Ciudad Jardín se hizo granada de oro para la Milagrosa

La Virgen del Rosario fue a San Juan de Dios, en su paso de palio, a recibir la distinción de esta orden

Juanma Labrador

Se respiraba un aire festivo por el barrio de Nervión, y se intuía claramente al pasarse por el Sanatorio de San Juan de Dios, con su fachada engalanada y su atrio lleno de asientos para la celebración que iba a tener lugar este pasado sábado 28 de octubre. María Santísima del Rosario, la dolorosa titular de la Hermandad de la Milagrosa, la talla mariana de Francisco Buiza que lleva ya sesenta años en el barrio de Ciudad Jardín y ante la que se han bautizado tantos vecinos y feligreses del entorno, la que vio revivir un espíritu cofrade que volvería a relanzarse, ya definitivamente, hace un cuarto de siglo, iría en su paso de palio a este lugar clave y emblemático para recibir la mayor distinción que conceden los hermanos de esa orden que reparten salud a manos llenas: la granada de oro. De hecho, la corporación tuvo el acierto de presentar en su paso a la Señora como más se le recuerda en su historia, con diadema y no con corona, estrenando precisamente esta pieza. Y radiante se presentaba con el manto de la Salud de La Rinconada, aunque su espléndido diseño difiriese del personalísimo de las bambalinas de esta cofradía.

A las cuatro y media de la tarde, en silencio, saldría la comitiva que acompañaba a la Santísima Virgen, cruzando ella el dintel unos diez minutos más tarde, para encaminarse a San Juan de Dios. La ilusión de un día histórico se reflejaba en rostros como el de Javier de Martos, el hermano mayor. Por la propia Avenida de Ciudad Jardín, en un recorrido modificado a última hora (no se podaron los árboles necesarios del itinerario inicialmente anunciado) se alcanzó la Gran Plaza para salir a Eduardo Dato. Numerosos devotos arropaban a la dolorosa, que poco antes de las cinco y media se quedaba a la entrada del recinto hospitalario, lugar donde tendría lugar la santa misa presidida por monseñor Ramón Valdivia, obispo auxiliar de Sevilla, y en el transcurso de la Eucaristía, el hermano superior de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios de Nervión, Guillermo García, subió al paso de palio para imponerle a la Virgen la granada de oro en medio de la ovación contenida de los presentes.

Con puntualidad, a las siete y media se inicia la procesión de regreso, y un cuarto de hora después, María Santísima del Rosario volvería a pisar las calles ya con los sones de la Banda de Música de La Puebla del Río, ante la imposibilidad de asistir la Cruz Roja, que ya tenía un compromiso anterior debido a la premura con la que se dio a conocer esta procesión. La formación cigarrera lo dio todo en el recorrido: «Esperanza de Triana Coronada» en Eduardo Dato, «Como Tú ninguna» en la Gran Plaza, «Pasan los campanilleros» en Alfonso XI... y Sevilla en Ciudad Jardín dando calor a los cofrades de la Milagrosa, transitando por las calles gemelas de un barrio que se echó a la calle y se asomó a los balcones al paso luminoso de la Virgen, que iba más guapa que nunca. Y en Arzobispo Salcedo, la música desbordó el lugar de Esperanza con «Reina de Triana» y con «Mi Esperanza», de la Reina que cautiva con su mirada en la Trinidad. Y bien el andar de los hombres de Ricardo Almansa bajo las trabajaderas

En la esquina de Simón de Pineda con Cardenal Rodrigo de Castro, la Camerata Cordophonia hizo su ofrenda a la Virgen del Rosario, que interpretó magistralmente la marcha «La Estrella Sublime», todo un momento de gran gusto y elegancia que se vivió sobre las diez y media de la noche. Y de nuevo con la banda, la Señora giró a José de Arce con «Coronación», y al arribar otra vez a Alfonso XI, sonó «Cristo de la Presentación», marcha que marcó toda una época en los años finales del pasado siglo. Sin duda alguna, esta procesión destacó por su clasicismo y su buen gusto. Y por cumplir los horarios. Es más, cuando esta salida extraordinaria iba alcanzando su punto final, la Agrupación Musical Nuestro Padre Jesús de la Redención también hizo su ofrenda, interpretando las marchas «Galeona de Sevilla» y «La Virgen del Rosario».

Suspiraba el día cuando su hoja estaba a punto de caerse del calendario, y con ella culminaba el relato de una fecha emocionantísima e inolvidable en los anales de Ciudad Jardín. El paso de palio estuvo a su hora en la puerta, aunque no entrase todavía. «Aurora, Reina de la mañana», «Señora de Lepanto» se interpretaron en estos minutos finales de la procesión, entrando en el su sede canónica al compas de la última en una auténtica proez costalera, dada la baja altura de la puerta. Marcaban los relojes las doce y cuarto, y con Ella ya dentro, sonó «Sevilla cofradiera», regalando a los cofrades allí congregados una estampa bellísima. Es joven aún la hermandad, queda mucho por recorrer, pero la Milagrosa, en Ciudad Jardín, sigue avanzando con paso firme. Y ahora, con la granada de oro sobre el Corazón de María, los cofrades de esta corporación no pueden ni deben olvidar un mensaje de gran relevancia como es la hospitalidad, y seguro que la llevarán por bandera.