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Actualizado: 13 mar 2021 / 04:00 h.
  • J. C. Bergantiños, el marchante neoyorquino detenido en Sevilla

Sevilla, viernes 18 abril 2014. Recepción del NH Viapol Collection. A media mañana el lobby del Hotel estaba tranquilo. Una pequeña cola registraba nuevos huéspedes. Cuando le llegó el turno a José Carlos Bergantiños Díaz, nacido en 1955 en Parga (Lugo), su sonrisa y afabilidad agilizaron el trámite tras entregar en recepción su NIF.

Pocos minutos después, varios policías con y sin uniforme, entraron al Hotel. Iban a detener a Bergantiños. Esgrimían una orden tramitada por INTERPOL de un juzgado neoyorquino por 11 cargos por blanqueo, fraude y delito fiscal. La fiscalía de Manhattan pedía 119 años de cárcel. La sorpresa fue mayúscula. Junto a su equipaje, fue conducido a la Jefatura de Blas Infante con un ataque de ansiedad. Exigió ayuda médica para paliarlo. Pocas horas después, fue conducido hasta Madrid para declarar ante la Audiencia Nacional ante su solicitada extradición a EEUU.

Testigos y policías que trataron con Bergantiños en Sevilla no salían de su asombro ante un individuo que parecía no haber roto un plato en su vida, ni matado una mosca. La sorpresa de su inesperada detención añadió morbo a un tipo que no vino a Sevilla de turismo. Buscaba algo en una misteriosa ‘cita en Sevilla’ que sólo canceló una detención no prevista por el gallego.

Una vida intensa

Bergantiños tenía un pasado antes de pisar suelo hispalense. A principios de los ochenta se afincó en Nueva York sin saber una palabra de inglés, sin blanca y con una pareja azteca, Glafira Rosales (Guanajuato 1956). Ella fue condenada en Nueva York por colocar cuadros falsos a millonarios que pagaba el gallego de un copista oriental. El ‘Caso Bergantiños’ conmocionó al mundo del arte en una de las capitales con más coleccionistas, museos y galerías del mundo. Un reportaje del New York Times sintetiza sus pasos en Manhattan y Long Island, más su ausencia del banquillo.

Bergantiños, en 1984, malvivía como camarero de un restaurante español neoyorquino. Las metas que se proponía las alcanzaba. Y todas pasaban por una personalidad que persuadía a sus interlocutores. Una etapa laboral retrata su ingenio. En la Gran Manzana, José Carlos consiguió empleo repartiendo marisco. Se compró una vieja ambulancia para esquivar el tráfico. Cuando había retenciones, encendía la sirena y lograba entregar la mercancía en tiempo récord. Eran langostas, no enfermos, lo que llevaba.

Poco a poco se introdujo en el mundillo del arte logrando alianza con galerías y coleccionistas de postín. Un chino le falsificaba la obra de renombrados artistas en el garaje de una vivienda de Queens. Su palabrería y depuradas técnicas dramáticas logró que sus fraudes sobrepasaran cientos de millones de dólares. Logró repatriar a Galicia casi 33 de esos millones. Su hermano Jesús Ángel fue su aliado. Disponía de cuentas en BBVA y Caja Madrid (hoy Bankia).

El inmigrante Pei-Shen Qian pasó de hacer retratos callejeros a vivir de Bergantiños. Era un as imitando a las grandes firmas de la pintura. Como en la Sevilla de los 60s Eduardo Olaya que copiaba a Velázquez. El negocio iba bien hasta que un cuadro ‘full’ lo compró la esposa del Generalísimo Franco desatándose la Operación Sevilla.

El chino era tan bueno que el tándem Rosales & Bergantiños colocó un Pollock por 17 millones de dólares, un Rothko por 8,3 millones o un Clyfford Still por 5 millones. La lista de copias casi perfectas superó la centena; el fraude, según autoridades judiciales, se tasó en 80,7 millones de dólares. Pero podría multiplicarse porque a muchos estafados les ruboriza denunciar el engaño. Bergantiños, además de seductor se graduó en la New York University con el título de ‘Cómo ser un marchante de éxito’. Acudir a subastas, frecuentar galerías, registrar varias empresas y vestir como un dandy añadían credibilidad a un marchante ya poco autodidacta.

Como Olaya, Bergantiños y su copista chino envejecían los lienzos con productos hasta lograr la casi perfección. Las copias que comercializaron de Francisco Zúñiga, Keith Haring, Jean-Michel Basquiat, Jackson Pollock, Mark Rothko, Franz Kline, Willem De Kooning o Sam Francis parecían originales e indetectable su falsificación.

En 2005, José Carlos y Glafira compraron un chalé de 2 millones de dólares Long Island, cerca de Manhattan. Tenía 557 m2, dos plantas, 5 habitaciones, 6 baños y extenso jardín. Los días de gloria del marchante los pasaba con chófer y Mercedes. Su colección privada superó las 250 obras. Entre otros había originales de Warhol, Miró, Lee Krasner o Le Corbusier. La única hija de la pareja, Isolina, vivía como una princesa. Virtuosa del violín tocó para el Papa Juan Pablo II cuando era niña.

El 21 de mayo de 2013, muy temprano, el FBI arresta Glafira en la mansión que compartía con Bergantiños. Sobre el gallego no hubo entonces suficientes evidencias para ser detenido. Ganó tiempo para huir de EEUU. Semanas después del arresto de su pareja, Bergantiños aparece en Lisboa feliz, sonriente, ataviado como un hawaiano en una convención de Rotary International. Glafira ya dormía entonces en la peor cárcel neoyorquina, de la que salió tras pagar 2,5 millones de dólares.

Los cargos iniciales que sumaban 99 años se redujeron en gran medida porque Glafira cooperó con la Fiscalía y endilgó a su prófuga pareja la quintaesencia de los delitos que merodeaban su libertad. El 31 de marzo de 2014, EEUU formalizaba acusación a José Carlos, su hermano y Pei-Shen Qian. Dos semanas después fue detenido en Sevilla. A su hermano lo atraparon en Madrid. La colaboración de Glafira fue sentenciada en 2017. Cumplió 90 días de arresto domiciliario y 3 años de libertad vigilada.

Cuentas y cita pendientes

El Juez Fernando Andreu, de la Audiencia Nacional, denegó la extradición de los hermanos Bergantiños. Invoca que son españoles ‘con arraigo en el país’ y que los presuntos delitos que les señalan se cometieron en territorio patrio. Por ello, se compromete a juzgarlos aquí. José Carlos acreditó padecer un proceso neurológico y psiquiátrico que le limita movimientos y capacidad cognitiva. Su abogado cumple su oficio a la perfección. El ex marchante vive libre en Lugo con el pasaporte retirado.

En la República Dominicana tiene otro frente judicial el ex marchante. La Fiscalía caribeña le acusa de haber usado el hoy quebrado Banco Peravia. Allí fue directivo, habría lavado dinero y propiedades y obtuvo créditos privilegiados. A la isla viajó con frecuencia Bergantiños y tenía excelentes contactos. Se ligó a ONGs locales y haitianas recaudando dinero para ayuda humanitaria. Las incógnitas filantrópicas del gallego no son pocas.

Con la prohibición de salir de España, a la espera de mejorar su salud y de juicio en la Audiencia Nacional Bergantiños acumula muchos secretos. La madre de su única hija trabaja ahora de camarera y vive en habitación alquilada en Nueva York. Mientras el dinero al gallego no le falta, ni para afrontar los cargos penales, ni para médicos que certifiquen su mala salud, ni para vivir libre en la Galicia que le vio nacer.

Poco amigo de conceder entrevistas Bergantiños no desvela cómo ha engañado tanto y tanta gente. Su cola de afectados es internacional. Un detalle sobre su operativa sería revelador. En las causas penales que le señalan varios testimonios admiten que Bergantiños ‘colocó’ cuadros con aromas de té y un secador de pelo. Picardía hispana al 100%, la misma del copista sevillano Eduardo Olaya en sus mejores tiempos.

La ‘cita en Sevilla’ de Bergantiños se canceló por razones ajenas a su voluntad. Sus vínculos, como antiguo directivo del Rotary, en Nueva York, República Dominicana, Portugal y Haití no deben despreciarse para encontrar razones de su corta estancia en Sevilla durante 2014. En Sevilla hay varios Clubs del Rotary. El primero lo fundó en 1927 un personaje enigmático, el notario José Gastalver Gimeno.

La pregunta sevillana final sería: ¿Con quién quedó aquí y para qué vino?. La respuesta es retórica, es un imposible. Seguramente la replicará Bergantiños aleccionado por su abogado, no dando puntadas sin hilo y con más preguntas. Este gallego quizá sea de los que si te los encuentras en una escalera no se sabe si sube o baja. Mientras, perduran las incógnitas de un gallego que lo fue todo en Nueva York. Allí tuvo mucho arte. Aquí sería mudo, aunque su ego lo desnudó a Vanity Fair, la feria de las vanidades.

Como los norteamericanos le sacan tajada a las buenas historias, Bergantiños & Rosales ya protagonizan un documental de que el Covid-19 aplazó su estreno. Made You Look: A True Story About Fake Art, es una cinta en la que toman la palabra los protagonistas de un escándalo que le logró cerrar una veterana galería neoyorquina, Knoedler & Company.

El laureado cineasta Barry Avrich en dos años recorrió varios países desvelando la trama del arte falsificado. El documental explica cómo Glafila Rosales vendió 60 cuadros falsificados por 80 millones de dólares. Ella acusa a los hermanos Bergantiños en la cinta de ser los cerebros de la trama. Avrich no visitó Sevilla, en su cinta sólo salen rascacielos, no La Giralda.