Opinión | A compás

Los fantasmas del feminismo jondo

Juana la del Pipa en un momento de 'Territorio Jerez' en la Bienal de Flamenco

Juana la del Pipa en un momento de 'Territorio Jerez' en la Bienal de Flamenco / Juan Bezos

Antes de que me acusen de ver fantasmas donde solo hay duende, como me han dicho alguna vez cuando he señalado la nula o testimonial presencia de mujeres en carteles de festivales flamencos pagados con dinero público, he hecho las cuentas.

La XXIII Bienal de Flamenco de Sevilla cuenta este año con 57 espectáculos (61 funciones) encabezados por un total de 109 artistas. De estos, 83 son hombres y 26 mujeres, lo que en porcentaje se traduce al 76% de presencia masculina protagonista frente al 23% de la femenina.

Si comparamos los datos con los recogidos en el estudio estadístico El flamenco escénico y la división sexual del trabajo, realizado por la catedrática de antropología, Cristina Cruces, justo hace una década, nos damos cuenta de que de las 141 cabezas de cartel de entonces fueron 92 el número de titulares o figuras principales masculinas, frente a las 49 mujeres. En porcentajes, el 65% frente al 35% respectivamente. Con lo que podemos advertir que, en lugar de avanzar en la igualdad, diez años después hemos ido a peor.

Con los datos en la mano, en lugar de avanzar en la igualdad, diez años después hemos ido a peor

Claro que la situación se agrava si analizamos la representación de hombres y mujeres en el total de los elencos artísticos. Aquí, siguiendo las fichas publicadas en la web de la cita jonda y sin contar los integrantes de la Agrupación musical Virgen de los Reyes que acompañó a Miguel Poveda ni los de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla que clausuran la cita con Israel Galván, encontramos que de los 421 artistas que pisan la escena este año, 334 (el 79,3%) son hombres y únicamente 87 (el 20,6%) mujeres. O, lo que es lo mismo, dos mujeres de cada diez hombres.

Así, en la Bienal de 2014, dirigida entonces por Cristóbal Ortega, Cruces señalaba una división sexual y un mercado de trabajo fuertemente masculinizado en todas las secciones analizadas por la investigadora (cante, baile, guitarra, palmas y coros y otra instrumentación), monopolizando los hombres de forma exclusiva determinados campos como el toque y siendo raquítica la representación femenina en la percusión o en otra instrumentación (sólo tres).

Estas conclusiones se repiten ahora donde es María Marín, que participa con Israel Galván, la única mujer (tanto en lo solista como en el acompañamiento) de una Bienal con 92 guitarristas. En el campo de la instrumentación sumamos seis músicas de un total de 89 músicos, el 6,7% frente al 93,3%. Y en el acompañamiento a las palmas y coros ocho (11%) frente a 63 hombres (89%).

Igualmente, la participación en el cante, la gran apuesta de su director, Luis Ybarra, ha sido de 95 intérpretes, de los que 25 han sido cantaoras y 65 cantaores. Una proporción que crece si diferenciamos el cante protagonista del de atrás, donde son las voces femeninas de Gema Caballero, Amparo Lagares, Cristina Tovar, Carmen Grilo y Delia Membrive las únicas que han alentado el baile. Volviendo a 2014, las cantaoras (47) fueron menos de la mitad de los cantaores (103). Es decir, más o menos lo mismo.

Equilibrio, sólo en el baile

De hecho, según el estudio de Cruces, el equilibrio sólo se alcanzó en el baile donde ellas (52) superaron, aunque en poco, el número de bailaores (49). Muy similar a los datos de esta edición, con 38 bailaoras (58%) y 27 bailaores (42%). Aunque es verdad que en esta parcela es donde ellas gozan de un mayor protagonismo.

Por último, señalaba la catedrática de la Universidad de Sevilla, uno de cada tres espectáculos del universo del estudio (20 de los 67) fue representado en escena por un elenco completamente masculino. Ahora 23 de los 57, incluso peor.

¿Cuestión de talento?

Dicho esto, para quienes aludan que estos lamentables datos no son fruto delmachismo sino del realismo, como me han comentado otras veces, y zanjen la cuestión con el simplista y equivocado mensaje de si no están es porque no hay y si no hay es porque no quieren, siento desmontarles el argumento.

Primero porque esto implicaría creer que efectivamente la meritocracia funciona y el éxito o reconocimiento que reciba dependerá exclusivamente de su talento, esfuerzo y el empeño que le ponga. Esto es, negar que existen inercias estructurales que favorecen o complican el camino y que en una sociedad desigual no todos parten de las mismas oportunidades.

Y, segundo, porque como ha sucedido en otras esferas para que las mujeres accedan a determinados puestos de trabajo o profesiones necesitan un contexto favorable y verse representadas. De ahí que sea tan importante reclamar espacios y visibilidad que aporten referentes a nuestras niñas y adolescentes. Sólo hay que echar un ojo al rock o al pop para darse cuenta cómo las bajistas, baterías, coristas, guitarristas, etcétera, han ido conquistando los escenarios.

Las políticas de igualdad van precisamente de impulsar acciones que contribuyan a romper las barreras y favorezcan a quienes lo tienen más difícil. Por eso, no se entiende ni se puede pasar por alto que desde lo público se admitan programaciones que expulsan a la mitad de la sociedad, sin hacer siquiera el mínimo esfuerzo o reflexión.

Me sorprende también cómo se pone el grito en el cielo en cuanto se reclama la paridad objetando que de esta forma llenaremos los carteles de artistas mediocres. Como si ahora todos los que aparecen fueran siempre magistrales o como si a lo largo de la historia no hubiéramos soportado a tantos hombres sin talento.

Ojalá entendamos que el feminismo no va de separar ni enfrentar a hombres y mujeres sino de que nuestros impuestos contribuyan a crear sociedades más justas e igualitarias. Sociedades, en fin, más ricas, diversas y libres.

Por eso, me gusta pensar que el flamenco, un arte inclusivo, abierto y reflexivo, capaz de haberse quitado de encima tantos prejuicios, tópicos y estigmas, pueda abanderar esta batalla y asumir su responsabilidad, para convertirse en referente de otras artes. Ojalá, insisto, abracemos el cambio y sigamos poniéndole compás al mundo entre todos y todas.

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