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Actualizado: 18 mar 2022 / 04:00 h.
  • Analogías entre el grabado de Durero y el Cristo de la Humildad y Paciencia
    Analogías entre el grabado de Durero y el Cristo de la Humildad y Paciencia

«La complejidad de los grupos escultóricos de la Semana Santa de Sevilla, sobre todo en dos épocas muy concretas, la del barroco escenográfico de la segunda mitad del siglo XVII, con José de Arce como antecedente y Pedro Roldán como máximo representante y al frente de un amplio taller y un círculo en el que participaron escultores de la categoría de Cristóbal Pérez, Luisa Roldán, Francisco Antonio Gijón y Pedro Roldán el joven, y la del regionalismo del primer tercio del siglo XX, en la que destacaron las aportaciones de Joaquín Bilbao y Antonio Castillo Lastrucci, ambos muy influenciados por el realismo de Antonio Susillo, se sustenta en la amplia formación de los escultores referidos y con esto en las múltiples fuentes de las que obtuvieron referentes y recursos para sus composiciones». Con estas palabras de Andrés Luque Teruel, profesor de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla, arranca el prólogo de Influencias artísticas en los grupos escultóricos de la Semana Santa de Sevilla, el nuevo trabajo del historiador Pablo Borrallo dedicado a la celebración hispalense. Un ensayo sorprendente con el que el autor de Simbolismo en la Semana Santa de Sevilla e Iconografía en la Semana Santa de Sevilla (ambos publicados por la editorial Alfar), da una nueva vuelta de tuerca a la bibliografía cofrade. Dividido en cinco bloques, los cuales se corresponden con los diversos episodios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor, la obra aborda un tema poco explorado hasta el momento: las fuentes de inspiración que permitieron a los artistas crear nuestras imágenes de Semana Santa. Algunas se ubican en los primeros siglos del cristianismo, y otras son más cercanas en el tiempo, aunque todas contienen ingredientes lo suficientemente jugosos como para establecer interesantes hipótesis.

El arte que inspiró nuestra Semana Santa

«El arte no necesita idiomas, pues tiene la capacidad de comunicar por sí mismo». Esta es la frase con la que el escritor Juan Pedro Recio Lamata (Las cofradías de Sevilla en la II República) introduce el libro. Un axioma al que sucede un primer listado de artistas que pudieron influir en nuestros hacedores de imágenes —de Leonardo Da Vinci a Ciseri, pasando por Boticelli o El Greco—, y que dan paso a muchos otros, sobresaliendo grabadores como Alberto Durero y Gustave Doré, escultores como Bernini y Miguel Ángel, o pintores como Murillo y Rafael Sanzio; todos ellos responsables, junto a la Palabra, de evangelizar a los pueblos «mediante la propagación y afianzamiento de la fe».

Siguiendo la senda de otros investigadores como Juan Fernández, Manuel Jesús Roldán o Julio Mayo, que de algún modo ya apuntaron paralelismos entre algunas imágenes de nuestra Semana Mayor y obras maestras de la Historia del Arte, y asentando su tesis sobre los trabajos de José Sánchez Herrero, Pablo Jesús Lorite, José Roda Peña, José Manuel Moreno Arana o Benito Rodríguez Gautius, Pablo Borrallo nos lleva de la mano hasta el Monte Athos, primera parada de su fascinante viaje, donde se alza el monasterio griego de Stavronikita. Allí se custodia el Icono de Theofhanes de Creta (1546), una de las representaciones más hermosas de la Sagrada Entrada de Jesús en Jerusalén, que a su vez remite a los pintores italianos Giotto o Buoninsegna (siglo XIV). El periplo continúa en Flandes, durante el siglo XVII, con artistas como Van Dyck, y desemboca en el corazón de Sevilla, para hallar correspondencias entre el relieve de la puerta de las Campanillas de la Catedral y el primitivo misterio de la Borriquita tallado por Pedro Roldán.

A partir de ahí, Influencias artísticas en los grupos escultóricos de la Semana Santa de Sevilla continúa analizando otros conjuntos pasionistas, como la Sagrada Cena —con posibles influencias de Ghirlandaio, Juan de Juanes o Caravaggio en las imágenes de Ortega Bru—, la Oración en el Huerto —sobresaliendo el grabado El Sermón de Jesús sobre la Montaña de Julius Schnorr como probable referente para el San Pedro de Castillo Lastrucci—, o el Beso de Judas y el Prendimiento —Fra Angelico, Jacometti o Salzillo pudieron servir de punto de partida para la hechura de los misterios de la Redención y los Panaderos—. Y sin solución de continuidad, la obra recorre el resto de pasajes narrados por Marcos, Mateo, Lucas y Juan, sin dejar atrás aquellos elementos de los evangelios apócrifos que sirvieron de base para dar forma a nuestros pasos de Semana Santa. Es el caso de las hermandades de San Benito, la Macarena, las Cigarreras, las Penas de San Vicente o el Museo.

Entre las muchas hipótesis que jalonan el texto —244 páginas impresas en papel a todo color— sobresalen aquellas en las que las similitudes saltan a la vista a través de las preciosas fotografías —un compendio de imágenes cedidas por Pedro Aranda, Francisco José Pérez, Fernando Salazar, Ángel Bajuelo, Antonio Sánchez Carrasco, Javi Jiménez y Sebas Gallardo—. Nos estamos refiriendo al misterio de la Bofetá y su similitud con el lienzo Jesús en casa de Anás, de José de Madrazo (1803); al de Nuestro Padre Jesús en el Desprecio de Herodes y sus conexiones con los altorrelieves de las puertas de la catedral de Hildesheim (siglo XI); a
la Magdalena del primer paso de la Hiniesta y la pintura Santa Teresa de Jesús de José de Ribera (1630); o a la Piedad del Baratillo y el grabado La Piedad de Goltzius (1558-1617).

El arte que inspiró nuestra Semana Santa

Otros paralelismos asombrosos, que Pablo Borrallo desgrana con rigurosidad y didactismo, son el del Señor de las Penas de la Estrella y la pintura Daniel en el foso de los leones, de Pedro Pablo Rubens (1613-1615); la Claudia Prócula del paso de la Sentencia y una mujer arrodillada del grabado El Espíritu de la Sabiduría, de Collaert (1598-1618); el sayón con vara del paso de la Coronación de Espinas del Valle y el sayón de la pintura Coronación de Espinas, de Tiziano (1540); o el cirineo de San Isidoro y su correspondiente en el lienzo Cristo camino del Calvario y la Verónica, de Valdés Leal (1660).

Y por si fuera poco, el libro, profuso en detalles y curioso hasta el extremo, incluye ilustraciones de Teresa Guzmán, textos de Daniel Cuesta Gómez, Jesús Méndez Lastrucci, Esperanza Sáez y Alberto Diago, y una completa bibliografía que se suma a las notas repartidas por todas sus páginas.

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