Como les prometí la semana pasada, continuaré hablando de la Semana Santa de Sevilla en este artículo, abordando los últimos días de esta maravillosa celebración religiosa. Para ello, comienzo con el día de hoy, el Jueves Santo, un día de ilusiones, emociones fuertes y tradiciones. Por ejemplo, la de vestir mantilla; como símbolo de luto, muchas mujeres sevillanas se visten elegantemente de negro, con una mantilla que, según el protocolo, debe dejar descubierto el pelo y el rostro (también se puede usar el Viernes Santo, pero en este caso la frente debe ir tapada unos dos o tres centímetros).
La jornada comienza temprano, con multitud de personas acudiendo a los templos, los cuales abren sus puertas para así mostrar con orgullo su patrimonio; en algunas iglesias podrá ver las imágenes que ya hicieron su estación de penitencia los días previos o, por lo contrario, podrá admirar los pasos que aguardan con impaciencia su salida a la calle en los siguientes días. Así, verá muchas personas con lacitos de diferentes colores sujetos por alfileres, adquiridos en los diferentes templos que han visitado.
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En cuanto a las procesiones vespertinas de este Jueves Santo, me parece extraordinaria la salida del único paso de la Hermandad de la Quinta Angustia desde su Iglesia de la Magdalena. Se trata de un imponente misterio que representa el descenso de Cristo desde la Cruz, a cuyo paso se va haciendo el silencio solo roto por el sonido de los vencejos que surcan el cielo primaveral. Magnífico cortejo procesional es también el de la Hermandad de Pasión, el cual me gusta ver en la calle Cuna poco después de salir; la talla de Jesús de la Pasión, obra de Martínez Montañés, es de una belleza descomunal, como también lo es su magnífico paso labrado en plata sobre el que es portado. Y precioso es también ver entrar en su templo a los dos pasos de la Hermandad de los Negritos, relativamente con poca gente y pudiendo además disfrutar de magníficas saetas.
Y llega ya la gran noche, cuando la ciudad no duerme. Estoy hablando de la Madrugá, es decir, la madrugada del jueves al viernes en la que se echan a la calle tanto sevillanos como turistas para disfrutar del cénit de la Semana Santa. Para comenzar, le recomiendo ver pasar a la Hermandad de la Macarena por la calle Feria. Eso sí, se deberá armar de paciencia, aunque creo de veras que agradecerá la espera al ver el paso de Cristo y su colorida columna de legionarios romanos, conocidos como los armaos; y por supuesto la Virgen de la Macarena, la Dolorosa que sonríe y llora al mismo tiempo, cuyo paso desata aplausos, lluvias de pétalos y saetas. Para contrarrestar tanta alegría, le recomiendo a continuación admirar, en la calle Francos, el cortejo de la Hermandad de El Silencio, la más antigua de todas las que procesionan en Sevilla (siglo XIV). Le llamará la atención tanto la seriedad y compostura de sus nazarenos, como la decoración de sus pasos, sobre todo el palio, embellecido con la flor más sevillana de todas, el azahar. Y como no, tiene que guardar fuerzas para ver al Señor de Sevilla, como se conoce al Cristo del Gran Poder; es sobrecogedor comprobar como parece que anda sobre las cabezas de la gente, por ejemplo, por la Plaza del Museo.
Hay personas que prefieren no ir de noche y salen el viernes temprano por la mañana a ver las cofradías que aún están en la calle. En este caso, con los primeros rayos del alba y los primeros cantos de los pájaros, le recomiendo la entrada de la Hermandad del Calvario en su templo (Iglesia de la Magdalena). Más tarde, después de un chocolate con churros para entrar en calor, le recomiendo ver a la Hermandad de la Esperanza de Triana regresando por el Puente de Triana a su barrio. Su cuadrilla de costaleros tiene fama, debido a la gracia con la que llevan y mecen sus dos pasos. Y si aún tiene ganas, puede acudir a disfrutar de la apoteósica entrada en su templo de las emblemáticas imágenes de la Hermandad de los Gitanos.
Ya en el Viernes Santo, sale el crucificado más famoso de la ciudad, el Cristo del Cachorro, llamado así por el apodo que tenía un hombre que, agonizando en el suelo tras haber sido apuñalado, sirvió de inspiración al escultor Francisco Ruiz Gijón para tallar su rostro. Me gusta mucho verlo por su barrio, a la ida por la calle Castilla. Y hay también dos pasos de esta jornada que me fascinan; por un lado, el misterio de la Hermandad de la Carretería, con su inmenso paso de caoba recorriendo las estrechas calles de su barrio del Arenal. Por otro, el único paso de la Hermandad de la Mortaja, con un fúnebre cortejo en el que el muñidor avisa con su doble campanilla de la llegada de esta turbadora representación del traslado de Cristo al Santo Sepulcro. Su entrada en el Convento de la Paz es sencillamente espectacular.
Y para finalizar, si ya es usted todo un capillita, nombre cariñoso con el que se conoce en Sevilla a los que no se pierden ni una Hermandad, el Sábado Santo también ofrece momentos especiales, como el imponente cortejo procesional de la Hermandad del Santo Entierro, con un curioso primer paso compuesto por un esqueleto, el cual simboliza el triunfo de la Cruz sobre la muerte. Triunfo y júbilo que también simboliza la Hermandad de El Resucitado, la cual cierra esta mágica Semana Santa en el Domingo de Resurrección.