El pasado día 10 ha cumplido 72 años. A su edad muchos buscan el retiro dorado (y merecido) al hogar para recuperar las horas ‘robadas’ a la familia durante la vida laboral y social. Sin embargo, Salvador Muñiz no duda en seguir arremangándose y arrimando el hombro por la causa de Tres Barrios (Pajaritos, Candelaria y Madre de Dios). Los vecinos son lo primero en su agenda, donde a diario anota las citas para llamar a las puertas de las administraciones (Estado, Junta o Ayuntamiento de Sevilla) y pedir, no para él, sino como siempre ha hecho para los demás. «En esta bendita tierra, cada uno tiene que hacer lo que le apetezca, pero siempre que lo que a uno le apetezca sea para favorecer a los demás». Una frase que resume a la perfección su filosofía de vida en los 50 años de entrega y dedicación a Sevilla y sus barrios.
Salvador puede presumir de ser ‘profeta en su barrio’. Se lo ha ganado a pulso. A base de constancia, tiempo y esfuerzos a raudales. Hace unos días entidades y asociaciones del distrito Cerro-Amate reconocían sus desvelos por invertir la inercia de zonas condenadas al olvido y a la degradación. «Creo que llega un determinado momento en la vida, que tienes que invertir y cambiar las opciones de lo que estás viendo». Y así ha hecho prácticamente toda su vida. Desde su juventud, cuando desde aquellas murallas de la Macarena –su barrio de cuna que le «da vida» con solo nombrarlo-; hasta este otro, «obrero igualmente» y, por entonces, «con muchos trabajadores trabajando», donde aterriza hace décadas y termina echando raíces.
Ya entonces no dudaba en echar una mano, aunque fuera a hurtadillas y, a sabiendas, de que ‘se jugara’ su puesto de trabajo. Salvador no lo podía evitar. Le salía del alma. «Veía de reojo a don Francisco Palomo, que era el que tenía la panadería, y a don Manuel Alés Pérez, que me colocaron entonces tras el mostrador; y a mí me pedía cinco bollos una familia que tenía diez hijos y le daba doce... (se ríe) Menos mal que don Francisco ya no está aquí y andará por allá arriba».
Aficionado al «fútbol, fútbol, fútbol» y más bético que el escudo, este macareno, por infancia y devoción tuvo la dicha de encontrar con los años en su esposa una aliada fiel a ese amor desmedido por los barrios y por Sevilla. «Tengo la suerte de que mi esposa me ha aguantado carros y carretas, que si no es inviable e imposible», reconoce quien ha sido además durante dos décadas miembro de la junta municipal del distrito, director del Parque Amate y «casi concejal» en su idilio político con el andalucismo de Alejandro Rojas Marcos. «Por estos cinco deditos de la mano no fui concejal, pero no pasa nada. Trabajé más».
Aun así, en estos años de política activa, nunca se olvidó de los barrios. «Estuve en Cultura, en Deportes... Y tuve la suerte de llevar a los vecinos a que conocieran la Expo del 92 antes de que se hiciera, y a las bocas del Metro antes de que se pusiera en marcha», relata entre la nostalgia de quien se ha desvivido en que «los vecinos fueran mejorando».