a una desafortunada versión fílmica que conmovió a Paradas hasta manifestarse por las calles. Grosso escribió la verdad del ‘Crimen de las estanqueras’ (Planeta 1985). El caso llevó al patíbulo a tres inocentes por el capricho de un Gobernador.
Grosso tiene nombre. Es un ilustre apellido de artistas hispalenses. Se lo hurta a lectores y lectoras. Parece parte del ‘libelo’ sobre ‘Los Galindos’ que revictimizaría más a Paradas. Guste o no, así es este libro. A los periodistas de TVE no le hurta ataques el hijo del marqués. Sólo por cumplir su misión sobre un tema que, como vemos, aún da mucho de sí.
Pero su inquina sobre la prensa suma paradojas. Del inolvidable Paco Pérez Abellán (1954-2018), excelente periodista, criminólogo y autor de ‘Orgía de Sangre’ sobre Los Galindos publica fotos. Es decir, no gustan los periodistas a su autor. Pero el libro se oferta con primicia en radio, papel y digital, se publica antes de navidades para enlazar ferias del libro, platós televisivos y –sospechamos- ‘exclusivas’ de pago. Constatamos así cuál es la empresa que tiene este escritor: ¿Se centraría en la venta de libros?
Si fuera tan bondadoso pro almas y honras de asesinados debería especificar, aunque ya es tarde, que los derechos del libro se donarán a los deudos de las víctimas o algún colectivo benéfico de Paradas (repetimos, allí están hasta las narices de Los Galindos). Pero se ve que el Ilustrísimo Don Juan Mateo preferiría el glamour ‘best seller’ y hacer caja.
Lo que se relata sobre EL CASO este libro causa bochorno. Corona la opinión del autor del libro sobre la prensa. El que fuera semanario español de sucesos más vendido, según el Sr. Fernández de Córdova, está lleno de ‘... canallas de pluma fácil ... desgraciados y cínicos infundiosos que sólo perseguían vender más papel .... madriguera de carroñeros sin escrúpulos...’ (página 211). Esta es la idea, mesurada, del ‘escritor’. La paradoja es que se reproduce una portada histórica (página 213) del semanario.
EL CASO jamás tuvo plantilla con colaboradores sensacionalistas. Lo editaba Eugenio Suárez y lo dirigió, entre otros, Juan Rada. Fueron, entre otros, sus más acreditados reporteros Margarita Landi, Enrique Rubio o Pedro Costa, además reputado cineasta. Este semanario se publicó entre 1952 y 1997, fue perseguido por la censura, escribió la mejor prensa de sucesos española, de cuyo semillero surgió la de investigación. Mal que le pese al Sr. Fernández de Córdova la cabecera mereció teleserie e imitadores. Su archivo es fuente para libros, guiones de radio-TV, documentales, películas y tesis doctorales universitarias.
El libro que comentamos sólo acredita varias cosas. Una es que los humanos no podemos elegir ni padres, ni hermanos. Otra que otros ‘sabelotodo’ oficiales (forenses e hijos, oficiales de juzgados, policías, guardias civiles, jueces, abogados...) se animarán a entrar en el circo de Los Galindos que reabrió un volumen que prima ‘toda la verdad’, con perdón, sobre todo lo demás. Hasta a un ‘policía jubilado’ -distinguido por luchar la corrupción- por hacer su trabajo en Galindos (páginas 220-1).
El libro concluye sus páginas invitando a los lectores a contactar con su autor para que colaboren a buscar los dichosos ‘once millones de pesetas’, aclaren las incógnitas que aún penden sobre Los Galindos y se estructure –sospechamos- material para nuevo libro. ¿No quedamos que ya se publicó ‘toda la verdad’?
Salvo mejores opiniones, la idea de hacer un serial para seguir honrando a las víctimas y que esa verdad absoluta se fragmente en unas más relativas llega demasiado tarde. Pero parece que es hora de vender muchos más libros sobre Los Galindos y preparar nuevas entregas. Amén.