Iriney cae entre Movilla y Trejo.
Cuando Amoedo Chas dio la orden de juego en el llamado Estadio Teresa Rivero, corazón de la jungla ‘vallekana’, el Rayo-Betis había perdido tensión como partido decisivo. Desde el punto de vista futbolístico, el descalabro del Celta ante el Recre, en Balaídos, tranquilizaba muchos nervios en ambos equipos. Fuera del fútbol, entre la calle Payaso Fofó (…) y la Avenida de la Albufera se habían desarrollado escenas de guerrilla urbana pura y dura, que poco podían envidiar a las revueltas de París en 1968 o a los recientes sucesos de Egipto. Con el Celta pasado a cuchillo por el Recre, y con un coche de la Policía Local madrileña reducido a brasas, bajaban muchos grados de la presunta candela que el Rayo-Betis podía llevar en la hierba.Al fin, el gran afectado por esa distensión fue el Betis, encerrado en la húmeda tarde de falsa primavera (frío y lluvia en Madrid) dentro de una extraña corraleta, escenario con bastante olor a pólvora de ‘Bukaneros’. Quizá, el Betis jugó relajado en el subconsciente tras el fallo del Celta. Molina tuvo el partido en las dos ocasiones de la segunda parte, pero no descabelló; Arzu titubeó… y el Rayo tuvo más ritmo de combate que el Betis: por eso ganó. No hay mucho que oponer a la victoria rayista que, en todo caso, deja el cociente particular, el cuarto punto, en manos del Betis. Ahora…
Ahora llega el Celta a Heliópolis, en un partido de playoff que sí ha subido de importancia. De haber batido al Rayo, el Betis de las camisetas azules y amarillas se hubiera escapado a siete puntos del Celta: como pie y medio en el ascenso. Ahora, el Celta sigue a cuatro puntos, cuando llega ese duelo directo donde todo dobla su valor. Un triunfo del Betis volvería a dejar a los vigueses a siete puntos: como si se hubiese vencido al Rayo. Una derrota del Betis le empataría prácticamente con el Celta, que se quedaría el cociente particular. Ante el Celta se puede recuperar lo perdido… pero no se puede perder más.
