A toda prisa pero con intensidad, como ha vivido siempre y como trasluce su música, Miguel Ríos atiende vía internet las preguntas de El Correo de Andalucía. Son días de locura, los previos al reconocimiento como Hijo Predilecto de Andalucía, incluso para quien ha conocido la locura de las giras y de los macroconciertos.
El hombre que contribuyó decisivamente a la introducción del rock en España, quien incorporó el rayo láser a los escenarios y llenó estadios y plaza de toros con su sonido, nació en Granada en 1944, fue rey del twist, hizo que medio mundo cantara el Himno a la alegría y ha vendido millones de copias de su larga veintena de LPs editados. Anunció su retirada en 2010, pero sus seguidores siguen esperando que la suya sea como la de los toreros, que nunca se van del todo...
Hoy viernes será nombrado Hijo predilecto de Andalucía. ¿Le pilla de sorpresa, o ya era hora? Para mí ha sido una muy emocionante sorpresa. Ni me lo esperaba, ni sé si me lo merezco. De lo que no tengo duda es que lo voy a disfrutar a tope.
La España de ayer siempre fue un espacio, como usted suele decir, casi alérgico al rock. ¿Andalucía lo era aún más? Toda alergia tiene su antídoto, y en el caso concreto de España fueron unas gotas de libertad y un chute de modernidad. Andalucía está acostumbrada a los mestizajes y ha dado la más extensa nómina rockera del país.
¿Podría concebirse una carrera como la suya sin haber hecho las maletas a Madrid? En 1961, España era un país autárquico y centralizado y lo que no pasaba en la metrópoli, sencillamente no existía.
¿Y qué ha pasado para que hoy los jóvenes sí puedan sacar adelante sus bandas sin mudarse a la capital? Ahora todo el mundo tiene un terminal conectado al planeta. Además, es más barato quedarse en casa...
Lo que nunca hemos logrado en el Sur es hacer industria musical. ¿Estamos condenados a exportar solo talento, y que otros lo rentabilicen? Lo más terrible es que no es solo la música la que sufre la orfandad industrial de nuestra tierra. Pero con el desprecio por el hecho cultural que manifiesta el partido en el poder, IVA y demás cortapisas, invertir en cultura es un riesgo inasumible. En Andalucía, al menos hemos conseguido que el flamenco, sea considerado Patrimonio Universal.
Una de sus obsesiones es la lucha contra la piratería. ¿Qué le diría a los políticos en el cóctel del Día de Andalucía para que se sumen a la batalla? ¿O la dan ya por perdida? Parece que ya no habrá cóctel... No obstante los políticos saben cuáles son las necesidades del sector. De entrada, hace falta una Ley de Propiedad Intelectual que nada tenga que ver con la que propone el culturicida Wert.
Se despidió de los escenarios españoles en Sevilla. ¿No se le hace raro volver a subir a uno sin guitarra, bajo y batería? Me retiré de las giras y de las exigencias del profesional. Pero sigo interviniendo en muchos conciertos solidarios para tratar de ayudar a los que los están pasando mal y a denunciar la flagrante injusticia que se comete contra muchos colectivos indefensos por parte del poder. También he dado charlas sobre mi libro de memorias y sobre mis vivencias en el mundo del rock and roll. No me pilla desentrenado.
Una última curiosidad: a pesar de dar muchas vueltas al mundo y vivir tanto tiempo fuera, nunca perdió del todo su acento andaluz. ¿Cómo lo preservó? Siempre queda un deje ancestral, sobre todo cuando estoy en Granada.
