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Actualizado: 07 ago 2018 / 07:45 h.
  • Factoría Cultural. Seis meses de compás para la integración
    La Factoría Cultural comenzó a funcionar el pasado mes de enero, desde entonces han realizado diversas actividades (desde conciertos, teatros o incluso la proyección de la serie de Camarón) para darse a conocer entre los vecinos de la barriada. / Reportaje gráfico: Manuel Gómez y Jesús Barrera
  • Factoría Cultural. Seis meses de compás para la integración
    Uno de los objetivos de la Factoría es dar soluciones de empleo a los vecinos del Polígono Sur. Además, quieren acabar con esa imagen vinculada a la marginalidad y la inseguridad. / Reportaje gráfico: Jesús Barrera
  • Factoría Cultural. Seis meses de compás para la integración
    Los artistas que trabajen en la Factoría participarán en una suerte de banco del tiempo y participarán de las actividades del centro. / Jesús Barrera
  • Factoría Cultural. Seis meses de compás para la integración
    Trabaja con otras instituciones para establecer colaboraciones. / Jesús Barrera
  • Factoría Cultural. Seis meses de compás para la integración
    La Factoría quiere integrarse dentro de los espacios culturales de la ciudad. / Jesús Barrera

El pasado 23 de enero abría sus puertas tras dos años de espera la Factoría Cultural. En su presentación quedó en evidencia que el espacio estaba llamado a ser un lugar para el encuentro, para acercar la cultura a los vecinos del Polígono Sur y, a su vez, acabar con prejuicios y barreras psicológicas del resto de sevillanos sobre una de las barriadas más castigadas y empobrecidas del país. Una tarea que es más fácil de anunciar que de llevar a cabo. En estos primeros meses de andadura, en una «fase cero», como la denomina la directora del espacio, Amapola López, se han tratado de sentar las bases, de arrancar la maquinaria para conseguir todos esos objetivos que se anunciaron y alguno que otro más.

Lo primero que hace un recién llegado a un barrio es presentarse, darse a conocer. Y esto es lo que hicieron desde la Factoría. Los trabajadores del espacio fueron tomando contacto con el tejido asociativo para tener una visión lo más completa posible de qué se hace en el barrio, cuáles son los usuarios, qué intereses tienen... en esta primera labor fue «fundamental» la colaboración de la oficina de la Comisionada del Polígono Sur. «Hemos tratado de tener un diagnóstico completo, un mapa de situación del barrio antes de ponernos manos a la obra», explica López, quien destaca que en función de los resultados obtenidos se han ido desarrollando las líneas estratégicas para trabajar.

La primera de las conclusiones es sencilla. En un barrio con una de las tasas de paro más alta, urge poner en marcha planes de formación para el empleo. Así, desde la Factoría Cultural se han puesto manos a la obra y han dedicido hacer de lo que les hace distintos, la producción artística, el motor de sus planes formativos. «Teníamos claro que no solo es un espacio de exhibición o producción cultural. También debía crear oportunidades de empleo y formación. Queremos ampliar la oferta que ya existe en el barrio». ¿Esto en qué se traduce? Pues, por ejemplo, en lugar de sacar a licitación el contrato para los encargados de atender la sala en el salón de actos de la Factoría, la intención de López es que sean los propios vecinos de la barriada quienes se formen en este trabajo y se encarguen de ser ellos los que acomoden a los usuarios cuando haya un espectáculo. «Es algo nuevo y estamos buscando las fórmulas para poder ponerlo en marcha», explica la directora, quien admite que habría sido mucho más sencillo una contratación habitual, «pero queremos agotar los recursos que tenemos en nuestra mano para dar solución a uno de los problemas más graves de la zona». Además, destaca, quienes tengan esta formación y puedan trabajar como asistentes de sala, «tendrán esa experiencia que puede hacerles encontrar otros puestos en el futuro» dentro del mundo de la cultura.

En esta misma línea, tienen previsto más acciones formativas, siempre vinculadas a la cultura y la creación. Así, en septiembre y en octubre habrá sendos cursos de iniciación a la iluminación y el sonido en los espectáculos impartidos por la Escuela Pública de Formación de Cultura de Andalucía. «Queremos introducir nuevos temas, nuevas líneas de formación y si hay interés seguiremos profundizando en ellos», explica López, quien anuncia que «para quienes tengan interés en seguir formándose de manera profesional en alguna de estas materias habrá dos becas» para cursos más extensos que los capacitarán para acceder al mercado laboral.

Además de dar respuesta laboral o formativa, la Factoría tiene a los vecinos del Polígono Sur como eje central de sus acciones y para ello es clave que éstos sean los protagonistas del espacio. En los primeros meses de vida las actividades que se han programado han estado centradas en dar a conocer el proyecto en la barriada, porque es algo «básico». «Los vecinos han visto el edificio cerrado durante dos años. Pensaban que era un dinero malgastado y que no se iba a hacer nada. Ahora nos tocaba demostrarles que vamos en serio, que va para adelante», explica la directora de la Factoría, que admite que han tenido un «inicio tímido». En este tiempo «poco a poco» se han ido acercando los vecinos. «El boca a boca ha funcionado bien pero es un proceso lento. Desde que el primero viene y ve qué se hace hasta que llega otra persona que nos dice que quiere participar pasa un tiempo pero es un logro que ya está pasando», dice López.

Pero los responsables de la Factoría no quieren quedarse solo ahí. En que los vecinos acudan como espectadores a los espectáculos que se organicen, que también. Pretenden que sean los propios residentes en el Polígono Sur los que decidan qué hacer. «Queremos trabajar en los mecanismos de participación», otro objetivo complejo teniendo en cuenta que el proyecto nace «sin arraigo, sin un hábito ni relación con el espacio». Por ello, desde la Factoría trabajan para generar esa comunidad de usuarios, aunque admiten que en un entorno con las carencias que existen en la barriada quizá sea «difícil que se planteen cómo colaborar cuando están pensando cómo acabar el día». En cualquier caso, López no ceja en su empeño de buscar fórmulas para que sea un «espacio libre». «Nosotros tenemos ideas para empezar, pero no queremos imponer nada ni condicionar».

Por ello, la actitud de la dirección de la Factoría es escuchar, conocer las necesidades de los vecinos para, dentro de su ámbito de acción, poner en marcha acciones para dar solución a esas propuestas. «Somos un espacio con una vocación artística clara a partir de la que generar recursos y estructura social». Así, por ejemplo, plantean asesorar a quienes comienzan empresas vinculadas con el sector, en colaboración con el Centro Andaluz de Emprendimiento (CADE) o incluso proponen abrir el espacio como un coworking para estos pequeños emprendedores. Como ejemplo pone un proyecto de un grupo de vecinos que tenía la «inquietud» de poner en marcha un servicio eventos relacionados con la gastronomía. «Habían dado los pasos previos y organizaron un evento en Factoría, que fue su presentación».

Escuchando (o leyendo) las palabras de Amapola López parece que en este tiempo de actividad todo ha sido fácil para los responsables de la Factoría Cultural. Pero lo cierto y verdad es que admite que ha habido «muchas dificultades pero más para terminar de montar el proyecto que la acogida, que está siendo buena».

Otro de los retos, que enlaza con la meta de contar con los vecinos es que la Factoría no es un espacio de exhibición al uso por lo que no tiene un público objetivo cerrado, con las dificultades que eso conlleva, claro. «Somos un espacio multidisciplinar con objetivos amplios y diversos, por eso para nosotros es fundamental que nadie se sienta excluido, que todo el mundo lo vea como un espacio propio». Para ello, otra de las metas es ampliar los referentes artísticos, «más allá del flamenco» pero que tengan vínculos bien con la cultura del Polígono Sur o con los intereses de sus vecinos. «En el barrio hay un arraigo del flamenco indudable pero también existen otras inquietudes relacionadas con la danza... o incluso el rock o el rap».

Con esta idea en la mente, López y su equipo han planteado para la vuelta de las vacaciones el desarrollo de meses temáticos en los que todas las acciones de la Factoría se centrarán en un mismo contenido. Por ejemplo, en septiembre será la Bienal de Flamenco; en octubre, la cultura africana, muy presente también en la barriada; luego vendrá el Mes de Danza; y cerrará el año el programa Alumbra, con las actividades de Luces de Barrio, que en esta ocasión se relacionarán con la ecología y el medio ambiente.

Cambiar el imaginario colectivo que existe sobre el Polígono Sur es uno más de los puntos fundamentales en los que trabajarán en la Factoría Cultural. «El discurso que trasciende es muy limitado. Tráfico de droga, pobreza y fractura social. Eso es algo que existe pero queremos que llegue algo más», explica López, quien asegura que «para que haya otro discurso hay que empoderar a la gente del barrio para que sean ellos los que cuenten su historia». La directora de la Factoría, que, lógicamente, admite que el barrio tiene un problema de aislamiento «enorme», físico, psicológico «que no es fácil de cambiar». Para lograrlo se plantean poner en marcha proyectos artísticos invitando a artistas de fuera para que trabajen en la Factoría y también con los artistas del barrio, algo que los llevará a tener «otros discursos a través del arte».

Para estas invitaciones, la Factoría cuenta con la colaboración de la residencia Flora Tristán donde se realizarán residencias artísticas. Estos creadores trabajarán en el espacio del Polígono Sur adquirirán el compromiso de dedicar parte de su tiempo a realizar talleres, participar en alguna sesión colaborativa o cualquier otra actividad posteriormente. «Como un banco del tiempo. Aún no tenemos cerrado cómo se harán las devoluciones pero trataremos de que se adapten a los calendarios de los artistas residentes y a la programación mensual que tengamos en Factoría», explica la directora, que asegura que ya hay «bastantes» artistas usando el espacio. «En su mayoría están relacionados con el flamenco» pero también ocuparán las aulas algunos proyectos de la convocatoria que hace anualmente el ICAS.

«Poco a poco el espacio se va conociendo y se empieza a demandar. Se comienza a romper la barrera psicológica de que no pueden venir porque es peligroso». Este proceso requiere, reconoce, de una labor de normalización que pasa por hacer un primer acompañamiento por parte de los trabajadores de la Factoría a los artistas residentes.

En ese mismo objetivo de acabar con los prejuicios sobre el barrio, es «fundamental» que en la Factoría se sigan celebrando eventos que se enmarcan dentro de la programación habitual de la ciudad y se convierta en un espacio escénico más. «Lo lograremos cuando los sevillanos miren qué hay en la Factoría como lo hacen con el Lope de Vega o el Central». López explica que se mantienen contactos para traer actividades del festival de Swing, Circada, el Mes de Danza... «Intentamos hacer alianzas con los eventos del ICAS, pero no solo. Estamos recibiendo más propuestas culturales consagradas que tendrán allí una extensión».

De hecho, la Bienal de Flamenco tendrá un ciclo dentro de su programación oficial que se desarrollará en la Factoría. De la mano de... es como se llama la actividad, que ya está en desarrollo y consiste en que un artista consagrado da a conocer a una joven promesa. La propuesta, novedad de esta edición, persigue el descubrimiento de nuevos artistas apadrinados por figuras como el cantaor José Valencia, el guitarrista Gerardo Núñez o el bailaor Farruquito.

Pero también quieren establecer vínculos con la Universidad de Sevilla, la Pablo de Olavide, «tenemos contactos con un campus estadounidense para que vengan alumnos suyos, «queremos solicitar ayudas a la Unión Europea para que se relacione con el resto de espacios de igual a igual». «Apuntamos alto», admite López.