Economía

Aquel fatídico julio cuando afloró basura

La tercera semana de julio de 2007 marcó el inicio de la actual crisis financiera internacional, cuya gravedad se constató el 9 de agosto con una inyección masiva de liquidez por parte de los bancos centrales. El origen, las hipotecas subprime, arbitradas en EEUU pero cuya basura se esparció por el mundo.

el 15 sep 2009 / 07:52 h.

La tercera semana de julio de 2007 marcó el inicio de la actual crisis financiera internacional, cuya gravedad se constató el 9 de agosto con una inyección masiva de liquidez por parte de los bancos centrales. El origen, las hipotecas subprime, arbitradas en EEUU pero cuya basura se esparció por el mundo.

Por entonces vivíamos bien. Sostenidos por una burbuja, la inmobiliaria, pero bien. Todo crecía, economía y consumo, al calor del grifo crediticio de la banca. Desde marzo había un runrún de problemas en algunas firmas hipotecarias de Estados Unidos, pero caso omiso. Y he aquí que llega la segunda quincena de julio de 2007 y aflora la basura sobre la que se había sustentado gran parte del sistema financiero de este país, la primera economía del mundo.

El goteo de malas noticias era incesante, aunque fue el 18 de julio la fecha que marcaría un antes y un después en esta crisis financiera. Ese día se declaran en quiebra dos fondos de inversión del banco estadounidense Bear Stearms ante la masiva recogida del dinero depositado por parte de sus clientes y las pérdidas que acumulaba en emisiones de bonos hipotecarios (es decir, hipotecas convertidas en títulos de deuda).

Pero, ¿dónde está la raíz del problema? En la llamada hipoteca subprime, de alto riesgo o basura. En suma, préstamos -la mayoría para la compra de viviendas- concedidos a familias con dudosa solvencia, cuyos intereses son más altos que los que impera en el mercado y otorgados por entidades no tomadoras de depósitos (esto es, no son estrictamente bancos, y equivaldrían a lo que en España conocemos como financieras) y, por ende, sometidas a menores exigencias y controles por parte de los organismos de supervisión.

Para adquirir tintes de drama mundial, este sistema hipotecario se retuerce hasta extremos insospechados y, así, esparce su basura a nivel internacional. Un informe del servicio de estudios de La Caixa lo explica de forma sencilla. Tras ser apuntada la hipoteca en el balance de la entidad estadounidense que la otorga, la vende a bancos comerciales (banca tradicional) y bancos de inversión, que a su vez la empaqueta y la convierte en títulos (operación conocida como titulización).

Se generan, así, otros activos que se negocian con mayor facilidad a partir de las subprime, y tales bonos, repartidos por todo el mundo, son los que detentan los riesgos. Lógicamente, mientras la cuota hipotecaria sea pagada religiosamente, perfecto, ya que los inversores también cobran sus intereses. Mas conforme aumenta la morosidad, semejante arquitectura financiera -definida recientemente como una estafa internacional por parte del presidente de la Confederación Española de Cajas de Ahorros, Juan Ramón Quintás- se desmorona.

Si la cantidad de hipotecas era un porcentaje pequeño (en torno al 13%) respecto al total en EEUU y su riesgo estaba tan segmentado, ¿cómo se explica ese masivo contagio a las finanzas? Primero, por una desconfianza generalizada. A ver, ¿quién tiene en cartera estos títulos? Segundo, porque los bancos centrales (tanto en EEUU como en Europa) habían comenzado a endurecer sus políticas monetarias -temían y aún temen que el inusitado crecimiento de la última década y media explotara con el estallido de la burbuja especulativa inmobiliaria- con aumentos de los tipos de interés, que, a su vez, inciden en mayores niveles de morosidad. Y tercero, y no menos importante, escasea la liquidez en los mercados internacionales, importantísimos bancos recortan beneficios o entran en pérdidas y las bolsas se desploman.

Entre el 18 de julio y el 9 de agosto de 2007, y sin tiempo siquiera de saber qué era eso de las subprime, las finanzas internacionales entran en una crisis -hoy día ya está considerada como la peor desde 1929 debido a la rapidez con que se ha gestado y ese alcance mundial que da la globalización- que, en los siguientes meses, arrastraría al conjunto de la economía, con un frenazo de un calado que nadie, nadie, se esperaba.

Ese 9 de agosto, el Banco Central Europeo (BCE) y el estadounidense (Reserva Federal) emprenden la primera de sus milmillonarias inyecciones de liquidez al sistema, a las que se sumaría días después el resto de las principales economías del mundo.

Pero ese término inglés de subprime no quedaría en el ámbito reducido de las finanzas, sino que, por mucho que los bancos y cajas de ahorros españoles estén limpios de basura, al final se ha trasladado al bolsillo de todos, bajo la forma de un frenazo económico que llegó de golpe, generó desconfianza, atenazó el consumo, aumentó el paro y no tiene fecha de punto y final.

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