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¿A quién importa lo que yo haga?

Esa sempiterna Andalucía barroca del ying y del yang, del acuerdo y del opongo, también alienta en el asociacionismo de gays y lesbianas. Por un lado, empieza a tomar cuerpo un desfile...

el 16 sep 2009 / 04:53 h.

Esa sempiterna Andalucía barroca del ying y del yang, del acuerdo y del opongo, también alienta en el asociacionismo de gays y lesbianas. Por un lado, empieza a tomar cuerpo un desfile de visibilización de la diversidad sexual en Sevilla, la provincia que un mayor número de matrimonios homosexuales ha registrado. Por otro, el Colectivo de Lesbianas y Gays (COLEGA), una entidad pionera en su género se posiciona en contra de esa exhibición por lo que tiene de cabalgata y resta rigor a la lucha contra la homofobia que emprendieron cuando Andalucía, además de barroca, era oficial y empecinadamente machista.

Tan legítimo es el remedo andaluz de las paradas que se celebran desde Madrid a Berlín o San Francisco, como que se apueste por un modelo distinto aunque compatible, el que bañaría de normalidad las relaciones cotidianas entre los andaluces, con independencia de sus querencias sentimentales y sin necesidad de una batea con Village People dando caña.

Pero a muchos nos gusta que salgan a la calle a mansalva, con todo su colorido y su espectacularidad, con plumas o sin ellas, para decirle al resto del mundo que han llegado para quedarse y que ellos también son la democracia. Además, aquí resultan sin duda un toque de necesario pluralismo callejero en una ciudad cuyas manifestaciones multitudinarias habituales guardan relación con otros modos de contemplar el mundo: bajo imaginarios como el de la jerarquía católica, que sigue viéndoles como una realidad si no pecaminosa o enferma, inacabada y fallida. Si se atrevieron a salir del armario en esa casposa Andalucía del landismo, ¿por qué no van a salir a mostrarse como son en ciudades como Sevilla o Cádiz, donde siglos atrás, se les estabulaba para expulsarles a Indias o condenarles a galeras?

Bien está la fiesta y bueno es que Andalucía se sume a ella, justo cuando el Gobierno español acaba de formalizar la petición de que se reconozca como Día Internacional contra la Homofobia y la Transfobia, la fecha del 17 de mayo, en memoria de tal día como ese de 1990, cuando la OMS desclasificó la Homosexualidad como enfermedad mental. España sigue así los pasos del Parlamento Europeo, de Francia, Reino Unido, Bélgica, Luxemburgo, Países Bajos, México y Costa Rica. Lo curioso es que la ONU siga haciendo caso omiso a esa demanda. Algo raro cuando ha encontrado hueco libre en el calendario para cualquier tipo de días internacionales. Pero no resulta extraño en un tiempo y en un lugar en el que sigue existiendo gente que tuerce el gesto cuando gays y lesbianas cantan por las plazas a quién importa lo que yo diga, a quien importa lo que yo haga. Y por motivos muy diferentes a los que esgrime Colega.

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