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Actualizado: 16 mar 2022 / 08:57 h.
  • Jordi Savall y Xavier Díaz-Latorre.
    Jordi Savall y Xavier Díaz-Latorre.

Hemos visto muchas veces llena la sala que ocupa el antiguo Teatro Álvarez Quintero de la calle Laraña, pero pocas tan a rebosar y con esa sensación de no caber ni un alfiler como ayer. El responsable, Jordi Savall, que vino para dar un concierto programado desde hace ya tiempo por la nueva y fructífera gestión del Espacio Turina, dentro de su actual temporada de conciertos. Pero la proximidad a la celebración de la trigésimo novena edición del Festival de Música Antigua, propició que éste fagocitara la cita y la convirtiera en su función de arranque, si bien hasta el próximo sábado no se reanudarán los conciertos con carácter continuo. Savall vino acompañado de uno de sus muchos fieles colaboradores, el que sin duda es junto a Rolf Lislevand el mejor especialista en cuerda pulsada de su flamante regimiento, el también catalán Xavier Díaz-Latorre. Juntos ofrecieron un recital volcado hacia lo más íntimo y espiritual, patente ya desde la propia iluminación, tenue y concentrada. A Savall no lo veíamos en la ciudad desde aquella apoteósica inauguración del Año Murillo en el Maestranza, cuando acudió acompañado por dos de sus más relevantes formaciones, Hesperión XXI y La Capilla Real de Cataluña.

Como es habitual en él, el programa estuvo perfectamente diseñado, de manera didáctica y ejemplar, para repasar dos siglos de improvisación y profusa ornamentación en la música concebida para viola da gamba, en su doble vertiente soprano y bajo, que el legendario músico domina como nadie. Quintaesencia de esa teoría antigua que consideraba el timbre y la flexibilidad del instrumento como lo más próximo a la voz humana, en su interpretación más importante que la melodía simple o seca es la armonía, fundamento de estas improvisaciones cuyas pautas de interpretación sus autores y también intérpretes dejaban generalmente escritas para a partir de ahí dar vía libre a la creatividad del músico. Y eso fue precisamente lo que encontramos ayer en este primer concierto del Femás, pura creatividad de la mano de dos maestros absolutos de la interpretación de la música antigua, que han sabido dar a esta la entidad y la fuerza suficiente para que hoy tantos y tantas seguidoras la hayan convertido en la más moderna de cuantas músicas clásicas asoman.

Virtuosismo y contención

La exhibición comenzó con unas Recercadas de Diego Ortiz, defendidas desde el registro intermedio del instrumento, sin la profundidad ni el cuerpo al que nos tiene acostumbrados, pero con la consabida agilidad en la articulación que hace que sus interpretaciones sean tan brillantes, y con la rotunda complicidad de Díaz-Latorre, que parecía fundirse con él. De ahí a unas Greensleeves en las que solo desde el perfecto dominio de la armonía fuimos capaces de identificar su archiconocida melodía, y unas improvisaciones sobre los Canarios en las que Savall llevó la viola da gamba soprano al paroxismo, a su registro más agudo, casi disonante en busca del sonido onomatopéyico del pájaro. Terminaron ese bloque con una primera incursión en la música de ida y vuelta que nos hermana con Latinoamérica, una Guaracha mexicana llena de virtuosismo y ritmo contagioso. Tras unas Jácaras y Canarios del imprescindible Gaspar Sanz, que Díaz-Latorre bordó tras dedicar unos breves acordes de una pieza tradicional ucraniana a las víctimas de la guerra, Savall nos deleitó con su basse de viole con un popurrí en el que alternó con suma delicadeza y un buen gusto extremo, esas Muzettes de Marin Marais que habrá interpretado miles de veces, y otras piezas del compositor y violista francés, y después unos lamentos de Sainte-Colombe, con otro de sus clásicos, Les Pleurs, combinado con uno de los recurrentes dobles de las suites de Bach. Todo ello siempre desde una óptica en la que la concentración y la emoción estuvieron magníficamente servidas.

Una chacona de Robert de Visée sirvió para una nueva exhibición de virtuosismo del genial tiorbista, cuya claridad y acierto en acentos y colores es absolutamente proverbial. Juntos acometieron con éxito unas Diferencias sobre las Folías de Antonio Martín i Coll en las que el ritmo y la agilidad fueron protagonistas. Para entonces Savall ya hubo experimentado todo lo posible con sus violas, punteándolas como un arpa, rasgándolas con el arco como una guitarra, y frotándolas con su característico sonido aterciopelado, siempre. Para finalizar, un feliz regreso a los ritmos y estilos importados de Sudamérica, en concreto los que se encuentran en el Códice Trujillo del Perú, todo un tratado sobre costumbres y tradiciones del país en el que se encuentran también diversas melodías autóctonas. Tras el aplauso extasiado de un público entregado y respetuoso, Savall y Díaz-Latorre volvieron a demostrar que son hombres de paz y que lo suyo es regalar felicidad y belleza, y no zozobra y desesperación, ofreciendo una muy sentida y conmovedora pieza popular que en países como Ucrania sirve para dormir a los niños y niñas, y que muy generosamente entonaron en favor de la paz y el buen juicio, y en contra de la barbarie y la sinrazón criminal.

La ficha

JORDI SAVALL *****
39 Femás. Del tiempo y del instante (glosados, variaciones e improvisaciones) Jordi Savall, viola da gamba Xavier Díaz-Latorre, tiorba y guitarra. Programa: Obras de Diego Ortiz, Juan García de Céspedes, Marin Marais, Mr. de Sainte-Colombe, Robert de Visée, Antonio Martín i Coll y el Códice Trujillo del Perú. Espacio Turina, martes 15 de marzo de 2022