Cofradías

Brillantez de la jornada más clásica

Las siete cofradías bordaron el día con bulla, sol y pocos incidentes

el 01 abr 2010 / 20:44 h.

Ni lluvia ni vertido de aceite. Los sevillanos disfrutaron de un Jueves Santo brillante. Sol, bulla y numerosas mantillas contribuyeron al esplendor de la jornada más clásica de la Semana Santa. Ya se veía venir desde primera hora de la mañana. Las colas en los Gitanos llegaban hasta la Puerta Osario. La estampa se repetía en San Lorenzo y la Macarena. Mientras unos cumplimentaban la visita a los templos (ya fueran los del Jueves o los de la Madrugá), en la plaza del Salvador, las mantillas buscaban sombra en los soportales de las bodeguitas. Ellas, perfectamente ataviadas, seguían otra ruta: la que les llevaba a los sagrarios. Es la Sevilla de ayer, de hoy y de siempre que renueva sus ritos en la primera luna llena de primavera.

Caía el sol de pleno cuando los blancos capirotes de los Negritos iban derramandose Encarnación abajo. Las túnicas llevaban impregnadas el aroma de las madres de la plaza de Carmen Benítez, camareras perpetuas de este preciado ajuar para los nazarenos. Uno de ellos, de sólo seis años y llamado Ángel, repartía estampas al tiempo que reconocía a los micrófonos del Llamador que hacer la estación completa "cansa un poquito".

Algo cansados llegaron los costaleros del palio de la Virgen de los Ángeles tras completar la larguísima chicotá, a golpe de tambor, que dieron desde la calle Almirante Apodaca a la puerta de la Anunciación. La Cruz de Guía de la Extaltación llevaba apostada en la esquina un cuarto de hora. Minutas pequeñas si lo que se trataba era de contemplar de cerca el exorno floral del palio de los Negritos. Eran tulipanes blancos, que en cualquier punto del recorrido iban despertando el mismo comentario: "Qué flores más bonitas". Javier Grado, responsable de esta obra de arte efímera, se consolida tras haber recibido el año pasado el Premio Demófilo por los jacintos.

A esa misma hora, la calle Santa Ángela de la Cruz era un hervidero . No se podía pasar. El misterio de los Caballos estaba encajonado ante el convento. Los cánticos de las religiosas dejaron extasiados a más de uno. Tanto que hubo a quien se le derritió el helado que minutos antes había comprado en Raya. Nada comparado con el momento que se vivió poco después, cuando llegaba el palio con las coronitas de cristal y los bordados del taller del Olmo, totalmente restaurados.

Una señora de Madrid no dejaba de hacer fotos. Con mayor o menor acierto, ella lo fotografiaba todo: la Virgen, el manto, el palio... y hasta los dos guardia civiles que, en este caso y para preservar los bordados del manto, iban en la trasera del paso.

Al otro lado del río, la calle Asunción recibía las primeras gotas de cera. Los nazarenos de raso morado se adentraban por esta nueva vía de Los Remedios que estrenaba peatonalización, como bien se apresuraba a apuntar la delegada del distrito, Teresa Florido, que ayer procesionaba y dejaba la representación en los palcos de San Francisco a otra delegada municipal, Nieves Hernández, a la que se pudo ver con mantilla y todo.

Después de meses de obras y polémicas, los vecinos de Asunción aplaudieron las chicotás del misterio de la Sagrada Columna y Azotes, así como el palio de la Virgen de la Victoria, imagen que lucía en su mano un pañuelo donado por un hermano de la Vera-Cruz de Alcalá del Río que se encomendó a esta dolorosa para salir de una enfermedad.

Historias que guarda el palio de cajón que, a su paso por el palquillo de la Campana, dejó rosas y lirios para la Virgen del Rosario de Monte-Sión. En la plaza de los Carros estaban de aniversario. No lo decían sólo las banderolas de la fachada de la capilla, sino también los nazarenos de la Estrella (cofradía que este año celebra esta misma efemérides) que iban en la presidencia.

Pero por si hubiera duda, el nuevo capataz del misterio, Manuel Vizcaya, lo rubricaba con el martillo:"Por los 450 años y por la gente valiente que fundó la hermandad". Ya en la calle, el olivo de Monte-Sión hizo el resto. Ovaciones y olés se sucedían a los compases que iba marcando la agrupación musical de la Redención por una Alameda literalmente abarrotada.El contraste del día llegaba con la caída de la tarde.

La cruz velada salía de la Magdalena y tras ella asomaba el bronce venerable del paso de la Quinta Angustia, aunque la última restauración del canasto ha revelado que se trata de una aleación. A esa misma hora, la Anunciación sacaba sus tres pasos. 25 veces sonó la marcha de Gómez Zarzuela tras el palio del Valle, el himno oficioso de la Semana Santa.

Pese a que así lo indicaban los programas de mano, el palio de la Merced no llevó música tras el último recurso en contra interpuesto por cuatro hermanos de Pasión. El día se cerraba en Campana sin apenas retraso. A la medianoche, la ciudad miraba al Arco. La Madrugá espera...

  • 1