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Actualizado: 01 ago 2020 / 12:31 h.
  • Fotos. Andalucía Viva
    Fotos. Andalucía Viva

La Sevilla de la Belle Epoque, felices 20s del pasado siglo, aplazó la Expo Iberoamericana hasta 1929. La primera gran transformación del siglo XX [Expo Universal de 1992 remodeló la isla de la Cartuja, reconstruyó el Aeropuerto, renovó estaciones de autobús, tren y adecentó el centro histórico] revivió a una capital provinciana. A las obras e inversiones del evento, aquella Expo, se añadió una economía laxa. Esta vivió en la IIª República, la sublevación de Queipo y posguerra una depresión.

Uno de los negocios que arrancó en el prólogo de la Expo del 29 fue ‘Casa Ruiz’. Fundada en 1928, se liquida desde aproximadamente 2015 en dos sedes (O’Donnell 14 y Sierpes 68). Ambas permanecen rotuladas con una distinguida marca joyera y de metales preciosos. El negocio tuvo muchos emprendedores. Compartían el apellido Ruiz desde sus inicios.

‘Casa Ruiz’ alojó transacciones de metales preciosos, compra-venta de oro y monedas. Ejerció, también, como mayorista para joyeros y plateros. Y fueron minoristas en las dos tiendas que abrió al público, más una efímera exposición de platería que mantuvo años atrás en Puerta Jerez. Además, añadió a su oferta custodia -en cámara acorazada- de joyas de clientes; tasó y peritó joyas para juzgados y particulares. Inclusive, un tiempo actuó como ‘casa de cambios’: compraba y vendían divisas foráneas.

Leyendas de joyas y muelas de oro

La dilatada historia de ‘Casa Ruiz’ incluye verdades y demasiadas fantasías acuñadas por la palabrería popular. Los convulsos días de la IIª República en Sevilla duraron poco, entre abril de 1931 y julio de 1936. Hubo atracos y saqueos de iglesias o palacios. Las joyas que compraron o heredaron terratenientes, aristócratas, burgueses y profesionales de éxito pasaban de mano en mano y entre ‘peristas’ que pagaban miserias a las prisas por ‘colocar’ lo hurtado. El oro robado se fundía entonces en el Protectorado francés de Marruecos. Hoy por hoy, ha repartido puntos de fundición en la península ibérica, siendo Córdoba y el sur portugués algunos enclaves.

La Junta de Defensa [órgano de los sublevados contra la IIª República] promueve, mediante orden 19 agosto 1936, Suscripción Nacional. Es un ente que financia a los franquistas recaudando entre particulares oro, joyas, relojes, etc... Sus agentes iban por los pueblos recopilando tesoros familiares que se donaban al nuevo régimen. El pánico de verse en el paredón o acabar en una fosa alentó ciertas donaciones para salvarse. Otras veces los recaudadores tenían en los sepultureros confidentes que señalaban tumbas de cadáveres con muelas de oro. Los expoliaban sin recato....

Una leyenda sitúa a ‘vendedores’ de oro y muelas de fallecidos en las mesas de tasación de ‘Casa Ruiz’. Además, allí fue un pingüe negocio vender oro a dentistas pues, hasta hace pocas décadas, lucir oro en la dentadura era signo de distinción social. Nadie sabe si ‘Casa Ruiz’ acumuló cenizo y malfario con el oro que iba y venía de los muertos. Y si esas piezas dentarias acabaron en paquetes que se fundieron en Marruecos.

Una maldición real la endilgaron ladrones y atracadores a ‘Casa Ruiz’. Tras intentar vender allí piezas robadas o hurtadas acababan sin el botín y en los calabozos. La leyenda subsiguiente sitúa en los patios carcelarios de La Ranilla a presos que fueron delatados en una joyería donde no eran ‘peristas’. Se juraban entonces no regresar jamás a ‘Casa Ruiz’. Desde allí comenzaba su regreso a la cárcel. Entre quienes compran oro al peso es más negocio no delatar a nadie, pero en ‘Casa Ruiz’ había ortodoxia.

Esa pauta hizo que el negocio creciera durante el franquismo. La custodia de joyas, ante el terror que generó la rapiña de la guerra y posguerra, sería otro sustantivo negocio de ‘Casa Ruiz’. Los clientes recibían un papel del depósito. Algunos herederos peleados pleitearon contra ‘Casa Ruiz’ porque se les exigía documentar la legitimidad de legatarios. Otros perjudicados por tasaciones judiciales de expertos de ‘Casa Ruiz’ también les demandaron aportando ‘contra periciales’ más favorables. La pugna por cuadernos particionales, ajuares, hijuelas y cofres repletos de joyas alcanzó a unos reputados joyeros que tasaban o custodiaban bienes ajenos.

Una anécdota de ‘Casa Ruiz’ se sitúa cuando contrataban nuevo personal. En la década de los 70 y 80s del pasado siglo uno de los dueños en la entrevista precontrato hacía dos preguntas al candidato: si fumaba y si era bético. Si la respuesta de quien se veía empleado del negocio era positiva automáticamente era descartado con buenas palabras. El ‘jefe’ entonces era un acérrimo sevillista y odiaba el humo del tabaco. Aquel señorío no contrataba a las criaturitas.

Casa Ruiz: ¿cerrada por maldición?

Asesinato en familia

El 9 de septiembre 2002 fue para olvidar en ‘Casa Ruiz’. Ignacio Ruiz, de 33 años (empleado de Joyería Román-Nervión Plaza) disparó a su hermano Rafael, de 39 años. Ambos eran hijos de uno de los dueños del negocio. Los disparos salieron de una escopeta marca Aya calibre 12. Crónicas de la época, y atestados policiales, sitúan en la discusión por poseer el mando de una TV la razón inmediata de la muerte de la víctima.

Antes, un disparo destrozó la pequeña pantalla; otro penetró mortalmente en el hemitórax izquierdo de Rafael, según dictaminó la autopsia. Las relaciones entre los dos hermanos estaban crispadas de antaño, hasta el punto que la familia evitaba que los hermanos estuvieran juntos. La víctima tenía inclusive dependencias privativas en un chalet de Mazagón (Huelva) donde acaeció tan luctuoso suceso.

La muerte violenta de un ‘Ruiz’ desató nuevas leyendas. Una indicaba que las peleas entre hermanos llevaban años disputándose. La que acabó con la vida de Rafael Ruiz fue una más, pero hincaba raíces en temas menos prosaicos como la lucha por ver determinado canal televisivo. Este fratricidio sitúa a ‘Casa Ruiz’ con un nuevo episodio que hizo mella al negocio. Lo hizo más débil por la tragedia familiar que deparó.

El ocaso del negocio

Antes y después del fratricidio indicado, ‘Casa Ruiz’ comenzó a sufrir las consecuencias de una competencia creativa, emprendedora, ubicua y que apostaba por márgenes comerciales menores. La lucha por el cliente es una batalla en todos los sectores, pero en el gremio de joyeros es especialmente cruda.

Además en este ramo sufren atracos, están controlados por demasiadas autoridades, se limitan las financiaciones por bancos, pagan muchos impuestos y seguros. Una red de decenas de vendedoras a domicilio de joyas que se nutría en ‘Casa Ruiz’ no fue suficiente para paliar el descenso de ventas y beneficios de un negocio con marca propia, historia y activos que lo distinguían al alza de sus competidores.

‘Casa Ruiz’, tras la gloria del negocio en época franquista (1939-1975), se adaptó a los tiempos invirtiendo en publicidad cantidades importantes. Ello fue parejo a la decadencia del centro histórico sevillano como polo comercial sufrida décadas atrás. A posteriori, la peatonalización de parte del centro añadió vida económica a una zona que renqueaba en tiendas.

Desde hace pocos años se liquida un negocio sevillano de referencia. Aún penden los rótulos en las ubicaciones de O’Donnell y Sierpes de ‘Casa Ruiz’. Resulta difícil de entender cómo hasta ahora ningún negocio ha reemplazado esta histórica marca de la joyería sevillana. Nuevamente, la leyenda adjudica una maldición para que tan estratégicas ubicaciones del centro histórico sustenten una marca que parece no querer despedirse del mercado.

La sociedad JOYERIA CASA RUIZ METALES Y PIEDRAS PRECIOSAS SL sigue presente en directorios empresariales de internet. Son los restos de un negocio que sufrió vaivenes en sus casi 90 años de historia. Desconocemos si la maldición que leyendas y algunos hechos adjudican a ‘Casa Ruiz’ lo han cerrado para los sevillanos.