Sevilla fue la vanguardia nazi española (I)

Sobre nazis, el III Reich al sur español y su ayuda para que Francisco Franco impusiera su dictadura frente a la II República pululan aún tabúes. Hoy hay demasiados secretos

Queipo con oficiales nazis en Sevilla en 1936.

Queipo con oficiales nazis en Sevilla en 1936. / Juan-Carlos Arias

Juan-Carlos Arias

A la capital de La Giralda llegó la democracia de la Segunda República (1931-1939) con ilusión regeneradora, esperanza ante la desigualdad y como reto frente el analfabetismo, la pobreza y el desempleo. Las élites hispalenses no aceptaron el cambio sobre los borbones y dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) que mantuvo sus privilegios.

Si bien monárquicos, militares, empresarios y terratenientes asumieron a regañadientes los nuevos modos que implantó el ejecutivo de Alcalá-Zamora de 1931, los renovados tiempos políticos les preocupaban. Sumaba a lo indicado la depresión mundial por el crack bursátil del 1929 y las ingentes deudas de la Expo Iberoamericana desde ese año.

Las fuerzas conservadoras sobre las liberales e izquierdistas se organizaron para ganar las elecciones de noviembre de 1933 bajo una alianza (CEDA, más Partidos Radical y Agrario). El denominado ‘bienio negro’ (1934-1936) paralizó los avances sociales de los años previos. Su poder duró hasta el triunfo, en febrero de 1936, del Frente Popular. Entonces, la candidatura sevillana más votada fue la de Manuel Blasco Garzón, un republicano cofrade y centrista.

La derecha y los nazis

Según el historiador Juan Ortiz Villalba en distintas obras durante ese bienio los fascistas y derechistas sevillanos no se ocultaron. Falangistas y carlistas de Fal Conde convocaron mítines y actos donde exhibieron músculo de militancia y desafiaron a las izquierdas derrotadas en las urnas más los sindicalistas más activos. Numerosos incidentes regaron de sangre las calles sevillanas, tras tomar cuerpo la violencia en el debate político.

En ese contexto, a finales del 1933, nombran Cónsul alemán para Andalucía al prusiano Gustav Draëger (1895-1957). La poderosa e influyente colonia germana ya estaba congregada en El Porvenir. Draëger estuvo muy bien relacionado desde su cargo ejecutivo en Bakumar, consignataria de buques, que ocultaba en su plantilla a fervorosos militantes nazis.

Christoff Fiessler Bauerle era compañero de Gustav Draëger en Bakumar. Fue promotor del aeródromo de Tablada y delegado español del Graf Zeppelin. La fiebre nazi hispalense tuvo obstáculo en un compatriota que adoptó la nacionalidad española: El ingeniero Otto Engelhardt (1866-1936). Además de pacifista era un encendido antihitleriano.

El verano de 1934 publicó Adiós Deutschland. Fueron muy críticas con el Führer sus columnas en El Liberal que dirigía José Laguillo. Además, Don Otto era esencialmente solidario, muy querido en la Sevilla donde dirigió la empresa de tranvías y estrenó la luz eléctrica.

El poderío nazi en Sevilla preguerra española (1936-1939) celebró fastuosas cenas donde se repartían las esvásticas y camisas pardas de las SS. El consulado se trasladó desde la calle Brasil a un palacete del Barrio de Santa Cruz. La nochevieja de 1933 ya reunió en el Hotel Alfonso XIII a parte de la colonia alemana bajo la Cruz Gamada. Los brindis y bailes que inició Draëger celebraron el Año Nuevo de 1934.

Draëger y Fiessler reprodujeron los esquemas de poder nazi en la Sevilla más subordinada a los alemanes. El Colegio Alemán fue su plataforma oficiosa. Desde ahí invitaron a casi toda la comunidad germana hispalense a soñar el III Reich de los 1000 años.

El Cónsul, Don Gustavo, compartía labores diplomáticas y empresariales siendo el jefe del espionaje alemán en el suroeste español. Fiessler, de su parte, actuaba como delegado andaluz del partido (NSDAP) y sindicato (FTA) nazi. Patricio Drexler hacía lo propio con la Gestapo y Úrsula Zimmer era la representante de Juventudes Hitlerianas.

El Queipo pro nazi

La sublevación de Franco contra la IIª República sacó del armario a los nazis que vivían en España. Su red creó la más poderosa embajada en Sevilla sobre la oficial, ubicada en un Madrid que dominaban los republicanos durante los primeros meses del conflicto fratricida español.

Desde mediados de julio en 1936 el General Gonzalo Queipo de Llano implantó el terror y el saqueo para laminar a quienes se opusieron a su sanguinario ‘virreinato’. Con Franco mantuvo serias diferencias. Estas lejanías callaron sus groseras arengas radiofónicas tras pocas semanas en las ondas de Unión Radio (hoy Radio Sevilla-Cadena SER).

A cambio, Queipo llamaba ‘Paca, la culona’ al Generalísimo y mandó fusilar al General Campins, íntimo del ferrolano y Comandante Militar en Granada, en las murallas de la Macarena. Desoyó, con soberbia de patología, clemencias de su entorno y hasta de la viuda, Dolores Rueda, amiga de la familia del sanguinario militar vallisoletano

A primeros de agosto de 1936 Queipo hizo suya una lista de ‘aliadófilos’ y antinazis que le dio Draëger para ser ‘eliminados’. Otto Engelhardt estaba de los primeros. Fue ‘sacado’ del Hospital Central (hoy Parlamento de Andalucía), fusilado y arrojado a una fosa donde ya estaba la cúpula republicana hispalense. Pico Reja y otras alojan desde entonces en el camposanto sevillano a vidas inocentes asesinadas por pensar diferente.

Queipo facilitó a la Lutwaffe (Fuerza Aérea de Alemania) el aeródromo de Tablada. Allí la temida Legión Cóndor armó casi 100 Junkers que, desmontados, habían llegado desde los puertos de Huelva y Cádiz. A las tripulaciones se les quedó pequeño el Hotel Cristina donde se alojaron. Se incautó Villa Chaboya, palacete sanjuanero de Engelhardt. Allí los aviadores germanos establecieron un Centro de Operaciones y que hoy es víctima, el palacete del antinazi, de un incomprensible abandono.

Navíos de guerra y submarinos de la Kriegsmarine se amarraron en el puerto de Sevilla ante la indiferencia popular. A finales de 1936 cientos de soldados nazis estaban acampados en la hacienda de unos Marqueses en el término de Castilleja de la Cuesta. Los taconazos de los militares saludándose como autómatas ya eran parte del cotidiano hispalense que se extendían a la provincia, como veremos.

Frank Liesau, bajo el disfraz de empleado de Tabacalera, fue un biólogo que importaba monos de Guinea y Marruecos o reunía ratas para infectarlas de virus humanos. Sus experimentos se implantaron, años después, en campos de concentración, de trabajo-esclavo y exterminio nazis en toda Europa.

La importancia de Sevilla fue clave para sustanciar la ayuda alemana a Franco. Roland Strunk, el periodista-espía más cercano de Hitler, estuvo varias semanas entre julio y agosto del 1936 en Sevilla. Reportó al Führer el poderío nazi al sur español. Después integró, como reportero, la sanguinaria Columna Yagüe.

Desde el virreinato de Queipo el espionaje nazi del entramado KO Spanien ubicó a casi 400 agentes. Se repartieron por el litoral onubense y, sobre todo, gaditano. Ubicó en chalets de Heliópolis a decenas de espías mientras la Inteligencia Naval (Abwher) alquiló una planta en el Hotel Majestic (hoy Gran Meliá Colón). Además trajeron la primera Enigma, máquina que encriptaba mensajes diplomáticos o militares que hoy se conserva en el Museo Militar.

Unas macro-antenas Elektra-Sonne, para canalizar comunicaciones navales, telegráficas y aéreas, se ubicaron en Guillena. En el verano de 1937 un campo de prisioneros republicanos para 500 personas se erigió para construir el Colector de Heliópolis. Sus planos y arquitectos fueron nazis, supervisados por Paul Winzer, delegado en España de las SS, bajo el control de Draëger.