Entre 1937 y 1939 no hubo Feria de Abril. Tampoco la habrá en 2020. En aquel trienio trágico fue la Guerra Civil la responsable de dejar sin fiesta el Prado de San Sebastián. En esta ocasión, lo saben de sobra, es el nefasto coronavirus que ha llegado para quedarse demasiado tiempo pulverizando cualquier esquina de la vida cotidiana. Pero hay algunas diferencias entre ambos momentos históricos: la vertiginosa evolución del alzamiento militar el 18 de julio de 1936 y el audaz golpe de mano de Queipo de Llano redujeron el conflicto a un combate tan cruento y sanguinario como fugaz. El fantasma del frente quedaba alejado de la ciudad. No hubo feria pero sí hubo toros en aquellos años, adobados de la peculiar envoltura estética del bando ganador. En 2020 tendremos que esperar hasta septiembre...

El golpe del 18 de julio del 36 ya se había convertido en un conflicto abierto, una guerra total, que había dibujado un frente nítido que dejó a Sevilla dentro de la llamada zona nacional. Y el comienzo de la temporada taurina de 1937 fue inusualmente temprano, el 14 de febrero, primer domingo de Cuaresma y sólo una semana después de la toma de Málaga por parte de las tropas del duque de Sevilla. Se trató de una de esas corridas patrióticas organizada en homenaje a Falange Española a la que le quedaba muy poco tiempo antes de unificarse con el Requeté. El cartel, de carácter mixto, lo encabezó Juan Belmonte en papel de rejoneador y se completó con los matadores Antonio Márquez –primer suegro de Curro Romero-, Marcial Lalanda –fue la última vez que toreó en la plaza de la Maestranza-, Pepe Amorós y Domingo Ortega además de los novilleros Pascual Márquez, Gallito –sobrino de Joselito-, José Ignacio Sánchez Mejías –hijo de Ignacio- y Juanito Belmonte, el hijo natural del Pasmo de Triana. El ambiente triunfal y el exacerbado fervor patriótico se retrata, de alguna manera, en el resultado del festejo: Amorós y Domingo Ortega se llevaron un rabo...

La temporada se reanudaría el 28 de marzo, domingo de Resurrección, con una novillada del mismísimo Juan Belmonte que fue despachada por Céster, Torerito de Triana y Pascual Márquez, convertido en un indiscutible ídolo de la afición a raíz de sus volcánicos triunfos de la temporada de 1935 en la que llegó a sumar un total de 16 orejas, un rabo y una pata en las ocho novilladas toreadas en Sevilla. Sólo hubo un único vestigio taurino cercano a las tradicionales fechas de la Feria de Abril: la novillada organizada el día 18 de ese mismo mes. Gitanillo de Camas –tío abuelo de Oliva Soto-, Torerito de Triana, el ya famoso Pascual Márquez y el Niño de la Bética hicieron el paseo para tumbar ocho reses de Carmen de Federico. Pocos días después, el 24, Pascual Marquez se encerró con seis novillos de Joaquín Murube Turmo para despedirse del escalafón cosechando un resonante triunfo que se tradujo en el corte de cuatro orejas y un rabo. La alternativa estaba a las puertas....

El 6 de mayo se organizó una nueva corrida de toros que en esta ocasión tenía como beneficiaria la Sección Femenina de Falange. El envío de Carmen de Federico se completó con un toro de Belmonte y otro de Gamero Cívico que fueron estoqueados por Chicuelo, Antonio Marquez, Manolo Bienvenida y Domingo Ortega. Bienvenida se llevó el gato al agua cortando un nuevo rabo y pegando un considerable baño a sus ilustres colegas. Pero al mejor de la célebre dinastía torera no le quedaba demasiado tiempo...

La alternativa del año

Hubo que esperar hasta el 27 de mayo –festividad del Corpus Christi- para que la plaza de la Maestranza acogiera una nueva corrida de toros, marcada esta vez con el histórico hierro de Pablo Romero –se tenía que haber lidiado el año anterior en Bilbao- y organizada por el propio Ayuntamiento hispalense a beneficio de “la Infancia Desvalida”. Pero el máximo atractivo del festejo era la alternativa de Pascual Márquez. El bravo torero manriqueño estaba haciendo la guerra con los alzados vistiendo el uniforme de Aviación mientras participaba en un sin fin de festivales patrióticos.

El padrino de la ceremonia fue Luis Fuentes Bejarano que le cedió el primer ‘pablorromero’ en presencia de Domingo Ortega, que cortó cuatro orejas. Pascual cortó las dos orejas y el rabo de ese animal pero resultó herido por su segundo. No importaba; ya era matador de toros aunque el panorama bélico no era el mejor caldo de cultivo para promocionar a la nueva figura. La guerra también iba a cambiar muchas cosas en el oficio de torear, alumbrando nuevas astros rutilantes que iban a cambiar el rumbo del toreo. Pascual Márquez, de alguna manera, se vería atrapado en una suerte de generación perdida de la que pugnaba por salir cuando llegó el contrato del 18 de mayo de 1941 en Madrid. ‘Farolero’, de Concha y Sierra, sentenció su vida y su carrera.

La fiesta sigue

La Sección Femenina iba a ser una vez más la beneficiaria del festival organizado el 13 de junio. El recordado escritor taurino Filiberto Mira, jovencísimo aún, recordaba nítidamente ese festejo en su imprescindible libro ‘Cien años de toreo en Sevilla’. Paquito Casado y Antonio Bienvenida –apenas un quinceañero, que cortó un rabo- torearon ese día de San Antonio en el que rejoneó el veterano Eugenio Luque y también Pedro Luis Algabeño. A pie desfilaron los aficionados Pepe Cova, Alfredo Álvarez Pickman, Jaime Coquilla y el célebre Manolo Vázquez ‘Pechohierro’, uno de los personajes más inconfundibles de la Sevilla posterior a la guerra. Como curiosidad hay que advertir que Pepe y Manolo Bienvenida, que resultó cogido, banderillearon a todos los astados.

Y hablando de los Bienvenida, fueron los protagonistas absolutos del festejo mixto organizado el 11 de julio, esta vez a beneficio de la reconstrucción del mítico acorazado ‘España’, hundido el 30 de abril en la bahía de Santander por efecto de una mina. Manolo y Pepe, matadores, estoquearon cuatro toros de García Mateo mientras que Antonio, jovencísimo novillero aún, se enfrentó a sendos utreros de Belmonte. Y fue el más joven, precisamente, el que acabaría cortando los máximos trofeos en aquel segundo año “triunfal”. Prácticamente sin solución de continuidad, el día 18 de julio –primer aniversario del alzamiento- se celebró la última novillada picada de aquel año enfrentando mano a mano a los ilustres vástagos José Ignacio Sánchez Mejías y Juanito Belmonte con un envío de Joaquín Murube.

Hubo que esperar hasta las vísperas de la Virgen, en la noche del 14 de agosto, para recuperar ese guión taurino con un nuevo festival organizado esta vez a beneficio de la II Bandera de Falange Española. Chicuelo, el Niño de la Palma y Cagancho tumbaron seis ‘villamartas’. Pero hubo otros festejos nocturnos para becerristas –rememora Mira en su libro- en los que se compaginaba el toreo con recitales de ópera flamenca. Por ellos desfilaron el mismísimo Pepe Luis Vázquez, Paquito Casado, El Yoni y Vicente Vega. Los dos últimos, por cierto, se quedaron a oscuras en uno de esos bolos al tener que apagar la plaza por completo a causa de un bombardeo de la aviación republicana. En el apartado musical se anunciaban artistas como Antonio Salas, “el de la Voz de Oro”, rezaba el cartel, o Rafaelillo de Madrid, “insuperable en los cantes modernos”. No faltaba una rifa que incluía una caja de vino ‘Jandilla’ de la casa Pedro Domecq y hasta un jamón serrano.

El 7 de octubre se escribió otro capítulo de esa temporada discontinua: el coso maestrante abrió sus puertas para un nuevo festival que esta vez tenía una motivación menos beligerante. Se trataba de filmar escenas taurinas para la película ‘Carmen la de Triana’, protagonizada por Imperio Argentina y rodada en la Alemania nazi que inspiraría –tantos años después- la muy premiada ‘La niña de tus ojos’ en la que brillaba con luz propia Penélope Cruz. El picador Antonio Díaz Garamendi detentó el papel de rejoneador en un atípico festejo de cuatro reses en el que Fuentes Bejarano se llevó el rabo de rigor.

Pero a aquella atípica campaña intermitente -que reflejaba el guión dictado por los alzados- aún le quedaban dos corridas de toros. La primera de ellas, el 17 de octubre, contó con la lidia de seis astados de Miura. Fuentes Bejarano cortó el enésimo rabo de aquel año. El cartel lo completaban Cayetano Ordóñez ‘Niño de la Palma’, que se llevó una oreja, y Domingo Ortega. Pero si la temporada había madrugado también iba a concluir tarde, el 7 de noviembre, con otra corrida de carácter patriótico, “a beneficio de los repatriados” que participó del signo triunfal –en lo taurino- de aquel año singular. Cayetano Ordóñez y Pepe Amorós se fueron de vacío pero el jinete luso Joao Nuncio, que perdió el caballo ‘Numerario’ de un extraño colapso, cortó un rabo. Idéntico premio al que se llevó Manolo Bienvenida, el mejor de su casta. Era su último paseíllo en la plaza de la Maestranza y a la salida de un par de banderillas evidenció que el aire no le llegaba al pecho. El cáncer ya había empezado a horadarle los pulmones. Murió en San Sebastián el 31 de agosto del siguiente año. Aún quedaban dos temporadas en guerra, con toros, uniformes, la parafernalia de los vencedores y sin feria. Las contamos en las próximas entregas