Los capítulos abiertos de Irak, Palestina, Guantánamo, Sudán... muestran el fracaso del sueño que poseía al Conde de Saint-Simón cuando afirmaba a inicios del XIX que un mundo gobernado por capitalistas terminaría con las guerras. Las muertes de sindicalistas de Coca-Cola en Colombia, los niños de Malí vendidos como esclavos del cacao para Nestlé, la mano de obra infantil en las zapatillas de Nike, etc. inhabilitan el modelo basado en la ambición individual como motor de progreso social. Hoy observamos el inicio de la hambruna que el mercado liberalizado de los alimentos prepara para los de siempre, los más pobres del planeta.
En este panorama, algo bonito está pasando. La cumbre del ALBA, que aglutina a los peores presidentes latinoamericanos según los medios de comunicación españoles, firma un compromiso para trabajar por la soberanía alimentaria, es decir, por el ejercicio efectivo del derecho a comer. El teólogo de la liberación Fernando Lugo, es el nuevo presidente de Paraguay. Y hasta en España, un ídolo de esa especie de religión llamada fútbol, Kanouté, lleva a los oídos de los aficionados gestos de lucha para terminar con la miseria.
