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Argentinos: Recién les dio por asociarse

Tras años y años de ignorarse mutua pero cordialmente, los argentinos de Sevilla acaban de mancomunarse por puro conservacionismo cultural y por asesorar a los compatriotas que quieran venir. Fieles a su enorme talento para psicoanalizarse, hoy cuentan qué tal les va en esta ciudad. Foto: Raúl Díaz

el 15 sep 2009 / 05:43 h.

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Tras años y años de ignorarse mutua pero cordialmente, los argentinos de Sevilla acaban de mancomunarse por puro conservacionismo cultural y por asesorar a los compatriotas que quieran venir. Fieles a su enorme talento para psicoanalizarse, hoy cuentan qué tal les va en esta ciudad, qué adoran y qué odian de ella.

Alrededor de un 30% de los argentinos de Sevilla están en situación irregular, calcula Pablo Buiani, el flamante presidente de la asociación. En total, unos 5.000 vecinos proceden de aquel país. Vinieron huyendo del infierno económico desatado en su tierra hace exactamente diez años, cuando la fatalidad tomó forma de presidente en Carlos Ménem.

El corralito de De la Rúa en 2001 no mejoró las cosas, con lo que el chorreo de argentinos ha acabado produciendo en Sevilla, como en toda España, una de las comunidades más peculiares del conglomerado social.

Son profesionales y licenciados que vinieron a ocupar empleos por debajo de sus aspiraciones, lo cual hicieron sin regatear mucho ya que la principal era seguir vivos y no sumirse en el plancton humano que llegó a cubrir las calles de Argentina en los peores momentos.

Las circunstancias han mejorado; no es que sea mucho decir, pero por lo general no piensan regresar: aquí han hallado el nicho ideal para su individualismo y la admiración colectiva por su acento, elemento que figura entre los más resistentes según la escala de Mohs.

De hecho, uno de los objetivos principales de la asociación es lograr que los sevillanos se integren. Buen plan. La de cosas que podrían conseguir si acudiesen a sus propias reuniones. La última se suspendió por culpa de la lluvia: estaba de la mano de Dios. Que también es argentina.

El enigma. «¿Por qué gritan todos tanto?»

"¿Por qué grita tanto la gente, aquí? Mis hijos son ya sevillanos en eso. No paran de gritar. Se habla muy fuerte." Ramón José Goñi tiene 38 años y es de Florida, un barrio del Gran Buenos Aires. Allí trabajaba de "terapista físico". Ahora es pastelero y prepara los desayunos en la Hacienda Benazuza, donde Alejandra, su esposa, un año menor que él y venida después, "labura de freganchín de noche".

En 2002, cuando a la crisis argentina le salieron los colmillos y Alejandra quedó embarazada de mellizos, Ramón empezó a organizar la desbandada. En dos años reunió la pequeña fortuna de cien euros y voló a España en misión de socorro, con idea de ganar lo bastante para traerse a su mujer e hijos.

La tesis común entre los argentinos es que Europa entera es como en los cuentos de hadas, todo lleno de bosques, mariposas de colores que bailan sobre los arroyos del deshielo y elegantes castillos prestos a las mascaradas. "Llegué de madrugada a la Plaza de Armas y lo encontré todo lleno de indigentes durmiendo por el suelo. Aquello me chocó, aunque en seguida recordé que en Argentina había muchos más. Allí los precios eran altísimos y no había trabajo. Cuando nacieron los mellizos, teníamos que usar pañales de tela porque no nos podíamos permitir los descartables más que para ir al médico o para salir."

"En mi imaginario, a Sevilla la hacía una ciudad más grande, más capital. Su sencillez me pareció inhóspita, al principio. Ahora es un placer verla. Me acostumbré pronto. Alejandra tardó más en adaptarse. Al mes dijo que se volvía. La solución fue empezar a trabajar. Hay veces en que me dan ganas de volver, pero miro el diario de allá en internet y me echo para atrás."

El truco. «Dejé las 'she' para no perder tiempo»

Nacho Maciel tiene 36 años, lleva cinco en Sevilla y es camarero (en Argentina, publicista). Nació en Morón, a 30 kilómetros de Buenos Aires. También allí hay una base aérea y una plaza con un gallo. Vino porque se enamoró por internet de Ana, una paisana suya que vivía aquí.

Llegó justo el día en que empezaba la Feria y lo primero que conoció de Sevilla fue una caseta de bote en bote. A partir de ahí, su adaptación a toda clase de fiestas locales ha sido asombrosa. El suegro lo colocó en su bar de Triana. "Cuando había mucho jaleo cambiaba mi acento argentino para no perder tiempo. Yo me acercaba a una mesa y si al cliente le decía ensaladisha, salía inevitablemente el comentario: «Huy, eres argentino, boludo...» y cosas por el estilo".

El amor no entiende de papeles, por lo que durante dos años estuvo esquivando toda clase de encuentros con la autoridad, hasta que al fin arregló su situación. Se nota que es un hombre resolutivo. Por ejemplo, tiene el rostro mínimo indispensable para arrancarse, por algún que otro local de copas, como cantautor argentino si alguien lo presenta como tal.

Lo que más lo sorprendió fue encontrarse en El Cerro del Águila una peña bético-sevillista, La Única. Si hay algo inconcebible para un argentino es que no exista cierto grado de cordial enemistad a muerte entre aficiones. Pero se le pegó y ahora se define como sevillanista. Hincha, claro.

Acostumbrado a tener espacio vital, la vida de pareja en un piso de la calle Castilla y con dos perros se le antojaba asfixiante. "Todo dependía de esperar, tener paciencia y proyectar las cosas. Algo que aquí es fácil hacerlo cuando vienes de un lugar en donde esas simples cosas son imposibles."

La mejoría le llegó con el tiempo y con la concesión del carné de conducir. "Un argentino es, aunque suene medio patético, feliz con sus asados (barbacoa). Cuestión que compramos un auto barato pero servicial y nos mudamos a Gelves. A partir de ahí nuestra felicidad en Sevilla se multiplicó por mil. Cerca de la ciudad, un pueblo con vida de pueblo. Qué placer. A Buenos Aires he viajado dos veces desde que vivo aquí y cada vez que vuelvo a mi país, que es sólo por ver a mis padres, hermanos y sobrinos, extraño más la vuelta a Sevilla. Siempre bromeo con mi mujer y le digo: «El día que esté por palmarla llévenme a Morón de la Frontera, así en mi lápida se podrá leer: Nació en Morón, provincia de Buenos Aires, y murió en Morón, provincia de Sevilla». Puede que sea el primero en lograrlo."

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