In fraganti

Insumisos y objetores a la Mili, olvidados de la democracia

Quienes se opusieron al servicio militar obligatorio (SMO) durante la guerra fratricida, el franquismo y la democracia no existen para la historia. Insumisos y objetores son incómodos para la crónica oficial. Va por ellos

Juan-Carlos Arias jcdetective /
01 ene 2022 / 04:00 h - Actualizado: 01 ene 2022 / 04:00 h.
"In fraganti"
  • Insumisos y objetores a la Mili, olvidados de la democracia

En 2018, el anuncio del presidente galo, Enmanuel Macron, de cumplir su programa electoral retomando el Servicio Militar Obligatorio (SMO) conmovió a la sociedad francesa. El aumento del gasto militar encontró oposición hasta entre quienes apoyan al Presidente que acabó con el bipartidismo francés. La ola traspasó los Pirineos. A mediados de 2021 el Presidente de Vox, Santiago Abascal, planteó recuperar el SMO, abolido en 2001, aunque matizó que éste podría ser también social.

Recordemos que el Presidente Aznar (1996-2004) suprimió el SMO tras la avalancha de insumisos al mismo que colmataron las cárceles españolas. Su único delito fue el de no querer vestir uniforme bélico y aprender a matar a sus congéneres. Su antecesor, Felipe González (1982-1996), le confesó que los insumisos ‘nos llevan a un callejón sin salida’.

Desde 2001 el ejército español es profesional, está a dieta tras aflorar barrigas legionarias, se rejuveneció desprendiéndose de los ‘chusqueros’ y brilla en misiones internacionales, supuestamente ‘de paz’ por la alta cualificación de sus integrantes. España cuenta en la OTAN por su geo-estratégica posición y sufre carencias presupuestarias al tiempo que opera con armamento y unidades infradotadas según sus técnicos. En favor del ejército añadimos a la UME (Unidad Militar de Emergencias) que salva miles de vidas en catástrofes, dentro y fuera del territorio español, desde que en 2005 la creó el presidente Rodríguez Zapatero (2004-2011). Está siempre ahí, cuando se le necesita, como al periodista Chaves Nogales.

La historia de la ‘mili’

La misma pivota sobre las desigualdades sociales. En el medievo las ‘Hermandades’ sirvieron para conquistar tierras, perseguir bandidos o privilegios en el escalafón cortesano. Ya había jefes, logreros y furrieles. Felipe II en Cédula de 1598 reclutó forzosamente a hombres de 15 a 50 años. Sólo un 10% recibía la ‘soldada’, rancho y salario. Ese ejército de los Austrias y primeros Borbones anticipó al SMO de Carlos III con la recluta, de escasa aceptación social. Podía eximirse previo pago de cuota, lo que arrasaba entre hijos de nobles y burgueses. Los más ‘patriotas’, sin embargo, eran ipso-facto oficiales bendecidos por un clero que miró de reojo la sangre y el terror bélico.

Durante el siglo XIX hizo a los ‘quintos del Rey’ en soldados forzosos durante 4 años. Antes, el SMO era nada menos que de 8 años. El siglo XX redujo a 3 años la ‘mili’ excepto si se pagaba la ‘redención en metálico’. Ese eufemismo instituía oficialmente ‘dispensa’ para servir a la patria. Aquellos dineros hicieron corruptos a alcaldes que manipulaban padrones, médicos certificadores de falsas enfermedades, familiares de militares y ‘conseguidores’ en una España donde agonizó el imperio colonial.

El Presidente Canalejas, en 1912, intentó paliar los agravios en el SMO. Fue ingenioso: Pagando 1000 pesetas se servían 10 meses; con 2000 pesetas, 5 meses. Los que no pagaban cumplían 3 años de SMO. Las pesetas de entonces eran de plata. Al alcance, la libranza, de muy pocos. Los más pudientes, los de siempre, se libraban.....

El siglo XX trajo revueltas obreras y guerrillas en el Protectorado de Marruecos. La ‘Semana Trágica’ en 1909 de Barcelona rebeló a progenitores de mozos de ir a aquella carnicería, antes del desastre de Annual (1921). Allí se coronó el declive militar español que ya entregó las últimas colonias de Cuba, Puerto Rico y Filipinas en 1898.

El SMO del General Franco (1939-1975) redujo el tiempo en filas, pero repitió vicios del pasado. Ser hijo de viuda, familia de militar, tener alguna enfermedad real o inventada era pasaporte para obtener ‘la blanca’, cartilla que acreditaba haber cumplido con el SMO. La ‘dispensa’ de antaño era la lotería de las excedencias de cupo o ‘enchufados’ que nadie conocía en cuarteles, aunque constaban en las listas de tropa. Otro prisma es que para muchos hacer ‘la mili’ era salir del pueblo, alfabetizarse, aprender una profesión, operarse de fimosis, vacunarse u obtener licencia de conducir. Todo debe decirse en favor del SMO.

Aparecen los objetores, siguen los insumisos

En la crónica de objetores e insumisos al SMO hay un pionero y un credo que pagó cara su coherencia. Antonio Gargallo Mejía fue fusilado en Jaca el 18 de agosto de 1937 por negarse a incorporarse al Regimiento 17. Era miembro de los Testigos de Jehová. Quienes profesan esa fe, que también les impide recibir sangre de sus coetáneos, poblaron castillos militares durante el franquismo muchos más años que el SMO exigía. Esa osadía, ante una dictadura implantada tras una guerra fratricida y liderada por el Generalísimo, sólo merece una placa de recuerdo en Cádiz, antigua cárcel militar, y algunos artículos. El ‘antifranquismo oficial’ no se detiene en tan valientes iniciativas no violentas y pacifistas

Otra historia es la de Pepe Beunza. Estaba preso en Jaén desde 1971. Se niega a hacer la mili. El gobierno retira el segundo proyecto de la Ley de Objeción de Conciencia ante el rechazo de las Cortes. A Beunza le condena finalmente un Consejo de Guerra y lo encarcelan en Valencia. Protestas dentro y fuera de España multiplican el número de objetores. Hasta Cristóbal Halffter compone «Gaudium et Spes» en honor del insumiso en 1974.

Muerto Franco, los contrarios al SMO son objetores de conciencia desde tiempos del Presidente Suárez (1976-1981). Los más militantes conducían su insumisión al exilio lejos de la España que hiela el corazón según Antonio Machado. Un dato, de finales de los 70s y principios de los 80s, dimensiona el éxodo de insumisos al extranjero. En la Caja de Reclutas del Consulado español de Caracas había más mozos canarios inscritos que en el archipiélago, en el de Buenos Aires más gallegos que en su tierra natal. Quien suscribe no es neutral en este tema, constaba como ‘transeunte’ en la legación caraqueña, tras exiliarse en la capital venezolana aquellos años

Los que se quedaron en España proponían la desobediencia civil no-violenta. Miles de objetores fueron encarcelados junto a delincuentes y terroristas. Nadie sabía qué hacer con opositores a servir su país empuñando armas sin contemplar otras labores comunitarias.

Durante la transición, se multiplicaron alternativas al SMO. El proyecto ‘Voluntariado para el Desarrollo’ lo avalaron miles de firmas. Servicios civiles auto gestionados repartieron obras en Can Serra (Hospitalet de Llobregat), luego Bilbao, Madrid, Málaga, Tarragona, Vich y Valencia. En 1976 hay casi 500 objetores encarcelados.

La Prestación Social Sustitutoria (PSS) reguló en 1984, y restrictivamente, la alternativa al SMO. Entrañaba más meses en servicios sociales que en cuarteles. La injusticia multiplicó insumisión sobre la objeción. El Movimiento de Objeción de Conciencia (MOC) se articula con miles de miembros y acaba fabricando insumisos. Se hacían buenas las palabras de Miguel de Unamuno: ‘a los civiles es fácil militarizarlos, pero a los militares es difícil civilizarlos’

Aquellos tiempos registraron desvaríos hasta de políticos socialistas afrontando el clamor popular contra el SMO. Enrique Múgica, Ministro de Justicia, acusó a los insumisos de ‘utilizar la objeción de conciencia para desestabilizar el Estado democrático y estar apoyados por los radicales y violentos’. Advirtió que todo el peso de la ley caería sobre ellos. Múgica formaba parte del dogma de aquel PSOE que basculó sobre ‘OTAN de entrada, no’ para votar en referéndum lo contrario en 1986, con Felipe González y Alfonso Guerra a la cabeza de una paradoja que no integró a España en la denominada ‘estructura militar’ de una transnacional sustantivamente bélica. Fue creada exclusivamente para equilibrar al Pacto de Varsovia pro-soviético.

En 1992 se celebran 107 juicios contra insumisos. La Unión Progresista de Fiscales criticó públicamente la instrucción del Fiscalía del Estado de pedir el ingreso en prisión de los insumisos. Se emiten, al poco tiempo, las primeras sentencias absolutorias. Fue la génesis para despenalizar la insumisión. La causa se demandó desde los plenos de incontables Ayuntamientos, Diputaciones y Parlamentos regionales.

La inteligencia militar (CESID), infiltrada en el MOC, alertaba que el tsunami objetor e insumiso tendría impredecibles consecuencias y se multiplicaba por días el peligro de revueltas y manifestaciones. Juan Alberto Belloch, ministro de Justicia e Interior, reconoc públicamente que la insumisión era un ‘problema de Estado’ en 1995.

Huelgas de hambre carcelarias, nuevas condenas judiciales y un inesperado apoyo popular a la causa de la insumisión hace que el Código Penal obvie la insumisión y que la incorporación a filas de nuevos soldados registre bajas significativas.

En 2001 un Gobierno conservador del PP, liderado por José María Aznar, finiquita el SMO. Sepulta las luces y sombras que acompañaron al SMO en su dilatada historia española. José María R., que fuera líder de Ecologistas en Acción sevillano, fue de los últimos insumisos encarcelados, entre junio de 2000 y enero de 2002, cuando ya nadie iba forzado al SMO

Otras de las iniciativas hispalenses contra el SMO en la década de los 80 y 90s del pasado siglo se concentraron en colectivos de insumisos y objetores integrados en la Coordinadora Pacifista, Casa de la Paz y grupos cristianos (Juventudes de la Hermandad Obrera de Acción Católica) local, además de miembros de SERVAS En este último grupo elcorreoweb publicó un obituario de uno de sus dirigentes estatales -de origen sevillano-, Víctor Vélez Bermejo titulado Viajero de la vida

La realidad de hoy

El SMO de la actualidad rige en pocos países de la Unión Europea (Grecia, Austria, Suecia, Finlandia, Dinamarca, Estonia, Lituania y Chipre). En Noruega y Suiza va por etapas y alcanza a la población femenina. Al incorporarse España a la OTAN sobre el papel se globaliza y mutualiza la defensa de los territorios soberanos, aunque incidentes fronterizos con Marruecos en el pasado relativizan los acuerdos vigentes.

La historia ‘oficial’ apenas recoge los aportes para la democracia y las libertades que aportaron objetores e insumisos al SMO. Estos sólo pretenden servir a su patria sin usar armas. La profesionalización del ejército es una realidad que capacitó más a sus miembros y le sumó operatividad.

Muchos expertos consideran que la privilegiada posición geoestratégica española podría haberse rentabilizado con políticas de neutralidad o disminución de fuerzas militares al mínimo como tienen Suiza o Noruega. Islandia es, junto a tres decenas de países-isla o pequeños estados, carece de ejército. Apuestan así por atraer inversores y fomentar la seguridad pública. Su soberanía territorial está intacta sin necesidad de medios disuasorios armados. El ejemplo de Costa Rica, país sin ejército desde 1948, sobrevive rodeada de guerrillas, refugiados, narcos, polvorines y guerras civiles. Panamá, sin fuerzas armadas, es otro país que desde 1991 no gasta un céntimo en un ejército que no considera esencial para defender su soberanía, amenazada por evidentes riesgos.

España, receptor de millones de turistas e inversiones foráneas, no es mal lugar para implantar una progresiva neutralidad sobre los apetitos y recursos bélicos. La política de compra de armamento de las potencias europeas, Rusia, China, EEUU o la India, por situar algunos ejemplos para equilibrar el cuestionado gasto militar desde que firmó ciertos tratados internacionales e integra la OTAN.

Las guerras del siglo XXI que conocemos no tienen ejércitos convencionales. Se libran en los mercados, internet, medios informativos y entidades financieras. Sucesivos acuerdos internacionales minimizaron hasta las armas nucleares. No obstante, los intereses de la industria bélica son patentes y palpitan en todos los despachos del poder y una economía global que causa daños locales y/o regionales. El sueño de un mundo sin ejército, ni guerras, no es una hipótesis. Es una utopía que marida con apostar y luchar por un mundo mejor. Cicerón ya lo vaticinó hace mucho: ‘Preferiría la paz más injusta a la más justa de las guerras’.