Cultura

Bécquer y otros cadáveres exquisitos

El Panteón de Sevillanos Ilustres, uno de los rincones más misteriosos de la ciudad, se abrió ayer al público con un inmejorable pretexto: la representación de la obra Soñando a Bécquer, de Producciones Imperdibles, que se mantendrá en el patio de la Facultad de Bellas Artes hasta el 6 de agosto permitiendo esta extraordinaria visita a todos los espectadores.

el 16 sep 2009 / 04:22 h.

(Vídeo: Paco Torres)

El Panteón de Sevillanos Ilustres, uno de los rincones más misteriosos de la ciudad, se abrió ayer al público con un inmejorable pretexto: la representación de la obra Soñando a Bécquer, de Producciones Imperdibles, que se mantendrá en el patio de la Facultad de Bellas Artes hasta el 6 de agosto permitiendo esta extraordinaria visita a todos los espectadores.

Quien más, quien menos, todo el mundo ha oído hablar del Panteón. Quienes lo han visitado, eso sí, son muchos menos, por más que su condición de Bien de Interés Cultural imponga la posibilidad de acceder a él dos días a la semana. Rodeando el patio de la facultad, una escalera conduce, a través de un pasillo revestido de mármol, a la primera sala de la cripta abovedada, donde el visitante se va acostumbrando a la oscuridad para evitar el tropiezo con dos imponentes tumbas, las de Benito Arias Montano y Lorenzo Suárez de Figueroa.

Con una temperatura poco más alta que una bodega, el Panteón puede ser a esta hora de la tarde uno de los lugares donde mejor se esté de Sevilla, a salvo de las calores infernales como de los gélidos aires acondicionados. Con motivo de la representación de Soñando a Bécquer, se ha preparado un sugestivo juego de sombras y luces con colores fríos, que añaden cierto aire misterioso, como de Cuarto milenio, a los 26 sepulcros que comprende esta colección única.

"Tiene un rollo un poco extraterrestre, ¿no?", se pregunta una chica ante el Crucificado del siglo XVI que preside una de las paredes principales. Con la vista ya totalmente adaptada, el público puede ir haciendo recuento de las celebridades hispalenses cuyos restos descansan entre estos venerables muros. Alberto Lista y Rodrigo Caro conviven en sana vecindad con José Amador de los Ríos y José María Izquierdo, y éstos con Cecilia Böhl de Faber, más conocida como Fernán Caballero, cuya lápida parece un poco más escondida o apartada, como una imperdonable cortesía de tantos difuntos varones con la única dama que duerme aquí el sueño eterno sin la compañía de marido alguno, por propios e inapelables méritos literarios.

El paseo bajo la bóveda pone también a prueba la cultura sevillana del público. O dicho de otro modo, comprobar cómo de ilustres son los Sevillanos Ilustres del panteón. ¿Quiénes fueron Francisco Duarte y Catalina de Alcocer? ¿Además de dar nombre a una plaza, qué hizo Pedro Ponce de León? ¿Y quién fue ese tal Félix Reinoso? ¿De dónde salieron Jerónimo Girón, Jorge Díez? ¿Y Antonio de Desmaisieres y Manuela Fernández de Santillán?

Sic transit gloria mundi: también aquí, a este lado del Leteo, hay clases. La más alta aristocracia viene representada, sin duda, por el pintor Valeriano Bécquer y por su famosísimo hermano, el poeta Gustavo Adolfo, a quien se rinden honores especiales. La mejor iluminación se ha reservado para la escultura que se yergue encima de la lápida, ese ángel salido del cincel de Eduardo Muñoz que tiene el libro de las Rimas en su mano izquierda y un escudo en la derecha. La moldura que le sirve de basamento está llena hasta en sus más pequeños huecos de papelitos con mensajes espontáneos de los visitantes, con piropos, ocurrencias o peticiones, las mismas que se formularían a un santo.

Hasta por la pared se extienden, adheridas sin dañar el patrimonio, las misivas caligrafiadas: "Volverán las oscuras (y las claras)", dice una; "Poesía eres tú", dice otra; "Porque siempre habrá poesía y amor", dejó escrito un optimista; "Sueño contigo", afirma el romántico; "Has sido importante para mí", el agradecido. "Golondrinas o golondrinos", duda el aficionado a los juegos de palabras; "Concédeme un amor verdadero", agrega alguien lleno de fe. Y no falta quien lleve la pasión deportiva a la pasión poética con un apremiante "Gustavo, ayuda al Betis". Ahora, los sevillanos tienen 40 días para descubrir su cripta o reencontrarse con ella con un pretexto inmejorable: disfrutar del teatro al aire libre y de la palabra de uno de sus mejores hijos.

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