Andalucía lidera la donación de órganos y tejidos y la tasa de aceptación alcanza el 81 por ciento (en marzo se batió un récord histórico de donaciones al llegar al 90 por ciento). La concienciación social de un acto que salva vidas de manera inmediata está claramente asentada pero hay otro tipo de donaciones cuyo efecto es más a largo plazo pero cuya contribución para el avance de la medicina resulta fundamental. Es la donación de órganos y tejidos para la investigación, en muchos casos, «sobrantes» de operaciones, por ejemplo, de pulmón y en otros necesariamente tienen que ser post mortem, como ocurre con el cerebro. Contar con tejido neurológico humano resulta clave para investigar enfermedades neurodegenerativas, en auge en una sociedad cuya esperanza de vida no para de aumentar y con un progresivo envejecimiento de la población, como el párkinson o la Enfermedad de Alzheimer.
Pese a ello, la donación de cerebros para la investigación no está aún tan extendida como la de otros órganos y tejidos. De hecho, en Andalucía, sólo el biobanco del Hospital Reina Sofía de Córdoba realiza actualmente extracciones y conservaciones de cerebros conforme a los estándares internacionales. Según explica su director, Manuel Medina, desde 2012 el biobanco cordobés, integrado en la red de este tipo de bancos y tejidos del sistema sanitario público andaluz, colabora con el banco de tejidos cerebrales de la Fundación CIEN (Centro de Investigación de Enfermedades Neurológicas) del Instituto de Salud Carlos III. Desde 2012, el biobanco del Reina Sofía ha extraído 24 muestras y actualmente hay 14 donantes que han dejado registrada su voluntad de que a su muerte quieren que su cerebro sea útil para la ciencia.
El doctor Medina reconoce que la mayoría de los donantes son personas «sensibilizadas porque tienen o han tenido familiares con alzhéimer o párkinson» y bien en el registro de voluntades vitales anticipadas o bien al hacerse donantes de órganos dejan constancia de su deseo de donar el cerebro cuando fallezcan. La principal limitación es que el biobanco cordobés no cuenta con un equipo móvil para las extracciones por lo que actualmente su campo de acción queda muy limitado a la provincia de Córdoba ya que cualquier persona que quiera ser donante tiene que garantizar el traslado a su muerte al Reina Sofía para que le extraigan el cerebro tras su fallecimiento.
Conservar a -80º
Además, lo ideal, según el doctor Medina, es realizar la extracción antes de las «12 horas después de la muerte pues transcurrido ese tiempo el cerebro pierde propiedades» para estudiar el metabolismo y la estructura morfológica. No así si se extrae «cuanto antes» y se conserva criopreservado a «menos 80 grados» y siguiendo «estándares internacionales» para procesar las muestras del tejido neurológico.
Eso sí, las muestras de tejido cerebral conservadas en el biobanco cordobés están a disposición de los equipos de investigación que lo soliciten de la red nacional de biobancos y de la Fundación CIEN.
El director del biobanco del Hospital Reina Sofía y también de la Unidad de Anatomía Patológica del centro defiende que la investigación con muestras de tejido neurológico humano resulta «imprescindible para cambiar el pronóstico» de enfermedades neurodegerativas pero «son precisas muchas muestras» y su extracción, conservación y procesamiento según estándares internacionales.
El doctor Medina reconoce que en este campo, el biobanco del Hospital Reina Sofía está «empezando en la captación de donantes» y participa en investigaciones del Hospital Severo Ochoa de Madrid, la Fundación CIEN y el Instituto de Salud Carlos III. Además, una de las líneas de investigación que el Instituto Maimónides de Investigación Biomédica –que integra la investigación ligada al hospital cordobés y la Universidad– implica desarrollar la colección de tejido neurológico.
Y es que en enfermedades como el alzhéimer, que padecen unos 52.000 andaluces, o el párkinson, que sufren unos 22.000, el diagnóstico precoz es clave para intentar frenar su desarrollo. La investigación busca anticipar el conocimiento de la predisposición a padecerlas y detectar los cambios en el cerebro que pueden dar pistas lo antes posible.