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Actualizado: 02 dic 2019 / 13:01 h.
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  • América, Córdoba, La Moncloa...

Entre Lima y México

La mirada del mundo taurino estaba puesta este domingo en el continente americano. Andrés Roca Rey cumplía en Lima su segundo y último compromiso de la feria del Señor de los Milagros. Lejos de allí, pero sin cambiar de continente, se anunciaba la confirmación de alternativa de Pablo Aguado. Los rivales coincidían en fecha, casi en hora pero volvían a navegar a muchas millas el uno del otro. Los resultados de una y otra tarde tampoco acapararon demasiados titulares. El gato lo llevaron otros a remojo. En el limeño coso de Acho hay que anotar la salida a hombros –vestido de goyesco- del diestro francés Sebastián Castella. Roca y Morante –que abría el cartel en sustitución de Manzanares- no barajaron demasiadas opciones de triunfo. Pablo, por su parte, volvió a recibir los trastos del oficio de manos de Enrique Ponce, su primer padrino de alternativa, en el inmenso embudo de Insurgentes. Completaban cartel de la larga función los mexicanos Joselito Adame y Fabián Barba. Pero las reses de Reyes Huerta se pusieron a la contra de todos menos de Adame, que también se marchó en volandas... El caso es que el cordón sanitario que separa las trayectorias de Roca y Aguado sigue ahí, nítido, rotundo y también inexplicable... recordando con otras circunstancias y condicionantes el que ha separado desde hace lustros a Diego Ventura y Pablo Hermoso de Mendoza hasta dejar el mundillo del rejoneo como un solar. La competencia es la sal de la Fiesta. No debería olvidarse...

Nuevos vientos para Córdoba

Pero hay más cosas que contar de la semana taurina que se fue, algunas buenas. La más positiva de todas es el aterrizaje del empresario sevillano José María Garzón en la plaza de Los Califas. El inmenso recinto taurino cordobés llevaba varios lustros pegando tumbos y su situación, lejos de mejorar, había llegado a tocar fondo en manos de las huestes de Alberto Bailleres. En Córdoba, ésa es la verdad, no se les echará de menos. El caso es que Garzón –que gestiona con éxito plazas como Algeciras o Granada- tiene una ardua tarea por delante. La plaza está ahí pero se trata de levantar una afición, o sus rescoldos, desde cero. Talento y capacidad de trabajo no le van a faltar en el empeño pero este trabajo necesita el retorno de los estamentos sociales y taurinos de una ciudad extrañamente resignada con su suerte algunos lo llaman senequismo- y de intrincada y compleja psicología. Algunos quieren cifrar el éxito del nuevo empresario en el retorno puntual de José Tomás. Es pan de un día. El asunto debe ir más allá: recuperar el sentido, la medida y la forma de la Feria de la Salud y explorar nuevas fechas taurinas sin olvidar la explotación del inmenso coso de Ciudad Jardín para otros usos que rentabilicen su costoso mantenimiento. La tarea es hermosa. Se le desea suerte; la va a necesitar.

Del pacto de La Moncloa y la España vaciada

Y de la orilla derecha del Guadalquivir nos marchamos a los montes del Pardo. Ya hablamos de las dudas que ofrecía el dudoso –por no decir vergonzante- pacto de gobernabilidad entre el irreconocible PSOE de Sánchez y la ensaladilla antisistema que lidera Pablo Iglesias y ahora atiende al nombre de Unidas Podemos. Pero no dejaremos del todo aquel punto tres en el que se hablaba del candente cambio climático y la biodiversidad. Nos sirve para saltar al ocho que, textualmente, apuesta por “revertir la despoblación” y promete un “apoyo decidido a la España vaciada”. Suena estupendo. Pero todo se cae por su propio peso si atendemos al concepto que esta tropa tiene del campo, de sus costumbres y su verdadero equilibrio natural. El ecologismo de despacho no entiende de jaras ni terrones. Victorino Martín, activísimo presidente de la Fundación del Toro de Lidia, les ha dado la mejor respuesta en un memorable artículo publicado en El Mundo en el que vuelve a poner en evidencia la nefasta marea del animalismo. Esa ideología es, en cualquier caso, incompatible con nuestra cultura más ancestral. No se puede luchar contra la traída y llevada “España vaciada” desde la negación de nuestra propia identidad o la anulación de nuestras más acendradas tradiciones. Victorino da completamente en el clavo al señalar que los animales “han conformado nuestra forma de ser, de hacer, de pensar y de celebrar”. Frente a esta verdad incuestionable, el animalismo, vuelve a apuntar el prestigioso ganadero, “persigue el objetivo final de no poder usar los animales”. Es así de sencillo. El propio Victorino esboza el desenlace: “No usar los animales significa la muerte sin posibilidad de retorno de la España rural, de la España vaciada”. ¿De qué estamos hablando entonces? Nosotros añadimos que la mejor arma para luchar contra el cambio climático –entre otras- es proteger a la dehesa y sus guardianes como garantes de ese medio natural de sus animales y, ojo del arraigo de los hombres que le dan carácter. No sé si eso viene en el libro de la niña cabreada que pasean por el mundo para dar sermones.

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