Cultura

Bach para bautizar Santa Clara

el 23 feb 2011 / 22:01 h.

La Accademia del Piacere interpretó un programa centrado en Bach.

Si para la inauguración oficial, el pasado 15 de febrero, del Convento de Santa Clara -hoy reconvertido en Centro Cultural- las autoridades cortaron la cinta al abrigo de la exposición Sevilla y los Machado, la puesta de largo del nuevo espacio como sede del Centro de Músicas Históricas se hizo, anoche, al abrigo de la obra de Bach.

En los prolegómenos dos constataciones. Por un lado el éxito rotundo de la iniciativa. Si hay que ir a Santa Clara se va, y desde una hora antes del concierto ya había público aguardando para hacerse con un sitio. Esto y volver a insistir en el amor eterno que le profesan los melómanos de esta ciudad a la música antigua es exactamente lo mismo. Dos, el lugar huele a nuevo y casi da pudor pisar su inmáculo suelo pero esto es Sevilla y la mijita de desbarajuste que se lio a la hora de organizar la primera cola le otorgó una cierta impronta jaleosa y risueña al acto.

Salvado rápidamente el escollo se pudo comprobar que en la sala habilitada para el Ciclo de Músicas Históricas sobra la bufanda (¡qué tiempos aquellos de las veladas musicales en la gélida Santa Marina!), que el suelo, milagrosamente, no cruje, y que la visibilidad más allá de la fila cinco es tan mala como la de una iglesia al tratarse de una sala llana sin disposición de auditorio.

En cuestión de acústica, en un primer contacto, puntúa alto, quedará por ver cómo se amolda a las diferentes combinaciones instrumentales que pasarán por aquí en los próximos meses.Menos acierto supone que la capacidad máxima sea de 100 personas, cifra suficiente para determinadas citas, pero en otras -caso por ejemplo de la ya mencionada Orquesta Barroca, quienes por cierto organizan el presente ciclo- la sangre puede llegar al río si sus fieles comprueban que el aforo les impide quedarse sin el chute de Vivaldi.

Claro que el corazón de la noche residía en los instrumentos que la Accademia del Piacere concertó en escena para servir a Bach. Dos violas da gamba y un quintón (o viola soprano) -en ocasiones dos- que tejieron un tapiz barroco con hilos de las Trío Sonatas n.3 y n.6, El arte de la fuga y un generoso extracto de las Variaciones Goldberg. Concierto sin concesiones, ni para el público, absorto por un Bach altamente intelectualizado, laberíntico, críptico en ocasiones, ni para el conjunto (los hermanos Alqhai más Johanna Rose), consagrados al matemático fluir de unos pentagramas que, en sus atriles, rebosaron musicalidad.

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