Con división de opiniones y al compás de ‘Échale huevos' recibía el Villamarín a los toreros verdiblancos, dispuestos a resucitar su leyenda, no la del manquepierda, sino la de que gana cuando nadie lo espera, la del CurroBetis, aquel equipo simpático y sorprendente de la era preLopera que alternaba grandes victorias con no menos importantes cagadas -Mel dixit-.
La situación era pintiparada tras la hecatombe del Sánchez Pizjuán, pero los béticos, sin olvidar lo ocurrido, instaban a los suyos a superar con orgullo la semana. ‘Caerse está permitido, levantarse es obligatorio' rezaba una pancarta en la tribuna de Fondo, y así salió el equipo, fijo hacia la portería de Casillas no fuera a ser que se le ocurriera a Cristiano repetir lo del innombrable Reyes.
A partir de entonces el Betis le entregó la pelota al Madrid que tenía que jugar, sin quererlo, a hacer de Barça sin saber, con pases lentos de banda a banda, con toda la posesión pero con nada de velocidad. El Betis a esperar, y también a perder balones en el centro de campo desaprovechados por los merengues, ayer de azul. En esas llegó el gol de Beñat, en el minuto 16, y desde entonces a esperar, muy serios en defensa, muy bien los centrales y Adrián, sin nervios ayer, salvador por momentos, un 10 para su entrenador.
La segunda parte el Real Madrid arrasó a los béticos que supieron sobrevivir y apretar los dientes con el ánimo insuflado por los más de 40.000 espectadores que ayer casi llenaban el Villamarín, que sólo seis días después olvidaban -¿el perdón? habrá que ganárselo con el derbi de vuelta- la afrenta vivida. Pero quién se acuerda.
La herida está curada, el aficionado del Betis fue generoso y el equipo se lo devolvió con creces, mucho más de lo que los más optimistas esperaban. Va a continuar una semana más en Europa, con más de la mitad de los puntos para salvarse conseguidos, y a un gol de remontar el martes en Copa. Así es el Betis.