Nunca antes la zapata de la calle Betis había adquirido tanto protagonismo como en estos meses. De hecho, sólo lo atesoraba cuando cada año se repetía en ella la tradición añeja de la cucaña con la llegada de la Velá de Santa de Ana. Ahora, y de la mano del proyecto de su revestimiento con un mural de azulejería con el nombre de Triana, avalado y financiado por el Consorcio de Turismo -donde comparten responsabilidad tanto la Junta de Andalucía como el Ayuntamiento de Sevilla-, ha acabado por convertirse en un arma política que ha provocado el enfrentamiento de las dos administraciones en la defensa de un consenso que no llega.
Lo cierto es que lo que en un principio parecía un proyecto sin mayor relevancia que la que se desprendía de su propia inversión -unos 60.000 euros-, mínima si la comparamos con otras medidas de corte similar, ha acabado convirtiéndose en un asunto casi de estado, con declaraciones cruzadas y desmentidos sobre quién autorizó la inversión de esta cifra sin tener atada la colocación del mural. Con el paso del tiempo, nadie quiere esa responsabilidad.
La mecha la prendió hace unas semanas el consejero de Cultura de la Junta, Luciano Alonso, a la postre responsable de Turismo cuando se dio autorización a la ejecución del azulejo. Un proyecto que se insertaba dentro de un plan turístico que incluía, además, la realización de otros dos murales, que escoltarían a éste y que reproducirían una vista de Sevilla desde Triana y otra del barrio desde el Paseo Colón. De estos dos, que supondrían una inversión de 120.000 euros, nada se sabe de momento, más que por lo que anunció el Ayuntamiento en su presentación de finales de mayo.
Aunque la idea primitiva era que el mural pudiese estar instalado e inaugurado en la Velá de Santa Ana, el rechazo ciudadano al proyecto llevó al Ayuntamiento a abrir un proceso de diálogo, participado por el ceramista Alfonso Orce, que, antes de concluirse -los resultados no se conocerán hasta septiembre-, sigue rodeado de críticas. Yes que, con reflexión o sin ella, la realidad mostró que los azulejos ya se encontraban realizados por la empresa Cefoarte, que subcontrató su cocción en Castellón. Razón de más para que el portavoz del PSOE, Juan Espadas, pidiera ayer el alcalde que dejara de "marear la perdiz" y abriera un debate "serio" sobre este asunto.
Turismo -ahora gestionado por Izquierda Unida- también quiso entrar en el debate por medio de su delegada provincial, Granada Santos, que negó su participación en el proyecto y responsabilizó en exclusiva al Consistorio. Antes de estas declaraciones, su papel se había limitado a mediar entre el Ayuntamiento y las asociaciones contrarias al proyecto. Entre ellas, la plataforma Salvemos Triana... y Sevilla, con la que el jueves mantuvo una reunión en la que mostraron toda la documentación que avalaba el rechazo. De ella, destacó el argumento de que "haría creer al visitante que esos eran los tradicionales elementos cerámicos trianeros cuando se han realizado con técnicas modernas". Rechazo al que ayer sumaron la formalización de su petición para que la zapata sea declarada Bien de Interés Cultural, aumentando su actual protección.
Pero ni la delegada ni Turismo han dado por ahora un no rotundo a su instalación y sólo han anunciado que actuarán teniendo en cuenta la voz de los vecinos. De momento han convocado una reunión con el Gobierno municipal para el próximo miércoles, en la que se tomará la decisión definitiva sobre su ubicación en la zapata. Desde el Ayuntamiento se agradeció esta voluntad para negociar, aunque lo que sigue sin entender es el papel que juega en este proceso Cultura -gestionada por el PSOE-, al no estar declarado el malecón como BIC y ostentar Patrimonio del Estado su titularidad.
De momento, lo único en lo que han coincidido ambas administraciones en es dar un uso a los azulejos, aunque no sea en la zapata. Toca justificar el gasto de estos 60.000 euros sea donde sea. Sin alternativa clara -sí será en Triana-, el Ayuntamiento está convencido de que en caso de buscar otro emplazamiento éste será de titularidad municipal, para evitar otra guerra del azulejo.
