La Sevilla de la Belle Epoque, felices 20s del pasado siglo, aplazó la Expo Iberoamericana hasta 1929. La primera gran transformación del siglo XX [Expo Universal de 1992 remodeló la isla de la Cartuja, reconstruyó el Aeropuerto, renovó estaciones de autobús, tren y adecentó el centro histórico] revivió a una capital provinciana. A las obras e inversiones del evento, aquella Expo, se añadió una economía laxa. Esta vivió en la IIª República, la sublevación de Queipo y posguerra una depresión.
Uno de los negocios que arrancó en el prólogo de la Expo del 29 fue ‘Casa Ruiz’. Fundada en 1928, se liquida desde aproximadamente 2015 en dos sedes (O’Donnell 14 y Sierpes 68). Ambas permanecen rotuladas con una distinguida marca joyera y de metales preciosos. El negocio tuvo muchos emprendedores. Compartían el apellido Ruiz desde sus inicios.
‘Casa Ruiz’ alojó transacciones de metales preciosos, compra-venta de oro y monedas. Ejerció, también, como mayorista para joyeros y plateros. Y fueron minoristas en las dos tiendas que abrió al público, más una efímera exposición de platería que mantuvo años atrás en Puerta Jerez. Además, añadió a su oferta custodia -en cámara acorazada- de joyas de clientes; tasó y peritó joyas para juzgados y particulares. Inclusive, un tiempo actuó como ‘casa de cambios’: compraba y vendían divisas foráneas.
Leyendas de joyas y muelas de oro
La dilatada historia de ‘Casa Ruiz’ incluye verdades y demasiadas fantasías acuñadas por la palabrería popular. Los convulsos días de la IIª República en Sevilla duraron poco, entre abril de 1931 y julio de 1936. Hubo atracos y saqueos de iglesias o palacios. Las joyas que compraron o heredaron terratenientes, aristócratas, burgueses y profesionales de éxito pasaban de mano en mano y entre ‘peristas’ que pagaban miserias a las prisas por ‘colocar’ lo hurtado. El oro robado se fundía entonces en el Protectorado francés de Marruecos. Hoy por hoy, ha repartido puntos de fundición en la península ibérica, siendo Córdoba y el sur portugués algunos enclaves.
La Junta de Defensa [órgano de los sublevados contra la IIª República] promueve, mediante orden 19 agosto 1936, Suscripción Nacional. Es un ente que financia a los franquistas recaudando entre particulares oro, joyas, relojes, etc... Sus agentes iban por los pueblos recopilando tesoros familiares que se donaban al nuevo régimen. El pánico de verse en el paredón o acabar en una fosa alentó ciertas donaciones para salvarse. Otras veces los recaudadores tenían en los sepultureros confidentes que señalaban tumbas de cadáveres con muelas de oro. Los expoliaban sin recato....
Una leyenda sitúa a ‘vendedores’ de oro y muelas de fallecidos en las mesas de tasación de ‘Casa Ruiz’. Además, allí fue un pingüe negocio vender oro a dentistas pues, hasta hace pocas décadas, lucir oro en la dentadura era signo de distinción social. Nadie sabe si ‘Casa Ruiz’ acumuló cenizo y malfario con el oro que iba y venía de los muertos. Y si esas piezas dentarias acabaron en paquetes que se fundieron en Marruecos.
Una maldición real la endilgaron ladrones y atracadores a ‘Casa Ruiz’. Tras intentar vender allí piezas robadas o hurtadas acababan sin el botín y en los calabozos. La leyenda subsiguiente sitúa en los patios carcelarios de La Ranilla a presos que fueron delatados en una joyería donde no eran ‘peristas’. Se juraban entonces no regresar jamás a ‘Casa Ruiz’. Desde allí comenzaba su regreso a la cárcel. Entre quienes compran oro al peso es más negocio no delatar a nadie, pero en ‘Casa Ruiz’ había ortodoxia.
Esa pauta hizo que el negocio creciera durante el franquismo. La custodia de joyas, ante el terror que generó la rapiña de la guerra y posguerra, sería otro sustantivo negocio de ‘Casa Ruiz’. Los clientes recibían un papel del depósito. Algunos herederos peleados pleitearon contra ‘Casa Ruiz’ porque se les exigía documentar la legitimidad de legatarios. Otros perjudicados por tasaciones judiciales de expertos de ‘Casa Ruiz’ también les demandaron aportando ‘contra periciales’ más favorables. La pugna por cuadernos particionales, ajuares, hijuelas y cofres repletos de joyas alcanzó a unos reputados joyeros que tasaban o custodiaban bienes ajenos.
Una anécdota de ‘Casa Ruiz’ se sitúa cuando contrataban nuevo personal. En la década de los 70 y 80s del pasado siglo uno de los dueños en la entrevista precontrato hacía dos preguntas al candidato: si fumaba y si era bético. Si la respuesta de quien se veía empleado del negocio era positiva automáticamente era descartado con buenas palabras. El ‘jefe’ entonces era un acérrimo sevillista y odiaba el humo del tabaco. Aquel señorío no contrataba a las criaturitas.