El Sevilla de finales del siglo XX seguía deambulando por la Liga con mucha más pena que gloria, como en anteriores decenios. Muy atrás quedaba la época gloriosa agotada en los 60. Sin embargo, aquel Sevilla de finales de los 80 y principio de los 90, presidido por Luis Cuervas, se permitió el lujo de fichar a uno de los mejores porteros del mundo, Rinat Dassaev, y, sobre todo, a uno de los mejores futbolistas de la historia: Diego Armando Maradona.
Se cumplen ahora 25 años justos de la llegada del Pelusa a Nervión. El mejor jugador del planeta con el escudo del Sevilla en el pecho. Lo que parecía imposible se hizo realidad gracias a la conjunción de varios factores. Maradona llevaba desde abril de 1991 suspendido por la FIFA por consumo de cocaína y no había agotado aún su castigo. El Sevilla aprovechó la coyuntura, de la mano de su entrenador, Carlos Salvador Bilardo –autor intelectual del fichaje–, para convencer al astro argentino, que tenía contrato con el Nápoles hasta junio de 1993. Maradona había elegido dónde reencontrarse con el fútbol a sus casi 32 años y varios kilos de sobrepeso. Sería en Nervión, donde un 12 de septiembre de 1992 era recibido por lo alto en los prolegómenos de un Sevilla-Deportivo.
El fichaje era de tanta importancia que se pudo realizar gracias a maratonianas reuniones de los directivos sevillistas con sus homólogos en el Nápoles –que recibió en torno a 7,5 millones de dólares, de los que el Sevilla puso sólo dos– y a la capacidad de persuasión de la Federación Española ante la FIFA. Ángel María Villar, presidente de la RFEF, y José María del Nido, vicepresidente sevillista, insistían en la necesidad de levantarle la sanción al jugador y la FIFA accedió, buscando la rehabilitación de Maradona de cara al Mundial’94. El fichaje fue oficial el 23 de septiembre, cuando al fin el Nápoles dio el ansiado OK.
Tras meses de negociación y con Maradona en Sevilla forzando el desenlace, el mejor jugador del planeta firmaba por una temporada con opción a otra. Su bagaje en Nervión no fue destacado: 26 encuentros y cinco goles. Sin embargo, su llegada al Sevilla, aunque ya hubiera dejado atrás sus mejores años, revolucionó el fútbol español y mundial y situó en el mapa a un club apagado como el nervionense, generando su récord de socios (38.000, algo lejísimos de lo usual por entonces en Sevilla). La historia no podía acabar de otra manera que mal: Maradona se peleó con Bilardo, el Sevilla lo sancionó –se ahorró un buen dinero por ello– y se marchó. Así era, es y será Diego Armando Maradona. Un futbolista irrepetible. Un lujo que se permitió el Sevilla antes de volver a ser grande.
El paso de Maradona por el Sevilla dejó mil y una historias. Desde su debut ante en San Mamés –de donde salió en camilla en 1983 con el Barça– hasta su despedida frente al Burgos, pasando por su primer gol –al Zaragoza, de penalti–, marcajes que rayaron lo antirreglamentario –Carmelo en el Carranza...– y sus famosas pataditas a una bola de papel de plata antes de sacar un córner. Maradona fue tan especial que hasta tuvo espías del club para intentar atar en corto su ajetreada vida privada. Por supuesto, no lo consiguieron. Tampoco logró el Sevilla algo más que quedar 7º con jugadores como Suker, Simeone, Rafa Paz, Jiménez... y Maradona. Todos entrenados por un campeón del mundo como Bilardo, aquel que dejó una frase para la historia en La Coruña, tras una acción en la que Maradona golpeó sin querer a Albístegui (Dépor) y Domingo Pérez, fisio del Sevilla, quiso asistirle: «Los de colorado son los nuestros».