A pesar de las muchas veces que lo hago a la semana, debido a mi trabajo como guía, sigo sintiendo algo especial cada vez que me adentro en el fascinante interior de los Reales Alcázares, una de las joyas ya no solo de Sevilla y España, sino de toda la Humanidad, como así lo certifica su declaración en 1987 como lugar Unesco. Un auténtico deleite para los sentidos, donde es sencillo imaginarse pertenecer a una época en la que soberanos islámicos y reyes cristianos paseaban por sus patios y salas mientras decidían importantes asuntos de estado.
Debe saber que los Reales Alcázares no son solo un palacio, sino un conjunto de palacios. Algunas partes de ellos atestiguan su pasado islámico, como el Patio del Yeso; otras plasman el espíritu renovador de los años posteriores a la reconquista cristiana, como las salas del palacio gótico. Pero existe un lugar que sobresale encima de los demás, un palacio que simboliza la perfecta unión de la arquitectura y decoración islámica con la simbología cristiana. Estoy hablando de la gran maravilla de los Reales Alcázares, el Palacio Mudéjar.
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También es conocido como el Palacio de Pedro I, ya que fue durante el reinado de este monarca cuando el edificio fue construido. Así lo indica en su exuberante portada, una de las obras cumbre de la arquitectura medieval europea, donde se puede también leer, sobre vistosa cerámica en tonos azules y blancos, una frase en árabe que se repetirá en diversos rincones en su interior: «Y no hay vencedor sino Alá», en una lección de tolerancia religiosa casi impensable hoy en día.
Ahora, querido lector, llega el momento de entrar. Después de atravesar el vestíbulo, le recomiendo cerrar por unos instantes los ojos para ya abrirlos en el Patio de las Doncellas. Es una primera visión que no se le olvidará nunca; sus elegantes arcos de yeserías desafiando las leyes de la gravedad, el cromatismo y la geometría de sus azulejos, los reflejos sobre el agua de su estanque, los naranjos plantados en su jardín de crucero... Un auténtico éxtasis para los sentidos.
Sí, su primer pensamiento será: pero, ¿dónde estoy? ¿Es Sevilla o estoy en el palacio de algún sultán de Oriente Medio? ¿No era acaso el palacio construido por un rey cristiano? Esta es la grandeza del mudéjar, a mi parecer el estilo arquitectónico más representativo de esta ciudad. Un estilo que da la razón a los que opinan que la cultura del vencido acabará venciendo al vencedor en el campo de batalla. Así, se pueden observar yeserías almohades combinadas con escudos de Castilla y León, o rostros de reyes cristianos mezclados con frases del Corán.
Además, no solo tiene el evidente valor estético que podrá comprobar, sino también la importancia de haber servido de modelo para las casas palacio que se construirían en la ciudad en los años posteriores, como por ejemplo la Casa de Pilatos o el Palacio de Dueñas. Es decir, casas señoriales de dos pisos cuyas habitaciones se articulan alrededor de un gran patio central, correspondiendo normalmente el piso de arriba para las estancias de invierno y el de abajo, más fresco, a las de verano.
Entre las estancias de la planta baja cabe destacar, por ejemplo, la alcoba real, donde presumiblemente el rey Pedro I mantenía relaciones amorosas. «Amó a muchas mujeres» como dicen las crónicas, pero sobre todo a una, María de Padilla, la cual da nombre a una galería subterránea situada en los jardines. Justo enfrente, el Salón del Techo de Carlos V, llamada así porque fue en tiempos del emperador español cuando se elaboró su fantástico artesonado de madera.
Pero la sala que definitivamente le hará dibujar en su rostro una mueca de asombro es el Salón de Embajadores. Era el centro de la vida pública del palacio, donde se sentaba el monarca para recibir a reyes y dignatarios de todas las partes del mundo, quienes a buen seguro se quedaban fascinados con su fantástica cúpula con forma de media naranja, la cual le dará dolor de cuello a buen seguro, ya que no podrá dejar de mirarla. También es reseñable por su delicadeza el Patio de las Muñecas, que en este caso era el centro de la vida privada. En este espacio, que le recordará a la Alhambra de Granada en caso de haberla visitado, existen unas diminutas cabecitas de muñeca escondidas que le dan nombre. ¿Es capaz de encontrarlas?
Sin lugar a dudas le recomiendo realizar una visita guiada a los Reales Alcázares de Sevilla para así conocer detalladamente este lugar que representa por sí mismo una síntesis de la historia de nuestra ciudad y un genuino pedazo de paraíso en la Tierra.